(Dedicada a Don Pascual Rueda Calderón por sus 71 años celebrando la vida)

****La muerte del periodista Javier Valdez en Culiacán Sinaloa conmocionó a la sociedad mexicana. Sin duda alguna, la muerte de una persona que se dedicaba a ejercer su labor profesional es un hecho que indigna a todas y todos.

México se ha convertido en uno de los países más peligrosos para el ejercicio periodístico.

Tan solo en lo que va del año han asesinado a 7 comunicadores, una cifra que no reportan países que se encuentran en estado de enfrentamientos bélicos.

La Fiscalía para la Atención de Delitos Cometidos contra la Libertad de Expresión ha dado a conocer que de mediados del 2010 a finales del 2016 se han levantado 798 denuncias relacionadas a agresiones contra el gremio, sin embargo, solo se tiene reporte de tres sentencias condenatorias, quiere decir, que el 99.7%  de acciones violentas denunciadas han quedado impunes.

La muerte de un compañero dedicado a la misma actividad que quien esto escribe sin duda lastima e indigna, pero hay otro tipo de violencias no contadas, como la censura o la falta de garantías laborales por parte de las empresas de comunicación.

No matan físicamente pero sí terminan por originar un homicidio de la verdad, pues los intereses se centran más en temas económicos y de poder, antes que en el fin último: el de informar objetiva a imparcialmente.

Aquellos dueños de medios que a través de su línea editorial terminan matando la verdadera investigación de los hechos, la revelación de información que compromete, el derecho de la sociedad a mantenerse informada con veracidad.

Los mismos dueños que deciden correrte por defender tu derecho de decir lo que verdaderamente ocurre en el entorno, afectando sus relaciones de interés.

Recuerdo hace algunos años que un comunicador pidió a quienes trabajábamos con él dejar de decir las cosas por su nombre: secuestro, crimen organizado, narcotraficante, etcétera, que porque entonces hacíamos apología al delito; nada más absurdo que eso. Su plan era contribuir a dejar de nombrar las cosas por su nombre. Y muchas veces optó por la censura informativa.

El compromiso de la libertad de expresión es de toda la sociedad, incluyendo a quienes estamos inmersos en la tarea periodística de manera habitual.

Porque matar a un comunicador y censurar la verdad, es igual de fatal.

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Pareciera que el Presidente Peña Nieto se entera de forma tardía sobre lo que ocurre en el país.

Tuvieron que pasar más de cinco años para que comprendiera la magnitud del fenómeno del «huachicol» en la zona del «Triángulo Rojo» y, ahora sí, poner manos a la obra.

Tuvieron que morir más de 100 periodistas en todo territorio nacional, especialmente en estados gobernados por el PRI, para que atendiera este delicado tema.

¿Qué más tendrá que ocurrir para que empiece a gobernar?

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La detención de Orlando Xolapa Sánchez alias “El Chivo” es el inicio. Con este aseguramiento, producto de una denuncia anónima, se espera detener al resto de la banda.

Sin embargo, el historial de «El Chivo», tanto de su hermano «El Japonés» como de otros integrantes de su familia ponen en evidencia que si la corrupción e impunidad no fueran el común denominador en la acción judicial y de seguridad, no habría ocurrido la desgracia para aquella familia violentada la madrugada del 2 de mayo sobre la autopista México-Puebla.

Si la autoridad fuera lo suficientemente eficiente, estos sujetos habrían estado tras las rejas desde mucho tiempo atrás y se hubiera evitado la muerte de un menor de edad y el ultraje a dos mujeres.

Ni hablar.

@AlbertoRuedaE