Cada vez que nos encontramos atravesando una crisis o situación inesperada que nos mueve el piso, nos enfrentamos más que a la situación en si misma a la forma en la que elegimos reaccionar.

La primera respuesta puede no ser la más conveniente, al experimentar preocupación, miedo o enojo, sin embargo, esto es lo que nos prepara para estar dispuestos a manifestar aquellos recursos personales de los que no teníamos conciencia, después del primer impacto, con la mente clara es momento de enfocarnos en las posibles soluciones y no en el problema. Sacar de la atención principal lo que nos inquieta o lastima y pensar en lo que nos llevará a sentirnos y estar mejor es más conveniente para optimizar el tiempo en el que resolveremos lo que sea necesario.

Es importante tener una red de contención; es decir: amigos, familia, personas con las que tengamos la posibilidad de expresar lo que sentimos, para ser escuchados y para recibir un punto de vista distinto al que hoy tenemos y que puede estar nublado por las emociones que resultan de lo que estamos viviendo.

Es válido llorar, estar triste o enojado, lo que no es recomendable es permanecer en ese estado más tiempo del que se requiere para empezar a actuar.

En lugar de instalarnos en la culpa, el arrepentimiento o la frustración necesitamos tener una visión objetiva y comprender los hechos, reconocer como y cuanta es la responsabilidad que tuvimos para que esto sucediera, no para autoflagelarse, sino para dejar de actuar de la misma manera.

Ya que está ocurriendo lo que está ocurriendo es mejor pensar ¿Para qué me sirve esto? ¿Qué puedo aprender o cómo puedo evitar que se repita? De lo contrario, es muy probable que retomemos actitudes o patrones que nos lleven a recibir más de lo mismo. Por supuesto que al principio de una crisis o en medio de esta difícilmente tendremos toda la claridad para hacer observaciones a largo plazo, por ello, en la medida en que transcurren un par de días será más sencillo el poder determinar cuál es la ganancia que obtenemos de aquello que pensamos que no lo era.

Dar a la crisis una función específica es darle sentido a la preocupación y a las lágrimas, no quiere decir que tenemos que pasar por esto para aprender, pero si, que si ya sucedió forme parte de nuestra experiencia de vida.

La tristeza es una emoción que nos permite atravesar el puente y superar lo que nos lastima, el enojo nos lleva a determinar los límites, el miedo nos impulsa a preservar nuestro bienestar, así que si lo miramos tal como es, ninguna emoción va a causarnos daño si la utilizamos para lo que realmente son, suele suceder que al no estar familiarizados con las emociones nos preocupamos demasiado por lo que sentimos o nos abandonamos para que se incrementen, el límite sano es admitirlas, experimentarlas, saber qué es lo que nos están señalando y actuar para salir de ellas.

¿Para qué te sirve la tristeza que sientes hoy? ¿El enojo o el miedo? Te sirven para salir de una situación que podría causarte más daño si no te mueves de ahí.

Una crisis económica, familiar, personal o de pareja nos indica que hay algo que necesita atención (o que lo ha estado necesitando desde hace tiempo), entonces, primero hay que admitir que es así, luego, disponernos a la solución, y esta no se encuentra culpabilizándonos o señalando a otros sino encargándonos de lo que si nos corresponde, y lo que nos corresponde es cuidar y procurar nuestro bienestar físico y mental sin afectar el de los otros y las otras.

¿Para qué te sirvió haber vivido determinada situación? ¿Cómo puedes hoy hacer un cambio favorable en tu vida con lo que aprendiste?… ¿Lo pensé o lo dije?

¡Un abrazo!

 

Twitter: @Lorenapatchen

Psicoterapia y Coaching

? Entre Géneros, jueves 8 PM, Hidalgo radio.