Muchos conocen la palabra, pocos saben exactamente qué significa. La utilizan para describir a ciertos personajes en la política, pero muchos ya no saben ni siquiera la diferencia.

El populismo es un término ampliamente usado y de especial interés en México debido a la presencia de un candidato en particular que se presenta como favorito en las elecciones presidenciales que se llevarán a cabo en verano. Pero, exactamente, ¿a qué nos referimos cuando decimos que un político es “populista”?

El debate sobre la verdadera definición es muy amplio, sin embargo, sí hay un consenso general sobre los elementos básicos que se consideran populista desde la Ciencia Política. Por ello, me parece importante compartirte algunas de las ideas básicas que acompañan al concepto “populismo”, al menos desde la perspectiva académica y no desde una visión polémica impulsada por cierta profesora guatemalteca en los últimos años.

En primer lugar, está la división maniquea de la sociedad. Es decir, escuchar a un candidato decir que la sociedad de un país se divide entre “el pueblo”, generalmente endiosado por sus características puras, y la “élite corrupta”, refiriéndose a aquellos que ocupan posiciones de poder – desde políticos hasta empresarios – y que buscan deliberadamente la manera de robar para su beneficio y de engañar al pueblo. Este primer elemento dicotómico busca la identificación de la población con el candidato, para lograr diferenciar entre “nosotros los buenos” contra “ellos los malos”.

En segundo lugar, está la apelación a las masas. Un populista va a aprovechar el descontento de las masas y con ello, suele “crear” un escenario de crisis. Es decir, escuchar a un candidato hablar sobre crisis cuando no hay comprobación empírica para lo que está diciendo, está apelando al descontento para promoverse a sí mismo como el “salvador” que puede resolver todo de manera rápida (y mayoritariamente simplista). Además, el candidato populista suele decir cosas como “nosotros somos los únicos que conocemos y escuchamos al pueblo”, dando a entender que sólo ellos pueden expresar la volonté générale de la gente.

En tercer lugar, según Cas Mudde, el populismo no es ni de derechas ni de izquierdas, e incluso puede ser centrista. En este sentido, los estudios de Laclau sobre el populismo se limitan debido a su tendencia a explicar sólo el populismo de izquierdas en América Latina. Como bien podrás saber, en Europa también hay políticos populistas de ambos lados. En la derecha, Viktor Orban, Alexander Gauland o Marine Le Pen, y en la izquierda, Beppe Grillo o Pablo Iglesias.

Otro elemento importante que caracteriza al político populista es la incompatibilidad con la democracia liberal. No es que un populista rechace la democracia como tal, sino todo lo contrario. Un político con estas tipología promete y lleva a cabo consultas ciudadanas, denigrando la representatividad del parlamento por formar parte de una “élite corrupta”. Por ello, el populismo prioriza el poder mayoritario a otros elementos liberales como los pesos y contrapesos institucionales o los derechos de las minorías.

Para los expertos, el populismo puede ser desde una ideología hasta una estrategia, discurso, movimiento o estilo; pero siempre tomando en cuenta los elementos antes mencionados. Por supuesto que hablamos de un tema complejo, pero espero que esta columna te ayude en el futuro para saber identificar si a quien se le llama “populista” en efecto lo es.

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