JOSÉ MARTÍNEZ M.

El presidente Obrador es un hombre de rencores. Lo malo es que su gobierno se rige por sus fobias, sus odios y sus resentimientos. Para eso Obrador usa el poder.

Hace poco el historiador Héctor Aguilar Camín en una conversación con excompañeros del colegio Patria se refirió a Obrador como un presidente “pendejo” y “petulante”. “Obrador quiere que México esté empobrecido y jodido para gobernar”. El video de esa charla se filtró en Youtube y sonó el escándalo. VER ENLACE del video en: (https://www.youtube.com/watch?v=icl9DglguXY)

Obrador se la tenía guardada y llegó el momento de cobrársela. Antes Obrador utilizó a la revista Contralínea –alineada al obradorismo– para atacar a Aguilar Camín con un viejo contrato obtenido en el gobierno de Salinas.

Camín conoció a Obrador en 1978 y lo presentó con un importante grupo de intelectuales, entre ellos Carlos Monsiváis, e incluso lo llevó con el magnate Carlos Slim cuando ganó la elección como jefe de Gobierno, en el año 2000 para emprender proyectos conjuntos como el rescate del Centro Histórico.

Camín se convirtió en un intelectual incómodo para el obradorismo y ahora paga las consecuencias como muchos editores críticos de la cuarta transformación.

Los gobiernos democráticos cuando atraviesan momentos de crisis suelen amplificar y enriquecer los debates a través de la prensa para llegar al mayor número posible de ciudadanos, pero lamentablemente con el gobierno de Obrador sucede lo contrario. La obsesión del presidente por acallar las críticas aísla a los ciudadanos del debate.

La polémica estimula la participación democrática e incluso la discusión pública nos ilumina.

Ese es el papel que desempeñan medios como las revistas Nexos y Letras Libres y muchas otras publicaciones.

A lo largo de nuestra independencia como nación, la prensa ha ayudado a profundizar la democracia.

Cierto, “el periodismo es el primer borrador de la historia”, decía el legendario editor de The Washington Post, Phil Graham.

La tarea del periodismo es pedirle cuentas a las instituciones poderosas.

Don Daniel Cosío Villegas insistía en que el papel de la prensa era hacer pública de verdad la vida pública.

Pero Obrador, como muchos de nuestros políticos no está acostumbrado a la rendición de cuentas.

Su obsesión por pasar a la historia como el “mejor” presidente de todos los tiempos lo ha vuelto paranoico.

Todo aquel que ejerce la crítica es su enemigo.

Obrador que se siente inexpugnable pretende una prensa como un convidado de piedra sin ningún derecho a alzar la voz, eso lo vemos todos los días en su “mañanera” desde donde ataca con ferocidad a sus críticos.

Jamás ningún presidente se había mostrado tan ruin con la prensa llenándola de adjetivos.

Un presidente que actúa deliberadamente con falsedad, hipocresía y engaño.

Un presidente que con esa actitud se ha puesto de lado de los

fanáticos religiosos y políticos, de los dictadores, de las bandas de criminales y traficantes, y de los dueños de imperios económicos que ven como una amenaza para sus intereses la existencia de una prensa independiente y libre.

Tenemos un presidente frívolo que no le gusta hablar de los muertos de la pandemia ni de la violencia, que prefiere hablar de sus rifas y sus tómbolas, que prefiere el espectáculo que las ideas y que contamina la vida política con sus desplantes de payasadas que exhiben su egolatría con actuaciones de un malísimo comediante.

Por el contrario él se asume como un “líder fascinante” como la estrella de un circo.

Sus aduladores como John Ackerman que lo idolatran y hasta lo consideran como “el hombre más sabio del mundo”, es la síntesis del cinismo y la ignorancia, sentir admiración por un personaje mesiánico que idolatra a Benito Mussolini. Un presidente que tiene un concepto deformado de la historia. No nos sorprendería si mañana escribe la versión vernácula de “Mi lucha”, como otro más de sus mamotretos.

Un presidente que no entiende que el circo y la política no se llevan y que el periodismo cumple simplemente con su tarea de criticar la vida pública, los niveles de pobreza, la caída de la economía, el desastre sanitario, la sanguinaria violencia y la corrupción misma enquistada en el gobierno que sigue tan vigente como en los anteriores gobiernos.

El periodismo hoy es víctima del autoritarismo

Tenemos un presidente que quiere que lo traten como un rey, que lo llenen de halagos, lo adulen y lo llenen de regalos como los ineptos de los que se rodea todas las mañanas para escuchar sus sermones “progresistas”.

Hoy ataca a Nexos, del escritor y periodista Héctor Aguilar Camín,  ayer al editor de Letras Libres, al que comparó con Lucas Alamán.

El caso de Nexos va más allá de un mero asunto de publicidad. Se trata de un caso de censura.

Frente a la política del gobierno de Obrador –que privilegia a los que lo adulan como las televisoras y el periódico La Jornada– los medios enfrentan el reto de terminar con los atavismos de la insana relación con el gobierno, en esa extraña mezcla de intereses económicos y políticos, y aún facciosos entre periodistas, políticos y funcionarios.

Obrador debe entender su papel de que ya no son los tiempos de contar con una prensa domesticada al servicio del gobierno.

El tabasqueño cortó de tajo con un machete las reglas del juego pero ha favorecido a incondicionales y ha corrompido a otros en su afán de contar con una prensa sumisa e incondicional.

No es que los medios reclamen la persistencia de los viejos esquemas de corrupción. Eso se acabó y eso hace tener una mejor prensa en la disputa por los lectores.

Precisamente estamos viviendo esa transición pero otras es quitar la palabra y los más elementales derechos a los periodistas críticos.

Obrador ha preferido arreglarse con un buen número de empresarios periodísticos a cambio de la sumisión. Ahí están las televisoras con sus dueños incluso como “consejeros” presidenciales.

En medio de la adversidad económica y sin las reglas del juego de antaño, los medios están emprendiendo nuevos caminos ante la hostilidad del gobierno con una visión más comprometida con la democracia, la transparencia y la ética.

La de Nexos, es una lección para los medios y un espejo de un gobierno autoritario de piel sensible ante la crítica.