Las tropas estadounidenses dispararon gases lacrimógenos este miércoles cuando milicianos respaldados por Irán y otros manifestantes se congregaron en el exterior del complejo de la embajada de Estados Unidos en Bagdad, Irak, por segundo día y prendieron un fuego en el tejado de una zona de recepción dentro del recinto.

Docenas de milicianos pro Teherán y sus seguidores acamparon durante la noche a las puertas de la legación diplomática en Bagdad, un día después de entrar por la fuerza al complejo, donde destrozaron una zona de recepción, rompieron vidrios y realizaron pintadas antes de retirarse.

Los marines estadounidenses que custodiaban el recinto dispararon gases lacrimógenos cuando aumentó el número de manifestantes y luego de que encendieron un fuego en el tejado de la zona de recepción. Del edificio salía humo. No se reportaron heridos desde el inicio de las protestas.

Más tarde, soldados iraquíes, policías federales y fuerzas antiterroristas de élite se desplegaron a lo largo de la cerca que separa a los manifestantes del complejo. No hubo enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y los disconformes.

Las Fuerzas de Movilización Popular, que agrupa a varias milicias aliadas de Bagdad, emitió un comunicado pidiendo a sus seguidores que abandonen la zona en respuesta a un pedido del gobierno y añadió que “su mensaje ha sido recibido”.

Pudo verse a algunos manifestantes retirando sus tiendas de campaña más tarde en el día, mientras que otros dijeron que se quedarían. Un vocero de la milicia Kataeb Hezbollah, Mohammed Mohieh, dijo a la agencia AP que la sentada “continuará”.

Según Mohieh, estaban presionados por “la presidencia y algunos políticos iraquíes” que quieren “complacer a los estadounidenses”. Pero agregó que los seguidores del grupo se quedarán hasta que se expulse al embajador, se cierre la delegación y todas las tropas estadounidenses abandonen el país.

Los milicianos protestan por los letales ataques aéreos de Washington contra una milicia respaldada por Irán, que mataron a 25 combatientes durante el fin de semana. Esa operación respondía a un ataque con cohetes contra una base militar iraquí en el que murió un contratista estadounidense.

La embajada, ubicada a orillas del Río Tigris en un distrito gubernamental conocido como Zona Verde, es la misión diplomática de la Casa Blanca más grande del mundo y una de las más protegidas. En el pasado fue objeto de ataques con cohetes y mortero, pero las bajas son inusuales.

La violencia se produce en un momento en el que Irán y sus aliados enfrentan meses de multitudinarias protestas sin precedentes y luego de que las fuertes sanciones decretadas por Estados Unidos sacudieron su economía y elevaron las tensiones en toda la región. En Irak, los manifestantes están molestos por la corrupción y la mala gestión económica del gobierno de Bagdad, además de por su estrecha relación con Teherán.

El magnate Donald Trump culpó a Irán del ataque a la embajada y el secretario de Defensa, Mark Esper, anunció el despliegue inmediato de un batallón de infantería con unos 750 soldados de la 82da División Aerotransportada de Fort Bragg, en Carolina del Norte, a Oriente Medio. No reveló el destino de los refuerzos, pero un funcionario estadounidense familiarizado con la decisión dijo que irán a Kuwait.

Irán negó cualquier implicación con los incidentes en el complejo diplomático. El vocero del Ministerio de Exteriores, Abbas Mousavi, advirtió a Washington de que cualquier “error de cálculo” podría empeorar la situación, según fue citado por medios estatales.

El ayatolá Ali Jamenei, el líder supremo de Irán, criticó el operativo estadounidense del domingo contra la milicia. En declaraciones publicadas por la agencia noticiosa semioficial ISNA, acusó a Washington de vengarse de su país por la derrota del grupo extremista Estados Islámico (DAESH), que dijo que era una creación estadounidense.

En una aparente referencia a las acusaciones de Trump sobre la presunta implicación iraní, Jamenei señaló que “si la República Islámica toma la decisión de confrontar a algún país, lo hará directamente”.

Washington y Teherán compiten por su influencia en Irak desde la invasión de 2003 liderada por Estados Unidos que derrocó a Saddam Hussein. Irán tiene una estrecha relación con la mayoría chií del país vecino y con muchas de sus principales facciones políticas, y su influencia ha crecido constantemente desde entonces.