Mientras que la mayor parte de California festeja la apertura de más lugares para comer, irse de compras y jugar el fin de semana, Los Ángeles no pudo sumarse a la fiesta.

El condado más populoso del país no planea reabrir más extensamente sino hasta el próximo feriado veraniego, el 4 de julio, porque tiene una porción desproporcionamente grande de los casos de coronavirus en el estado y no puede satisfacer los nuevos estándares estatales para permitir negocios y actividades recreativas adicionales.

El condado de Los Ángeles, con una cuarta parte de los casi 40 millones de residentes del estado, tiene aproximadamente a mitad de todos los casos de coronavirus y 55% de las más de 3.600 muertes.

En días recientes, las tendencias de muertes y hospitalizaciones han mejorado, pero el viernes la coordinadora de la respuesta de la Casa Blanca al coronavirus nombró la ciudad como una región en la cual el contagio del virus es preocupante. La doctora Deborah Birx les pidió a los Centros de Control y Prevención de Enfermedades que ayudasen a determinar la fuente de los nuevos casos para tratar de prevenir brotes futuros.

Los Ángeles está entre un pequeño número de los 58 condados de California que no ha contenido el brote lo suficientemente par reabrir más actividades y comercios o, como es el caso de varios condados en el área de San Francisco, han decidido tomarse más tiempo.

La densidad poblacional está en el centro del problema en Los Ángeles, en los hogares de ancianos que han registrado la mitad de las muertes del condado y en algunos de los barrios más atestados del país en los que los hispanos y los negros sufren un número desproporcionado de infecciones y muertes.

A diferencia de la compacta Ciudad de Nueva York, que ha sido el epicentro de la pandemia en Estados Unidos, Los Ángeles y el condado circundante se extienden en suburbios y muchos barrios de casas unifamiliares. La falta de densidad, mayor en las áreas acaudaladas, y la dependencia en automóviles para transporte, sirven de barreras contra el virus.

Pero muchos en grandes secciones de la ciudad viven una realidad opuesta. Múltiples generaciones comparten en ocasiones un apartamento. Los trabajadores esenciales no tienen el lujo de trabajar desde sus casas. Las tiendas de alimentos y las farmacias son escasas y menos personas con automóviles significa un uso mayor del transporte público, una circunstancia en la que a menudo no pueden separarse unos de otros