El rol del gigante asiático como foco del coronavirus con Wuhan como zona cero, ha enardecido al presidente estadounidense hasta tal grado de acusar al gobierno chino de fabricar el virus deliberadamente para crear el desastre sanitario mundial.

En contrapartida, su homólogo chino, Xi Jinping y su ministro de Exteriores, Wang Yi, reviran que la nación norteamericana es en realidad el foco propagador.

Un año después de desatarse los contagios en la ciudad de Wuhan, en la provincia de Hubei, no ha logrado probarse ninguna tesis conspiranoica acerca de la fabricación del patógeno en un laboratorio.

El premio Nobel de Medicina 2008, Luc Montagnier, en marzo pasado, declaró para una cadena de televisión su hipótesis acerca de que el SARS-CoV-2 había sido creado debido a la manipulación del virus del V.I.H alterado de alguna forma.

A finales de abril, Li-Meng, una viróloga de Hong Kong de la Escuela de Salud Pública llegó a Estados Unidos pidiendo asilo político bajo el argumento de ser perseguida de muerte por las autoridades chinas dado que ella sabía “la verdad” acerca del coronavirus.

La investigadora concedió sendas entrevistas a multitud de medios de comunicación norteamericanos aseverando que “había sido creado artificialmente por el gobierno chino” para dañar al mundo y que tanto, las autoridades chinas como la OMS “ocultaron que podía transmitirse de persona a persona”.

Ni Montagnier, cuyo pábulo ha sido descalificado por la comunidad científica internacional, ni Li-Meng han podido fehacientemente probar que existe la técnica en 2020 para crear el SARS-CoV-2 en un laboratorio sin que quede la huella del corte y pega en su código genético que por cierto fue compartido por los científicos chinos a la OMS y de allí al resto de la comunidad científica de otros países para que lo estudiasen y lograsen placebos e inmunizaciones.

A COLACIÓN

Hay muchas suspicacias en torno al virus visto además como una abierta competencia entre Occidente y Oriente para ser los primeros en obtener una vacuna ciento por ciento segura, eficaz y efectiva.

Sin pruebas lógicas que demuestren lo contrario, la pandemia desatada en 2020 parece una pieza más dentro de un competitivo puzzle en el que la sábana del poder está en juego.

China, según el FMI, a pesar del desastre económico global logrará un crecimiento del 1.9% y en 2021 rebotará a un PIB del 8.2% básicamente hacía

varios años que el gigante asiático no recuperaba la senda de los crecimientos del 8 por ciento.

Todo lo contrario Estados Unidos, su PIB, caerá en 2020 cerca del 4.3% mientras varias economías europeas registrarán los peores datos: España caerá -12.8%; Italia -10.6%; Francia -9.8%, Reino Unido -9.8% y Alemania -6 por ciento.

En unos días más se llegará al 31 de diciembre. No se puede más que celebrar que un año después de Wuhan, gracias a la ciencia del siglo XXI, en tiempo récord existan varias vacunas aplicándose en la población: en Rusia, Sputnik V y en China, otras hechas con el adenovirus de la gripe humana; la estadounidense Pfizer utilizándose en Reino Unido con el gran logro del laboratorio alemán BioNTech con una inmunización absolutamente vanguardista.

Algunas más sencillas como la de AstraZeneca, con la Universidad de Oxford, elaborada con el adenovirus de la gripe de un chimpancé empezará a utilizarse en India; mientras en México se anuncia el plan de vacunación anticovid con Pfizer para inmunizar a partir del 17 de diciembre con un lote de 250 mil viales cuya primera puesta deberá reforzarse con una segunda dosis 21 días después.

Entre toques de queda, nuevos confinamientos, pruebas rápidas de detección así como de antígenos, protocolos de reuniones familiares limitados, restricciones a la movilidad y la implementación de una normativa de urgencia para la utilización de las vacunas contra el SARS-CoV-2 así arriba el mundo al último mes del año; eso sí, con una luz de esperanza, por vencer pronto al virus que un día salió de Wuhan…

@claudialunapale