¿Es tan difícil pensar antes de hablar?

Yo creo que no.

¿Lo será para los políticos?

¿Usted qué cree?

Porque no hace falta ser un profesional, un erudito, un graduado en Harvard, o en alguna otra institución superior europea, para entender que antes de abrir la boca hay que pensar lo que va uno a expresar.

Las redes sociales son una prueba de que antes de manifestar una idea debe estar bien estructurada, analizada y pensada.

De lo contrario, las redes y sus miles y millones de protagonistas, de usuarios, en todo el mundo pueden ser mortíferos.

Si dices en las redes una tontería, si discriminas, si te burlas, si reflejas ignorancia es seguro que te van a acabar.

Ejemplos de esto hay muchos, infinidad.

Hoy el mundo de las redes sirve incluso para aprender a pensar antes de hablar o de hacer una manifestación a la ligera.

No entiendo entonces cómo es que los políticos, esos que se creen hechos a mano y tocados por Dios cuando llegan al cargo que nosotros mismos les regalamos no aprenden a pensar.

Porque si fuesen inteligentes simplemente mantendrían la boca cerrada y así se evitarían linchamientos públicos como los que merecen algunos políticos poblanos.

Políticos y servidores públicos que reflejaron recientemente su personalidad a la hora de escupir sandeces.

Uno de esos ejemplos es el diputado local priista Pablo Fernández del Campo.

A nuestro flamante legislador, de representación proporcional, por cierto, se le ocurrió ayer la puntada y el chistecito de burlarse de la economía, de la situación actual y de la seguridad de los poblanos.

Porque no hay de otra, o se quiso hacer el chistosito y el payaso comentando que los ciudadanos que viajan en transporte público y que son asaltados apenas llevan “unos cuantos pesos en la cartera, un dispositivo móvil, y cosas básicas, elementales y baratas”, o de plano le falta un poquito de cerebro.

Según el diputado, ¿qué nos pueden robar a los poblanos si estamos bien jodidos, no?

Insisto, antes de abrir la boca para hablar, y más en un evento de tal magnitud internacional como el Smart City, hay que pensar.

No por el simple hecho de querer llevarse los aplausos se tienen que decir estupideces.

Que pena por el diputado.

Ya después quiso disculparse en un vídeo pero antes había metido las cuatro patas y hasta las orejas y el rabo.

Después de haberse mofado de los poblanos quiso ofrecer una disculpa que nadie le creyó, por supuesto, y que resultó mucho más vergonzosa.

Otro político que está en las mismas, y que también casualmente es legislador y priista, es José Chedraui Budib.

¡Ah, pero que cosas tiene la vida!

Bien dicen, Dios los hace y ellos se juntan.

Resulta que después de haber hundido a su partido, de haber hecho un papel ridículo en los pasados comicios y en general durante toda su etapa como dirigente priista en la capital, ahora el también conocido como Pepe Chedraui quiere otro hueso.

Otro cargo porque ya la dirigencia priista se le terminó.

Porque ya no le dio tiempo de poder ser más creativo y promoverse como aspirante a su tan soñada y añorada presidencia municipal de Puebla.

El caso es que ayer dijo en entrevista que va a dejar su puesto de dirigente “para que al rato no digan que quiere perpetrarse en el cargo”, y va a checar sus canicas a ver para qué otro hueso le alcanza.

Hágame, usted, el re cochino favor.

Si por capacidad, trabajo político, resultados y de canicas se tratara, seguro que el PRI tendría que cobrarle hasta intereses a su diputado.

Porque si le piden cuentas del comité municipal tricolor en la capital poblana seguro que saldría debiendo.

Para qué podría alcanzarle a Pepe Chedraui heredar un comité desfondado, perdedor, con una militancia fragmentada, abandonada y dejada por su mano.

A quien quiere engañar, por favor.

Si la dirigencia estatal del PRI y Jorge Estefan Chidiac fuesen justos lo que tendría que tocarle a Pepe Chedraui en 2018 serían unas orejas de burro.

Y si nos vamos al ámbito nacional bien vale la pena recordar un par de sandeces enunciadas por un par de políticos de esos que se dicen de “alto nivel”.

La primera, exhibida por el gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles Conejo, a quien se le ocurrió declarar, ante un nutrido grupo de la tercera edad, que en promedio un mexicano sobrevive con 978 pesos mensuales.

Según el mandatario con ese dinero “se adquiere alimentación y servicios básicos”.

Y la segunda, la que escupió el panista Ernesto Cordero Arroyo, quien se hizo famoso por asegurar que una familia mexicana sobrevive con seis mil pesos mensuales.

¿Qué tal?

Esos son nuestros políticos y funcionarios.

De ese tamaño es su inteligencia.

Y el valor de sus ideas es el que se nos da a los ciudadanos.

Lo bueno es que nosotros sí pensamos.

Y lo mejor es que ya viene el 2018, y habrá elecciones.

Así que a pensar por quién votamos.

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