Es verdad: el costo en vidas humanas ha sido infinitamente menor a las miles de personas que perecieron aplastadas  por los terremotos del 19 de septiembre de 1985; empero, el daño en la infraestructura sufrido  por el terremoto del 19 de septiembre pasado en  Ciudad de México, Morelos, Puebla, Guerrero, Oaxaca y Chiapas es inconmensurable.

Estamos hablando de miles de edificios no un puñado sino un montón de infraestructura usada para colegios, para albergar oficinas públicas, privadas y también habitacional.

Y ahora es cuando comenzarán las reclamaciones. Las pólizas firmadas son letra escarlata todos los usuarios afectados revisarán la letra pequeña y allí es cuando vendrán los disgustos.

¿Tiene un seguro de hogar? ¿No sabe bien a bien qué firmó? ¿Ignora lo que verdaderamente cubre o no? Pues muchas de las miles de personas afectadas se enfrentarán a la cruda realidad.

Las coberturas ante riesgos no funcionan en México como en el caso de Estados Unidos, donde existe toda una extensa cultura del seguro y ante un tornado o huracán la gente espera –sin mover un dedo- a que llegue el perito evaluador de los daños para determinar el monto de la cobertura y la reparación de los daños.

En México auguro largos meses de batalla judicial entre las personas que contaban con cobertura de seguro hogar o vivienda y las aseguradoras; muy seguramente intentarán estas últimas desafanarse –lo más posible- en erogar para resarcir los estropicios.

Simplemente se puede caer en lagunas legales, en apariencia simples, empero en el fondo complejas: no es lo mismo que el seguro proteja una vivienda en caso de sismo que de terremoto; tampoco que existan daños materiales que estructurales; mucho menos que los daños sean además de en estructuras como en bienes inmuebles y que finalmente sea una pérdida total.

Estamos hablando de largos meses primero de peritaje y luego de batalla judicial… no será fácil e insisto que esta terrible, dolorosa y lamentable experiencia debe servirnos para que los tomadores de un seguro aprendan a leer las letras pequeñas, esto es, las cláusulas  casi invisibles; y las aseguradoras realmente confeccionen productos para la protección (y no desprotección) de sus potenciales clientes.

 

A colación

De acuerdo con la Secretaría de Educación Pública (SEP) hay más de 10 mil escuelas afectadas por el terremoto en todo el país, el dato es escalofriante no es peccata minuta e implica una prioridad nacional porque en sus aulas se da cabida durante largas horas a millones de estudiantes a los que ante todo debe salvaguardarse.

Lo que viene saldrá a tirabuzones. Sin embargo, hay que subsanar errores para evitar otro magno colapso, y  a mi entender debería darse cárcel para todos aquellos promotores inmobiliarios que remozaron las fachadas de los inmuebles ya  resentidos el 19 de septiembre de 1985 y que, después de remaquillarlos, los colocaron de vuelta a la venta en el mercado.

Es jugar con el patrimonio de las personas… es atentar contra la vida de los compradores y de sus familias porque están adquiriendo una bomba de tiempo y si hay gente que lo hizo con alevosía y ventaja debe pagar por ello.

Yo al  menos recuerdo la experiencia en Lindavista, particularmente de la calle Coquimbo, dado que hace 32 años atrás estudiaba a unas cuantas calles de distancia. Y aunque uno de los edificios quedó cimbrado, simplemente lo resanaron y repintaron, dejaron correr el tiempo apostaron a la memoria del olvido; cada departamento se vendía a una media de 5 millones de pesos.

Después están las nuevas construcciones que colapsaron dramáticamente y allí atañe a las autoridades de la Ciudad de México que en los últimos años han expedido licencias para construcción habitacional cuando no se cumplían con los reglamentos señalados.

Hay delegados y jefes de obras involucrados, y aquí también deben responder ante los afectados que de buena fe o se hipotecaron o compraron al contado bajo el entendido de que cumplían con todas las prerrogativas de seguridad.

Ahora es cuando comenzará a salir toda la mugre: jacuzzis sin autorización en un colegio privado; licencias que no debieron otorgarse y peor todavía pólizas cuyas letras diminutas no cubren ninguno de los daños.

 

*Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales

@claudialunapale