A las vacunas en tiempo récord, a las que se han comprometido los grandes laboratorios, no le acompañan las decisiones gubernamentales atascadas en una maraña de indecisiones y desorganización: se empiezan a acumular las cajas con los viales por torpezas tales como falta de jeringuillas,  insuficiencia de personal -enfermeras, enfermeros, médicos de atención primaria-  total que, a este ritmo, pasará más de un quinquenio para inmunizar a la mayoría de la población.

El  ingente desafío de  vacunar a miles de personas diariamente ha vuelto de cabeza al sector salud exprimido hasta el cansancio tras una ardua lucha en la primera línea de batalla contra el patógeno invisible.

Todos los días enferma gente y, lamentablemente, también mueren muchas personas más de lo que se ha dicho en México, España y en todas partes del mundo; ha sido una pandemia de errores, de mentiras, de incompetencias, de insolidaridad y desde luego de falta de ética y de moral.

¿Cómo dar el buen ejemplo a la ciudadanía si los propios funcionarios públicos ubicados en el más alto escalafón del gobierno y de la toma de decisiones se van de farra, de juerga, de viaje, se meten en reuniones con un montón de personas… y hasta sin mascarilla?

Mientras tanto la ciudadanía solo quiere recuperar su libertad de movimiento, de decisión, su trabajo y volver a llenar el bolsillo; y para hacerlo nuevamente depende de una serie de políticos incompetentes.

Nadie ha estado a la altura. Tampoco hay un sistema de salud pública a la altura de la urgencia sanitaria, acaso debería ser una de las principales prioridades de todos los presupuestos de las naciones de esta planeta.

¿Quién nos va a vacunar? ¿Y cuándo nos tocará? ¿Habrá forma de elegir vacuna de una determinada farmacéutica? Hasta estos momentos, solo Israel ha puesto un millón de vacunas, y lidera  la vacunación global;  se lo ha tomado muy en serio porque quiere recuperar los trabajos, la industria, el comercio… volver  a la vida normal aunque se lleve la mascarilla por otro tiempo más.

En Israel, la gente acude en su vehículo a los estacionamientos de los centros comerciales y sin bajarse, le suministran la vacuna; el personal sanitario militar está participando en un amplio despliegue en el que utilizan todo tipo de infraestructura.

El primer ministro, Benjamín Netanyahu, aceptó inyectarse en público  para ganar la confianza del ciudadano, al tiempo que el ministerio de Sanidad, admitió que pagó  62 dólares  por cada dosis de la vacuna  de Pfizer para ser de los primeros países en obtenerla; en Estados Unidos, el costo unitario cubierto es de 19.50 dólares mientras en Bélgica, Eva de Bleeker, ministra de Presupuesto, señaló que su gobierno pagó  12 euros (al tipo de cambio actual en dólares es de 14.64) por cada vial.

Muy bien allá se han organizado, pero en otros países va fatal: en España tienen acumuladas  743 mil vacunas de Pfizer y solo han puesto 150 mil y hay  ciudades como Madrid que solo ha cumplido con el 6% de la meta semanal de inmunización.

El reto en la nación ibérica es poner 100 mil vacunas diarias para llegar al 31 de julio con 21 millones  200 mil  personas inmunizadas, casi la mitad de su población. Hasta naciones más disciplinadas como Alemania han visto que el desafío las rebasa a tal grado que pretenden, junto con Reino Unido que está en esa tesitura,  manejar a “su manera” el calendario de vacunación.

Por ejemplo, Alemania y Reino Unido, quieren poner solo una dosis de la vacuna de Pfizer para llegar más rápidamente a más población y retrasar la puesta de la segunda, o quizá no ponerla; han llegado hasta a señalar -no es un bulo- que están pensando rebajar la dosis de cada persona para hacer rendir más cada vial de Pfizer.

La Agencia Europea del Medicamento y la FDA ya pusieron el grito en el cielo diciendo que hacerlo de esta forma,  manipular y alterar los esquemas propuestos por las farmacéuticas, solo creará un problema de salud pública.

Así es que señoras y señores que nos agarren confesados porque harán con nosotros lo que quieran: cuándo, cómo y qué vacuna ponernos no estará por el momento en nuestra decisión. Deberían permitir que las farmacias importen vacunas de varios laboratorios y quien quiera comprar una determinada lo haga que para eso estamos en democracia, en un mundo globalizado y en un mercado comercial amplio.  Yo soy alérgica a la ciprofloxacina no me puedo poner la de Pfizer, ni la de Moderna, y no me quiero poner la de AstraZeneca que está hecha con el adenovirus de la gripe de un mono. Yo me quiero poner o la china, o la rusa, o alguna española que esté hecha con el adenovirus de la gripe humana. ¡Qué nos dejen elegir!