«Haré una poesía sobre absolutamente nada: / no tratará de mí ni de otra gente; / no tratará de amor ni de juventud, / ni de ninguna otra cosa, / habrá sido compuesta mientras dormía, / sobre un caballo.» Hacer una poesía sobre nada, que desprecie el mundo y su medida, el tiempo. Un poema de versos callados, sordos, que no tengan rima ni tampoco sustancia. Un poema que calle, y que en ese silencio contenga todos los horizontes, todos los soles, todos los hombres.

Estamos ante unos versos únicos datados alrededor del año mil de nuestra era. Su autor es el duque de Aquitania, Guillermo de Poitiers, un trovador diestro en los deberes y costumbres de la corte, hábil en el arte de seducir mujeres y agudo para afilar versos lacerantes. Guillermo de Poitiers, el trovador de Aquitania, cultivó la poesía provenzal, aquella que surgiera en el norte de la Hispania medieval y en el sur de la región que hoy ocupa Francia. Esta poesía se extendió por Europa bajo la bandera del lenguaje occitano, aunque tenemos casos de lírica trovadoresca que también se escribió en español y en portugués.

«Ignoro la hora en que nací, / no estoy alegre ni triste, / no soy huraño ni agradable / y no puedo ser de otro modo, / así fui marcado por la noche / en una alta montaña.» ¿A dónde llegará esta poesía sobre nada que desconoce su origen? Es innegable que un espíritu dual habita en el cuerpo del trovador de Aquitania. ¿De dónde surge esta actitud maniqueísta? Como en la primera estrofa, el misterio pervive en estas líneas. Se escribe sobre nada, pero se enuncia todo. Primero aparece el sueño, ahora, la noche que marca al poeta. ¿Sera su sello el mismo que lleva Caín?

«Ignoro cuándo estoy dormido / y cuándo estoy despierto si no me lo dicen; / por poco se me parte el corazón / por una pena de amor; / no doy por eso el precio de una hormiga, / ¡por San Marcial!» El trovador de Aquitania, que duerme montado en un caballo, no distingue la realidad y el sueño, y pareciera que se encuentra experimentando una sensación extática, ¿sublime?, difícil es de saber, pues la negrura de la noche nos impide ver más allá de nosotros mismos.

«Estoy enfermo y creo morir; / no sé nada más que lo que oigo decir. / Buscaré médico según mi deseo, / pero no conozco ninguno que me valga; / será buen médico si me puede curar, / pero no lo será si empeoro.» El médico es la medida de la vida, aquella que está por perderse en este poema que versa acerca de nada, en esta canción donde el sentido se pierde. El poeta está enfermo precisamente porque es poeta; su visión del mundo lo abisma. Regresemos a la segunda estrofa, aquella donde menciona que fue marcado por la noche en una alta montaña. ¿Cuál es esta cumbre mortal? ¿Acaso será el Gólgota? ¿Aquella donde murió Cristo, que era tres, mientras que el poeta es dualidad?

Hacer un poema sobre nada, y que diga todo callando el mundo. Ingenuos nosotros que creemos vivir mientras viajamos dormidos sobre un caballo que se dirige hacia la noche.