De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), América Latina y el Caribe empieza 2021 con una tasa de desempleo superior al 10 por ciento.

En estos momentos hay más de 30 millones de personas que han perdido su empleo en la región y cada minuto cuenta en momentos en que las vacunas anticovid, los medicamentos y placebos que van siendo efectivos contra el patógeno proporcionan una oportunidad real para salvar la bolsa y la vida al mismo tiempo.

En buena medida, mucho de ese desempleo, es resultado del cierre momentáneo pero también de la quiebra de muchas micro, pequeñas y medianas empresas que son las verdaderas incubadoras del empleo.

Hay una situación apremiante, cuando empezó está vorágine de la pandemia que nos ha tomado bajo sorpresa, no se atisbó que llegase ni a las dimensiones ni a la proporción que ha alcanzado.

En la actualidad se nota ya bastante el cansancio anímico y el peso de la incertidumbre a cortísimo plazo, es más ni siquiera se puede planear un evento con cierta formalidad en plazos -digamos a septiembre- porque no se sabe si después del verano, se habrá logrado un avance sustancial en las inmunizaciones.

Prácticamente lo que se tiene es el día a día, y eso ha hecho que las grandes empresas con mayor capacidad de planeación tomen las previsiones pertinentes.

En cambio, las micro, pequeñas y medianas empresas están rebasadas por la improvisación, algunos autónomos viven muy ajustados con algunos compromisos laborales del día con día.

Ya llevamos más de un año con esta pandemia, las consecuencias empresariales y laborales de la misma son inéditas y muy preocupantes; de entrada superiores al golpe de 1929 y se le comparan con los peores años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

Acción y reacción es lo que sería loable que aconteciera con las políticas públicas con programas especiales, más especiales que nunca antes, para condonar deudas empresariales, para dar empréstitos blandos, para perdonar el pago de impuestos y dar ayudas directas para cubrir las nóminas de los empleados que lo están pasando muy mal porque son los primeros en ser eliminados ante la parálisis del negocio de las Minipymes.

A COLACIÓN

Mucho se ha cuestionado cómo será el mundo después de la pandemia y ni siquiera tiene todavía fecha de caducidad, hay tal incertidumbre que no sabremos si se extenderá un par de año más.

Lo que se anticipa es que dejará un mundo a varias velocidades peor de las que ya arrastraba con un mayor déficit en la Agenda 2030; con más pobres, más clase media empobrecida y más dinero para una oligarquía que será todavía más poderosa.

Desde luego, la actividad empresarial también sufrirá un revulsivo, habrá actividades que se reharán a sí mismas, hay mucho por lo que desaprender y aprovechar en este golpe estructural para incorporar de una vez por todas lo mejor de la era digital.

La presencia en el universo del Internet es sin duda la gran lección que deja esta pandemia y contar con un buen sistema de mensajería así como de reparto.

La presencia física de la empresa ha dejado de ser relevante, mientras haya un empleado y un ordenador habrá empresa… existirá actividad empresarial; el ecosistema ha cambiado y facilitará la deslocalización así como la salida de muchas empresas de las grandes urbes.

Nadie tiene una bola de cristal para aventurar ni el cuándo, ni el qué pasará, pero lo que si hay es capacidad para decidir, planear y gestionar estrategias y eso hará la diferencia entre el empresario que sobreviva y el que fracase rotundamente.