António Guterres, cabeza de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) advierte que la pandemia ha creado un peligroso caldo de cultivo para el sector educativo, poniéndolo en riesgo, de incremento del ausentismo y primordialmente de la deserción en las aulas.

Para el fracaso escolar, la única vacuna es el aprendizaje, la disciplina y el estudio comprometido, la evolución de los datos de contagiados a nivel mundial del SARS-CoV-2 no son nada halagüeños: los infectados con coronavirus superan los 24 millones mientras el número de fallecidos se encamina hacia el millón y ni las elevadas temperaturas estivales han logrado contener al patógeno que sigue circulando además entre continentes y países en la medida que el trasiego de viajeros va de un sitio a otro contribuyendo con ello a que, las seis cepas reconocidas por la OMS del virus, pasen de un lugar a otro evidenciando diversas intensidades en su propagación y en sus efectos adversos.

Guterres vaticina una “catástrofe generacional” si persisten varios centros educativos cerrados y no se retorna a las aulas para echar a andar el ciclo educativo 2020-2021.

En datos fríos y duros, la propia ONU, asevera que “el mundo ya padecía una crisis educativa antes de la pandemia” porque más de 250 millones de niños en edad escolar no estaban escolarizados.

A inicios de septiembre, siguen cerradas las escuelas en cerca de 160 países afectando la vuelta a los centros escolares de 1 mil millones de estudiantes.

El coronavirus también ha trastocado al sector educativo al que la urgencia sanitaria y los confinamientos tomaron por sorpresa demostrando que, los teléfonos móviles y otros dispositivo tecnológicos, usan más el Internet para las redes sociales que para crear nuevos circuitos educativos favorables para instrumentar unas verdaderas aulas virtuales.

Nadie ha estado preparado y cada país está dejando al desnudo sus grandes carencias y deficiencias: en México, la vuelta a clases se ha decidido bajo la dolorosa y rampante polarización de sus estratos sociales, los que puedan estudiarán online con sus tablets y computadoras personales.

Los del México profundo volverán a las televisiones, esto es, a las clases de hace cuarenta años cuando las telesecundarias eran la única opción para un buen número de adolescentes y muchachos olvidados en los rincones de la geografía patria.

Este virus maldito ahonda las brechas en todos los sentidos y en todos los sectores, encima haciendo más agria la convivencia social, tanto amistades como matrimonios endebles, han sucumbido ante las tensiones del momento crucial que dejan al desnudo nuestros mayores temores.

Mientras a los educandos los estrella de golpe ante una inminente realidad: la digitalización como opción y quienes tengan los medios continuarán, quienes no, quedarán rezagados y dejarán los estudios.

Por muchas décadas creímos que nuestro mayor desafío social para incluir a los excluidos comenzaba por alfabetizarlos, la pandemia nos ha recordado que aquellos que están ajenos a las nuevas tecnologías ahora son analfabetas digitales… y algunos probablemente doblemente analfabetas; esto es, doblemente excluidos en África, en mucha partes de Asia y por supuesto de América Latina; aunque también Europa debería mirarse las barbas con los grupos minoritarios de inmigrantes y otros colectivos vulnerables.

A COLACIÓN

En Europa, la vuelta a clases está siendo un quebradero de cabeza, mientras algunos grupos de padres de familia piden que Educación les permita elegir entre llevar a sus hijos a las aulas o bien que tomen las clases en línea.

Boris Johnson, primer ministro de Reino Unido, asegura que la transmisión entre los niños es “muy, muy baja” y que, si se contagian, los efectos en ellos son “muy, muy bajos”. Reino Unido estudia incluso sancionar a los padres que no lleven a sus hijos a las aulas.

La escolarización más que un derecho en Europa es una obligación, muchos padres rebeldes podrían enfrentarse -ante su negativa a matricular a sus hijos- a un expediente por abandono escolar que los confronte con servicios sociales. Esto es tan complejo como el dilema de la bolsa o la vida…

 

Claudia Luna Palencia