Es sólo cosa de tiempo, de días, de horas y de minutos la destitución de Marco Antonio Gabriel González Alegría como Juez Primero de lo Civil del distrito judicial de Puebla.

La razón, ya todo mundo la conoce, el haberse involucrado en una riña con los hermanos Julián y Christian Mayagoitia en el restaurante La silla, ubicado en la 43 Poniente.

Ayer, el Consejo de la Judicatura del Poder Judicial del Estado de Puebla sesionó y decidió que se investigue al juez y en caso de ser necesario se sancione conforme a derecho.

El Poder Judicial hizo lo correcto y se inclinó porque las autoridades competentes sean las que determinen el actuar de González Alegría.

Sobre todo porque al final entendieron que no es posible que un funcionario  público de su nivel se haya visto inmiscuido en una riña prácticamente callejera.

Una bronca donde la combinación del alcohol, la prepotencia, los golpes y las mujeres tuvieron que ver.

Una altercado público, sobre todo, que se da en medio de un convulsionado ambiente de inseguridad, de violencia, de abusos de poder y de sangre como el que actualmente se registra en Puebla.

A estas alturas, era imposible sostener y defender a un personaje metido en penosos y vulgares líos de borrachos pero sobre todo de personas irracionales y violentas.

Mucho menos si el altercado se dio, como se dice, por la vulgar ofensa a una mujer.

Puebla tiene la necesidad de ser ya un estado modelo en el tema de justicia, de respeto y de valores.

¿Antes nos bautizaron con el mote de pipopes, luego de preciosos y ahora de qué por personajes como el juez bravucón y los hermanos Mayagoitia?

No es posible que en la actualidad se siga hablando y relacionando al estado con el tema del huachicol, de la inseguridad, de ser un refugio de narcos, de tener ciudadanos abusivos, altaneros y peleoneros, o por el abuso del poder por parte de sus autoridades.

Por esas y por muchas otras razones que se dieron “off te record”, el Consejo de la Judicatura del Poder Judicial del Estado decidió dejar sólo al juez González Alegría y mantenerse al margen del proceso judicial que pudiera enfrentar si es que resulta culpable.

Porque si las autoridades lo encuentran responsable de los hechos entonces sí va a perderlo todo, y no sólo un miembro de su cuerpo por bravucón sino hasta la chamba y la reputación como ya sucede.

Por supuesto, esto no justifica a sus rivales, los hermanos Mayagoitia, quienes también tienen parte de culpa en el pleito.

Particularmente por armar una riña en un lugar público donde generalmente asisten muchos poblanos con familias completas que incluyen mujeres, personas de la tercera edad y hasta niños.

Ya lo dije y lo reitero: ningún motivo es razón y justificación para golpear a una persona con la saña con la que se trenzaron a golpes los involucrados.

Afortunadamente, durante el momento de los golpes no lastimaron a nadie más, a ningún otro comensal ajeno al pleito.

¿Imagínese si hubiese resultado lo contrario?

Tanto los hermanos Mayagoitia como el juez bravucón son culpables del escándalo registrado en el citado restaurante, donde debería haber más y mejor seguridad, por cierto.

Por fortuna de ese pleito tampoco hubo heridos de gravedad ni mucho menos la muerte de nadie pero eso tampoco minimiza los hechos.

Ambas partes deben ser sancionadas de manera ejemplar para que tengan un escarmiento.

Pero sobre todo para evitar que se pudieran dar nuevos episodios de ese tipo, los cuales sólo provocan un ambiente tenso y de inseguridad en Puebla.

Los ciudadanos ya no queremos más momentos violentos, ni más sangre.

¿Qué no es suficiente con lo que ya tenemos?

Los poblanos tenemos la obligación de contribuir con la paz y tranquilidad de nuestro estado.

Depende de la sociedad en su conjunto que gocemos de un estado seguro.

Por esa misma razón es imprescindible que el ciudadano de a pie, pero sobre todo el funcionario público, el político, el rico, el pobre y el empresario, pongamos nuestro granito de arena para poder gozar de un estado limpio, tranquilo y ordenado.

Ya es hora de que entendamos.

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