La configuración de las regiones en el estado de Hidalgo, vista desde los procesos migratorios ha dado una mayor complejidad y ha convertido en aun más difusa a la construcción de las propias regiones. En Hidalgo, se tiene un nivel o intensidad intermedio en las mediciones de migración pero se ha logrado caracterizar al estado en un espacio con los tres niveles de migración, expulsión, recepción y tránsito, esto no sólo dicho así por las instituciones, sino corroborado por los distintos residentes de las regiones que ven como el proceso de la migración se presenta en sus casos determinados.

Específicamente, tenemos la expulsión de migrantes en distintos municipios del estado y que lejos de representar un flujo propio han sido integrados al flujo histórico nacional hacia los Estados Unidos, por supuesto que se han definido lugares de destino que han logrado identificarse como de amplio beneficio y en algunos casos se ha llegado a la construcción de clubs de migrantes.

En el otro caso tenemos a los migrantes que por su limitada situación original no pueden integrarse al flujo anterior o quizá su objetivo se cubre sólo teniendo una migración interna al estado o dentro del país, en este segundo grupo podemos encontrar a todos aquellos que se han desplazado a las distintas ciudades hidalguenses y nacionales, como puede ser la migración a Pachuca, Tula o Tulancingo, en todos estos casos existe un proceso paralelo de urbanización o también definido como de Metropolización por la expansión de estas ciudades, que en medida de sus posibilidades reciben y otorgan algunos de los beneficios por la concentración de población, como puede ser el empleo y vivienda, con distinciones claras para el acceso, ya sea por autoconstrucción o accediendo por algún instrumento inmobiliario; el otro aspecto es la migración a ciudades o zonas metropolitanas como es el caso de la ciudad de México, Puebla o Querétaro, en donde el factor empleo es fundamental y las vías de comunicación y transporte propician la existencia de los commuters o viajeros de diario, que conectan o convierten a ciertas áreas en zonas dormitorios, generan riqueza en un espacio distinto al de su residencia y están expuestos a factores de violencia social y estructural como pueden ser las condiciones del mercado laboral, en esta caso son nuevamente las zonas urbanas las más involucradas a este aspecto de la migración.

El caso del ámbito rural tenemos en una escala distinta a los jornaleros que, en función de la demanda de mano de obra en otras zonas productoras, se desplazan para la recolección agrícola en otras zonas del país, como San Luis Potosí, Sinaloa o la región de Bajío, esto por supuesto obliga a ampliar los tiempos de ausencias y en ocasiones es sólo la transición para integrarse a los flujos internacionales, estos vacíos son cubiertos por migrantes de otras regiones o entidades y en menor medida por los centroamericanos que buscan capitalizarse para continuar su camino hacia la frontera norte, es esta parte del proceso migratorio en el estado una de las más complicadas ya que en estos movimientos no hay una certeza del monto o nivel de población que sale o que llega convirtiendo a la migración en algo opaco o poco entendible que puede llevar a problemas mayores en materia laboral y de seguridad.

La salida de población es equilibrada con la llegada de inmigrantes que en algunas ocasiones puede ser vista por algunos de los elementos de la identidad de estos, y que tienen una mayor presencia en las distintas ciudades, por otro lado, y por medio de las estadísticas de fuentes oficiales, nos muestran que el regreso de cada vez más migrantes internacionales, con población nacida en otro país y con residencia 5 años atrás en EUA, que son los hijos de los migrantes y los mismos que han regresado por propia cuenta u obligados por las circunstancias migratorias de aquella nación.

La retribución que se tiene por la salida de la población tiene distintas respuestas con sus interpretaciones, la primera y la que parecería más obvia son los recursos en contraflujo y que se conocen como las remesas, éstas son entendidas sólo como las que provienen desde el extranjero y otras son las trasferencias poco reconocidas desde alguna otra parte del país. El estado de Hidalgo se ha colocado dentro de las primeras 15 a nivel nacional como receptora de remesas en los últimos 10 años y es limitado su análisis a escala más concreta sólo con el monto y sin comparaciones con otras variables como el PIB municipal o el impacto a nivel de gasto consumo también a esa escala.

El componente que se ha podido distinguir con esto por medio de algunas encuestas es cierto peso sobre el ingreso y gasto a nivel familiar y uno en especial es la inclusión financiera, que muestra grandes avances sobre el acceso de la población a distintos instrumentos financieros como el crédito, al ahorro, seguros, operaciones vía celular, presencia de cajeros, etc; específicamente, los relacionados o conectados con las remesas, es significativo en las regiones del sur del estado donde tenemos mayores niveles de inclusión y  recepción de remesas, casos aislados en la Huasteca y en la región Otomí-Tepehua.

El resto de efectos, producto de la migración se consideran de menor beneficio y de amplio impacto en el largo o mediano plazo, como la pérdida de mano de obra o también conocida como pérdida de capital humano, desintegración familiar, disminución del rol de los distintos aparatos productivos, pérdida de cohesión social con un incremento en la desigualdades económicas y el incremento de la dependencia económica aumentando la vulnerabilidad económica y social de las familias integradas a los circuitos migratorios. Analizar estos efectos de la migración es parte de un pronóstico o ajuste a los modelos poblacionales y económicos que se considera deberán ser considerado más allá de un elemento anecdótico de los procesos actuales.

 

Dr. César Pérez Marcial

Investigador de El Colegio del Estado de Hidalgo