El estrés tecnológico o “tecnoestrés”, no es nuevo, pero cada vez es más frecuente y se puede presentar con diferentes síntomas como es la irritabilidad, nerviosismo, ansiedad, dolores de cabeza, trastornos gastrointestinales, episodios de frustración y falta de concentración, entre otros.

La psicóloga Michelle Weil y el educador Larry Rosen, acuñaron por primera vez el término «tecnoestrés» en un libro homónimo de 1997, en el que explicaron cómo el uso continuo de la tecnología puede tener efectos psicológicos, como la adicción.

«El tecnoestrés es un problema real y reside en la interacción entre el usuario de la tecnología y la tecnología en sí misma», explicó un año después en una conferencia sobre el tema la psicóloga Nina Davis-Millis, quien trabaja para el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en Estados Unidos.

Davis-Millis dijo que el tecnoestrés es «la condición resultante de tener que adaptarse a nuevas tecnologías» o al hecho de que la tecnología sea «inadecuada», pero por aquel entonces el fenómeno apenas acababa de nacer.

Hace ya más de dos décadas todavía no existían ni WhatsApp ni Instagram, ni estábamos tan conectados como lo estamos ahora.

El gigante estadounidense Microsoft publicó un informe sobre el tecnoestrés basado en una encuesta a 20.000 trabajadores en más de 20 países europeos.

La compañía dice que la tecnología distrae a los empleados en lugar de hacerlos más productivos. Solamente el 21% de los encuestados dijeron sentirse «muy productivos».

Muchos de ellos aseguraron que la cantidad de correos electrónicos, mensajes y notificaciones les abruma y les impide concentrarse.

Otros, señalaron que la tecnología que usa su empresa les supone un obstáculo para ser más eficientes.

«Los trabajadores modernos tienen tecnología abundante a su alcance, pero esa disponibilidad no se traduce necesariamente en impacto».

Las eternas actualizaciones y notificaciones en redes sociales hacen a la gente menos productiva, dice la firma tecnológica. Y lo mismo ocurre con otros factores vinculados a la tecnología.

Según la empresa de software, la «conectividad constante» tiene ciertos peligros, y están relacionados con las expectativas de que los empleados deben responder a todas horas a cualquier mensaje.

La llamada «flexibilidad laboral» tampoco ayuda, pues a menudo va unida a la asunción de que la gente que trabaja muchas horas debería ser más productiva.

Pero, ¿cuál es la solución?

La cultura digital establece las bases de cómo una empresa usa la tecnología. Por ejemplo, tiene que ver con los sistemas y tipos de software que se adoptan y la formación que reciben los empleados.

Según el informe, en las compañías con una cultura digital robusta, en torno al 22% de los empleados se sienten más productivos.

«Hay que tener en cuenta las consecuencias involuntarias de implementar una tecnología»,dice Cary Cooper, profesor de psicología organizacional en la Escuela de Negocios de Manchester, en Reino Unido, y autor de varios escritos sobre tecnoestrés.

Añadió, que «no queremos renunciar a la tecnología porque es muy útil para las comunicaciones, pero no hemos desarrollado buenas pautas sobre lo que es productivo».

De acuerdo con el especialista, hay todo un nuevo campo de estudio sobre el tecnoestrés en el que se valoran las consecuencias adversas de adoptar nuevos sistemas informáticos.

El psicobiólogo español José María Martínez Seva, autor del libro «Tecnoestrés: Ansiedad y adaptación a las nuevas tecnologías en la era digital» (2011), dice que los inconvenientes generados por las nuevas tecnologías incluyen la pérdida de relaciones personales o la sobrecarga de información.