La directora de la División de Promoción de la Calidad de la Atención Sanitaria, del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades en Estados Unidos (CDC), Denise Cardo, pidió reconocer que los procedimientos médicos, quirúrgicos o de laboratorio clínico, pueden ser responsables de la transmisión de infecciones bacterianas.

En una visita que realizó a México, dijo que el CDC y la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA por sus siglas en inglés), han encontrado evidencia, con tecnología, que relaciona bacterias al dispositivo.

De acuerdo a un comunicado difundido por la compañía estadunidense de dispositivos médicos Becton, Dickinson and Company, la experta recordó un análisis realizado con un endoscopio, que estuvo pasando una infección a cada paciente.

El estudio de “Principales inversiones para combatir la resistencia a los antibióticos” realizado por el CDC, señala que las infecciones por dispositivos médicos se relacionan con catéteres, tomas de muestra de sangre, aparatos del área de cuidados intensivos y de las unidades de diálisis.

Entre los microorganismos más peligrosos por sus resistencia a los antibióticos se encuentra la enterobacteria (ERC) o “bacteria pesadilla”, que posee la habilidad única de diseminarse y compartir con otras bacterias sanas su resistencia a los antibióticos más potentes disponibles actualmente.

En la lucha contra la resistencia antimicrobiana (RAM), uno de los mayores retos en salud a nivel mundial, es importante fomentar el cuidado en procedimientos limpios.

Es por esto que “al trabajar en conjunto el CDC con la FDA y las autoridades de control, las entidades regulatorias y los profesionales de la salud, debemos ayudar también a la industria de dispositivos médicos para que mejore sus instrumentos y protocolos de manipulación, para que no sean los que causan las infecciones”, resaltó Denise Cardo.

Comentó que igual de importante es conocer la bacteria que causa la infección, ya que en Estados Unidos 50 por ciento de los antibióticos se usan para infecciones que no corresponden con la bacteria de cada paciente, es decir, la mitad de los pacientes ingiere más antibióticos de los que realmente necesita.