El libro de Alicia en el País de las maravillas de Lewis Carroll goza de muchísimas interpretaciones y adaptaciones, por ahora solo quiero resaltar esa escena muy conocida donde Alicia desea hacerse pequeña y posteriormente más grande para lograr atravesar por la cerradura que la llevaría al Mundo de las maravillas: aparece una botellita llamada pishsolver que dice “bébeme” y el pastelito llamado upelkuchen con la frase “cómeme”: dicho y hecho Alicia come y bebe sin pensarlo y la historia sigue su curso. Independientemente de que esto es un cuento, creo que es valido plantearse ¿cuántas veces no hemos decidido de esa manera?

 

Hoy esta de moda equivocarse, cuantas frases motivadoras no circulan en redes sociales exaltando el valor pedagógico del error: “la vida se trata de equivocarse”, “No importa cuantas veces te caigas, lo importante es levantarse” y muchas más; no voy a negar que todas tienen algo de verdad, errar esta en la naturaleza de la acción humana y ¡claro! la equivocación es parte del camino del conocimiento y puede ser , si así se elige, la fuerza para reflexionar sobre el sentido de esta vida.

 

¿Pero que pasa cuando el error se vuelve absurdo, es decir, cuando nos equivocamos y no aprendemos de eso? mientras le pasamos por encima a la dignidad y emotividad de alguien mas que no le queda mas que tomar el trago amargo. No podemos negar que vivimos en una sociedad que, cual equilibrista sobre la cuerda floja, se juega la vida entre tomar el valor para pensar sobre lo verdaderamente importante o simplemente ignorarlo.

 

Hablar del error nos llevaría un gran tiempo, así que solamente hablaremos de las situaciones más usuales: Cuando nos equivocamos en nuestra decisión porque desconocemos información, lo cuál nos hace tener menos responsabilidad pero no nos libera de las consecuencias; a menos que hubiéramos debido investigar pero por pereza e indiferencia no se hizo. Y el otro caso es cuando aún sabiendo que estamos equivocados, elegimos permanecer en error por negligencia, miedo, egoísmo, orgullo o falta de interés.

 

Para estos casos me gusta recordar lo que Sócrates decía, quien hace el mal lo hace por ignorancia. ¡Cuanta fe en el hombre! y su capacidad para transformar el mundo para bien. Al final, decidir es la obra maestra del ser humano pues con ella le da forma al mundo y se construye a sí mismo.

 

Errar es humano pero aprender también lo es, construyamos una mejor sociedad a través de decisiones más humanas, en otras palabras, decisiones tomadas con cabeza, corazón y voluntad.