La orientación de los grandes templos de Mesoamérica está relacionada con el tiempo y reproduce la estructura del calendario usado en la región durante tres mil años.

El profesor Jesús Galindo Trejo, del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM, señaló han declarado que no se ha encontrado nada parecido en otra parte del mundo.

Explicó que dicho sistema calendárico constaba de dos cuentas: una solar de 365 días, agrupados en 18 “meses” de 20 jornadas (más cinco adicionales) y otra religiosa de 260, organizados en 20 periodos de 13 días.

“Ambas empezaban al unísono y poco a poco se desfasaban. Sólo después de 52 años volvían a coincidir y todo empezaba otra vez. Cuando esto pasaba se hacían ceremonias de relevancia, como la del Fuego Nuevo”,declaró

Ya es una tradición que cada 21 de marzo, convocados por el equinoccio, miles de personas coincidan en el sitio arqueológico para observar el fenómeno lumínico que hace que la serpiente Kukulcán descienda por el declive de la pirámide.

En desacuerdo con esta postura, el investigador sostiene que cada detalle del Castillo expresa, arquitectónicamente, la esencia del calendario mesoamericano. “De entrada, el edificio posee cuatro escalinatas, cada una con 91 escalones. Si multiplicamos ambas cifras obtenemos el número 364, y si al resultado le sumamos la plataforma común de arriba llegamos a los 365 días del año”.

“Si observamos la pirámide del Sol, en Teotihuacán, veremos que su alineación responde a los ocasos del 29 de abril y del 13 de agosto, mientras que la del templo Mayor de Tenochtitlán a las puestas solares del 9 de abril y el 2 de septiembre.

Sobre este punto, el arqueoastrónomo expuso que las grandes pirámides de Mesoamérica están orientadas según cronologías no obvias a nivel astronómico, pero que señalan la división del año solar.

A fin de hacer visible esta Epifanía numérica, Jesús Galindo expuso que la Pirámide del Sol de Teotihuacán fue dispuesta según los ocasos del 29 de abril y del 13 de agosto.

“Si subimos a la parte más elevada del monumento en la primera fecha y dejamos correr 52 jornadas, veremos que el astro llega al solsticio de verano (el 21 de junio), y si transcurren otros 52 constataremos que arribará a su segunda alineación (la del 13 de agosto). Si en este punto calculamos el tiempo restante para que el Sol retorne a la alineación inicial del 29 de abril, contaremos 260 días. Así vemos un patrón temporal que nos arroja los números: 52, 52 y 260, tan característicos del calendario solar mesoamericano.

En contraste, el Templo Mayor de Tenochtitlán está orientado por los ocasos del 9 de abril y del 2 de septiembre. Si aplicamos el mismo método veremos que del 9 de abril al solsticio de verano hay 73 días y que se repetirán otros 73 hasta que el Sol llegue a la segunda alineación, la del 2 de septiembre. Una vez más, si hacemos cuentas del tiempo restante para cerrar el ciclo, el 9 de abril, tendremos 219 días, es decir, tres veces 73, cifra clave desde una perspectiva ritual.