Tres refugiados rohinyás han fallecido desde la llegada el pasado lunes a Indonesia del barco con casi 300 personas que habían sufrido una infernal travesía de más de cinco meses en los que estuvieron vagando en el Golfo de Bengala y varios países de la zona se negaron a dejarles desembarcar en sus costas.

Este viernes murió una refugiada de 19 años después de que el miércoles falleciera otra mujer de 21 años y el jueves un hombre de 22, todos ellos ingresados en el hospital de Lhoksemawe, en la provincia de Aceh, informó a Efe Rima Shah Putra, director de la ONG local Yayasan Geutanyoe, que atiende a los refugiados.

Los tres fallecidos habían llegado en barco a las costas de Aceh tras haber pasado en alta mar más de cinco meses con otros 294 refugiados, que ahora se hallan en un campo a las afueras de Lhoksemawe.

ENFERMOS TRAS MESES EN EL MAR

Jalaluddin, portavoz del hospital de Lhoksemawue en el que fallecieron y que como muchos indonesios sólo tiene un nombre, indicó a Efe que los tres fallecidos padecían de neumonía y dificultades respiratorias, tras lo que añadió que hay otros tres ingresados con los mismos síntomas.

Por su parte, Putra señaló a Efe que se habían realizado pruebas de la COVID-19 a todos los refugiados con resultados negativos, y explicó que «están muy débiles tras haber pasado tantos meses en el mar».

El director de la oenegé local añadió que varios refugiados mostraban signos de haber sufrido violencia, probablemente a manos de los traficantes de personas que los transportaban.

UNA LARGA TRAVESÍA

El pasado lunes, Chris Lewa, fundadora de la ONG Arakan Project, que lleva años estudiando los flujos migratorios de los rohinyás, explicó a Efe que los 297 refugiados llegados a Indonesia procedían de un barco más grande, con 800 personas.

Dicho barco había partido a finales de marzo o a principios de abril de los campos de Bangladés donde se hacinan casi un millón de rohinyás expulsados de Birmania (Myanmar) con rumbo a Malasia, destino habitual de estos refugiados.

«Esta nave nodriza no pudo encontrar la manera de desembarcar en Malasia, ya que se lo impidieron varias veces las fuerzas de seguridad de Tailandia y de Malasia. Entonces dividió a sus pasajeros para desembarcar en varias embarcaciones más pequeñas», señaló Lewa.

Según la investigadora, otros cuatro barcos lograron desembarcar entre junio y julio en Malasia e Indonesia y «con suerte, este grupo de 297 es el último» que quedaba en alta mar.

Lewa también explicó que los refugiados estuvieron tanto tiempo a la deriva «como consecuencia de las restricciones de movimientos impuestas por la COVID-19 y haber sido empujados de vuelta a alta mar, pero también porque los traficantes los mantuvieron como rehenes en alta mar hasta que todos pagaran sus viajes«.

PERSEGUIDOS EN BIRMANIA

La inmensa mayoría de rohinyás son apátridas a los que el Gobierno birmano arrebató la ciudadanía a principios de los años noventa del siglo pasado y ha discriminado durante decenios por considerarlos inmigrantes ilegales procedentes de Bangladés, a pesar de llevar generaciones viviendo en el estado de Arakán (en el oeste de Birmania).

En agosto de 2017, el ejército birmano lanzó una campaña militar contra la población rohinyá en el norte de Arakán, por la que su gobierno se enfrenta a una acusación de genocidio ante la Corte Internacional de Justicia en La Haya.

El brutal operativo militar motivó el éxodo de más de 725.000 refugiados a la vecina Bangladés, donde continúan hacinados, junto a otros rohinyás que huyeron en anteriores oleadas de violencia, en el mayor complejo de campos de refugiados del mundo.