El dramaturgo y narrador Jorge Ibargüengoitia, quien nació un día como hoy, pero de 1928, es recordado por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), como uno de los escritores mexicanos más prolíficos de su época, el cual lograba convertir elementos grotescos o absurdos en sátiras mordaces.
Ibargüengoitia fue un genio de la escritura que durante su adolescencia soñaba con dedicarse a la ingeniería, sin embargo, al ver la obra “Rosalba y los llaveros” de Emilio Carballido, descubrió su pasión por la literatura.
Más tarde, inició su formación profesional inscribiéndose a la universidad, donde se convirtió en “el único alumno verdadero” de Rodolfo Usigli, considerado el padre del teatro mexicano moderno y quien opinaría de su alumno que “es evidente que tiene usted sentido del diálogo y es capaz de escribir comedia”.
La carrera del amante de las letras despegaría poco a poco cuando ganó el premio de la novela Casa de las Américas en 1964 con su obra “Los relámpagos de agosto”, la cual se tradujo en siete idiomas y cambió su vida porque lo “hizo comprender que el medio de comunicación adecuado para un hombre insociable como yo es la prosa narrativa”, señala un comunicado de prensa.
Para el mexicano escribir significaba llegar directo al lector, sin intermediarios, sin convencer a actores o empresarios y por medio de hojas que las personas pueden decidir cómo y cuándo leerlas, sin ofender a nadie.
Logró impresionar al periodista Vicente Leñero, quien aseveraba que lo que en los sesenta fueron Gustavo Sainz y José Agustín para la novela mexicana, lo fueron para la dramaturgia mexicana Héctor Mendoza y Jorge Ibargüengoitia.
“La ley de Herodes”, “Maten al león”, “Estas ruinas que ves”, “Las muertas”, “Dos crímenes” y “Los pasos de López” son algunas de las obras más destacadas de este autor que lo convirtieron en una figura singular dentro de las letras mexicanas.
“Si vivo ochenta años, cuando muera dejaré un montoncito de libros y me llevaré a la tumba una vastísima biblioteca imaginaria”, fueron las palabras de Ibargüengoitia al cumplir 50 años y que enmarcan su amor por las letras