El cierre de la 22 asamblea nacional priista ofreció la ocasión para que EPN echara su resto en contra de la corrupción, enfáticamente de la protagonizada recientemente por los gobernadores de su partido, y sentenciara lo peor para los militantes tricolores que se apartan del buen camino y traicionan al PRI. Como si se tratara de un fenómeno distante a la concurrencia, la multitud priista respondió con un aplauso encendido. Horas después, la pieza teatral saltó hecha añicos por las redes de la información: O’Globo, el prestigiado diario brasileño, con pelos y señales, hacía público el involucramiento de Emilio Lozoya, exdirector de Pemex y miembro del primer círculo presidencial, en los escándalos de corrupción de Odebrecht.

En el preludio de arranque formal del proceso sucesorio y de la improbabilidad de abanderar esta sentida causa social, la pregunta obligada es ¿qué sigue para EPN y el PRI después del sonoro fracaso en su argucia de deslinde y condena de la corrupción? Por lo pronto, si algo de sentido común hay en la cabeza de este equipo fallido, lo esperable es que opten por recular, es decir, por una retirada lo menos deshonrosa posible y el desistimiento de su activismo mediático anti-corrupción y opten por una estrategia defensiva, cuyo mejor resultado sería sembrar en el imaginario electoral la idea de que “la corrupción es inherente a la política y, por ende, a todos los partidos políticos”.

Otro escenario Igualmente probable es el recrudecimiento de la impunidad al más alto nivel. Por más que se quiera simular, los recientes escándalos de corrupción protagonizados por los Duarte y los Lozoya apuntan directamente a la campaña presidencial de EPN y su actual gobierno, como presuntos beneficiarios. En tal contexto, como si la incapacidad sistémica para castigar la corrupción fuese fuente de eticidad, la mejor bandera de probidad del PRI y sus personeros serán las sentencias absolutorias de las instituciones estatales encargadas de perseguir el delito y administrar la justicia, previa y probadamente cooptadas, comenzando por el titular de la PGR, de conocidas filias y cercanía al círculo cercano de EPN.

Finalmente, el escenario extremo es la renuncia tácita por parte de EPN y el PRI a ocultarse tras la careta anti-corrupción, que exigiría buenas razones de que se está a favor del combate frontal a la corrupción; y, en lugar de eso, la asunción abierta de que el imperativo político-electoral hoy, estriba en ganar a toda costa y como sea las elecciones presidenciales. He aquí el escenario de consumación del cinismo como estrategia principal.

La plausibilidad del escenario cínico, por cierto, se asienta en el temor creciente de la actual elite política, hoy exonerada, de ser alcanzada por el brazo justiciero en la coyuntura postelectoral, sobre todo en el caso de una victoria de la izquierda electoral. Así las cosas, dentro de las señales inequívocas de consumación del escenario cínico que estarían prontas ocurrir se encuentran la conversión del actual titular de la PGR, Raúl Cervantes, en el primer Fiscal General, en un encargo por los próximos nueve años.

En esta tesitura, en los meses por venir testificaríamos la extensión al plano nacional del vasto stock de marrullería puesta a prueba en las elecciones recientes del Estado de México, lo que en buena lógica se concretaría en el vuelco abierto y sin cortapisas de los recursos del gobierno federal y los gobiernos locales afines a la campaña presidencial. Un ingrediente necesario para el funcionamiento de esta estrategia es la complacencia ante la fraudulencia por parte del Consejo General del INE y, tendencialmente, de los organismos electorales locales, sujetos a su autoridad.

Las consecuencias del tránsito del Estado fallido y sus instituciones capturadas hacia el Estado cínico, expropiatorio de la soberanía popular, son de pronóstico reservado. Una de las variables clave pasa por la lógica estratégica que se imponga en el PAN, que tiene poderosos incentivos tanto para cooperar en la exoneración de las prácticas de corrupción política en las que ostensiblemente ha incurrido como para comportarse como oposición al actual gobierno, por haber sido víctima de las estrategias fraudulentas en Coahuila.

Precisamente, la actual fricción entre el PRI y el PAN entraña una amenaza adicional a los oficios mediocres de arbitraje prestados por el INE en su corta existencia, que puede dar lugar en los meses próximos a una lucha intestina entre la facción priista de consejeros, liderada por Marco Antonio Baños; y la fracción anti-priista (entre panista y perredista), nucleada en torno a los consejeros Lorenzo Córdova y Benito Nacif.

El común denominador de EPN y equipo cercano con los consejeros del INE es el agotamiento, peor aún, la debacle irreversible de sus narrativas de probidad y congruencia con el interés público y la democracia. La diferencia entre ambos es que el margen del PRI para impulsar fechorías es mucho mayor que el margen del INE para solaparlas, sobre todo en el contexto de la eventual polarización electoral entre el PRI y el PAN en el seno del Consejo General.

Las noticias para el INE y la democracia no son buenas. A la desconfianza mayoritaria de los electores en el árbitro electoral, documentada de manera fehaciente por los sondeos especializados, se suma hoy la desconfianza de sus usuarios consentidos, los partidos políticos, que respondieron a la propuesta de reglamento de “piso parejo para la competencia”, con el mayor número de recursos en contra.

El drama para el actual Consejo General del INE es que es demasiado tarde para voltear a la sociedad y pedir su apoyo para contrapesar la desconfianza de los competidores. Por su parte, maleados como están, entre la incertidumbre de la estrategia de construir un árbitro imparcial y la certidumbre de forzar uno que sea parcial a los intereses propios, los partidos políticos tenderán a inclinarse por lo segundo.

A nuestro país y a nuestra democracia le hacen falta actores con los arrestos necesarios para enarbolar y sostener una narrativa esperanzadora, de cara a un público progresivamente presa del hartazgo y la incredulidad. Ojalá que los sesudos vende espejitos de hoy no tengan éxito en sus ofertas simplonas de hacer marketing político.

 

*Analista político

@franbedolla