La desesperación se convirtió en ira el martes en la localidad más próxima al epicentro del potente sismo y tsunami que sacudieron partes de la isla de Sulawesi hace cuatro días, mientras los residentes pedían ayuda al presidente de Indonesia y los hambrientos sobrevivientes se arrastraban hasta las tiendas para tomar cajas de comida. La cifra oficial de fallecidos superó las 1.200 personas, con cientos de heridos graves y muchos todavía atrapados entre los escombros.

Por el momento, la mayor parte de la atención se centró en la ciudad más afectada, Palu, con 380.000 habitantes y que sufrió considerables daños. Donggala y otras áreas periféricas recibieron menos ayuda por el mal estado de las carreteras y la caída de las líneas telefónicas luego del sismo de magnitud 7,5 registrado al anochecer del viernes, que generó un tsunami que se dijo que alcanzó los seis metros (20 pies) de alto en algunos puntos.

“Aquí nos sentimos como hijastros porque toda la ayuda está yendo a Palu”, dijo Mohamad Taufik, un residente de la zona de Donggala de 38 años que dijo que cinco de sus familiares siguen desaparecidos. “Hay muchos niños pequeños que están hambrientos y enfermos, pero no hay leche ni medicamentos”.

El número de víctimas mortales confirmadas subió a 1.234 personas, dijo el vocero de la agencia de desastres, Sutopo Purwo Nugroho, en una conferencia de prensa en Yakarta. En las comunidades de Sigi y Balaroa todavía hay mucha gente atrapada, por lo que la cifra podría aumentar.

“Con toda la ayuda logística que está llegando, el servicio a los refugiados es mejor”, señaló el portavoz. “Todavía necesitamos más tiempo para hacer frente a todos los problemas”.

El lunes se enterraron 153 cuerpos en una fosa común, dijo agregando que la operación seguía el martes.

En Donggala, muchos mostraron su frustración tras esperar la llegada de ayuda durante días.

“Preste atención a Donggala, Sr. Jokowi. Preste atención a Donggala”, gritó un residente en imágenes emitidas por la televisora local, refiriéndose al presidente del país, Joko “Jokowi” Widodo. “Aquí sigue habiendo muchas aldeas desatendidas”.

El jefe del gobierno local de Donggala, Kasman Lassa, dijo que los residentes deberían llevarse solo alimentos básicos de las tiendas.

“Todo el mundo está hambriento y quiere comer tras varios días sin hacerlo”, señaló Lassa. “Lo hemos anticipado proporcionando comida y arroz, pero no fue suficiente. Hay mucha gente aquí. Por lo tanto, en este asunto, no podemos presionarlos para que aguanten mucho más tiempo”.

La desesperación entre las víctimas que recibían poca ayuda era visible en todas partes. En Palu, carteles colocados a lo largo de la carretera decían “Necesitamos comida ” y “Necesitamos ayuda”, mientras niños pedían limosna en las calles y largas filas de autos atascaban las calles mientras esperaban por combustible.

Los equipos de rescatistas buscaban sobrevivientes atrapados bajo las destruidas viviendas y edificios, incluyendo un hotel de ocho plantas que se vino abajo en la ciudad, pero necesitaban más maquinaria pesada para retirar los escombros.

Se cree que muchas personas siguen atrapadas bajo las casas que quedaron destrozadas en el vecindario de Balaroa, en Palu, donde el temblor sacudió la tierra de forma violenta, Nugroho.

“Yo y otras 50 personas en Balaroa pudimos salvarnos subiendo a un montículo de tierra que se estaba haciendo cada vez más alto”, dijo Siti Hajat, una residente en la zona a la televisora MetroTV, añadiendo que su casa quedó en destruida.

En el barrio de Petobo, el sismo hizo que la tierra suelta y húmeda se licuara, creando un lodo espeso y pesado que provocó enormes daños. “En Petobo, todavía hay cientos de víctimas enterradas en barro”, apuntó Nugroho.

Los residentes que encontraron a sus seres queridos, vivos o muertos, durante el fin de semana expresaron su frustración porque los equipos de rescate no llegaron a Petobo hasta el lunes.

Se espera que la cifra oficial de decesos aumente a medida que las autoridades accedan a zonas que quedaron aisladas. Además de Donggala, las regencias de Sigi y Parigi Moutong _ que tienen una población combinada de 1,2 millones de personas _ no han sido evaluadas por completo.

Alrededor de 3.000 residentes abarrotaron el aeropuerto de Palu para intentar subir a un avión militar o a uno de los pocos vuelos comerciales que utilizaban la infraestructura, que resultó parcialmente dañada. Imágenes de video mostraban a algunos gritando de rabia por no poder embarcar en un avión militar que partía.

“¡No hemos comido en tres días!“, grito una mujer. “¡Solo queremos estar a salvo!“.

Casi 50.000 personas se vieron obligadas a dejar sus hogares solo en Palu, señaló Nugroho, y los hospitales estaban desbordados.

Indonesia sufre frecuentes terremotos, erupciones volcánicas y tsunamis al estar ubicada en el “Cinturón de Fuego”, un aro de volcanes y fallas sísmicas en la Cuenca del Pacífico. El mes pasado, un poderoso sismo mató a 505 personas en la isla de Lombok y el martes se registraron dos movimientos telúricos moderados cerca de una isla del este.

Los temblores, que se produjeron con 15 minutos de diferencia, dañaron un puente en la isla de Sumba, pero no provocaron alertas de tsunami y no se reportaron más daños de inmediato. Los sismos ocurrieron a casi 1.600 kilómetros (990 millas) al sur de Palu.

En diciembre de 2004, un enorme terremoto de magnitud 9,1 frente a Sumatra, al oeste de Indonesia, desencadenó un tsunami que cobró la vida de 230.000 personas en una docena de países.