El fin de semana se dieron a conocer las ideas principales planteadas por el documento que representa dos años de investigación sobre la posible colusión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con Rusia para ganar los comicios de 2016: el Informe Mueller.

Aunque los detalles no han sido revelados, el resumen plantea que “no existen elementos de prueba de un entendimiento o una coordinación entre el equipo de campaña de Donald Trump y Moscú para influenciar en los resultados de las elecciones”, aunque esclarece que sí hubo acciones rusas que propiciaron la victoria del republicano mediante una campaña de desinformación en redes sociales y desprestigio (y hackeo) a la candidata Hillary Clinton.

Aunque el Informe Mueller, en el que participaron 19 abogados que fueron asistidos por un equipo de aproximadamente 40 agentes del FBI, no tuvo los explosivos resultados que muchos esperábamos, tampoco exonera al presidente de otras acusaciones, tales como los sobornos a Stormy Daniels o el despido del ex director del FBI, James Comey

Trump calificó esto como una victoria a través de su cuenta de Twitter; sin embargo, el Informe Mueller pone en relieve la fragilidad del sistema electoral estadounidense y constituye un hito en la historia de Estados Unidos.

Para empezar, la idea definitiva de que Rusia influenció los comicios presidenciales tiene una gran relevancia. A pesar de que esta información no es nueva, el Informe Mueller constituye el trabajo investigativo de más alto nivel sobre el tema. Esto debe de constituir un punto de inflexión para replantear la seguridad y efectividad del sistema electoral estadounidense que, sobra decir, es más que imperfecto.

Si esto hubiera ocurrido en tiempos de la Guerra Fría (que cada día parece estar más viva que nunca), hubieran bastado algunas especulaciones, como las reuniones de Trump Jr. con agentes rusos, o tan sólo algunos rumores para encender la ira del Macartismo y terminar con la presidencia de Trump.

A esto se suman las declaraciones de Michael Cohen, el antiguo abogado de Donald Trump y su colaborador más cercano que ha comparecido ante la justicia. Actualmente Cohen está condenado a tres años de prisión y hace un par de semanas buscó “reivindicarse” moralmente haciendo públicas todo tipo de acusaciones en contra del presidente y llamándolo “racista, estafador y tramposo”.

Todo esto representaría la peor pesadilla para cualquier presidente, pero al parecer no para Trump. Su apoyo popular no ha caído de manera significativa y su apelación a la identidad y al pueblo americano aún constituye un reto importante para sus rivales.

Aunque el presidente ganó esta batalla aún no ha ganado la guerra. Los ojos de los demócratas y críticos del régimen seguirán puestos sobre las acciones – pasadas y presentes – del repúblicano. Luego de que Nancy Pelosi, líder de los demócratas en el Congreso, se declarara en contra de un impeachment, la apuesta se queda, por el momento, en las urnas de lo que serán las elecciones más decisivas en los últimos tiempos: las de 2020.

Sin embargo hay que recordar que se trata del Reality Show President, así que aún queda ver cómo finalizará este episodio y si se renovará el show para una segunda temporada.

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