La pandemia del SARS-CoV-2 ha dejado algo más que contagiados, lamentables decesos por coronavirus, una crisis económica global sin precedentes y una insistente carrera por las vacunas anticovid; también ha servido para hacer más diplomacia y en muchos casos, relanzar acercamientos, en el renglón de las relaciones internacionales.

Aquí en Europa le llaman la geopolítica de las vacunas anticovid, una que el propio Tedros Adhanom Ghebreyesus, titular de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y António Guterres, cabeza de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) denuncian como un acto de discriminación porque muchos de los países más pudientes, han sido los primeros, en ponerle los viales a su población tal y como acontece con Estados Unidos, Israel, Emiratos Árabes Unidos o el propio Reino Unido.

La competencia científica ha sido otra de las divisas en esta urgencia sanitaria: nunca antes, con tanta premura, habían sido creadas una serie de vacunas -por diversos laboratorios- para contrarrestar el covid-19 en un tiempo récord.

A través de diversas técnicas han sido obtenidos sueros contra el nuevo patógeno, lo que habla de la enorme capacidad científica desarrollada por el ser humano; y de que, cuando hay voluntad económica y hasta política, pueden lograrse todos los retos.

La OMS declaró la pandemia el 11 de marzo de 2020 y en un intervalo de cinco meses, Rusia dio a conocer su primera vacuna anticovid; un hecho que el propio presidente, Vladimir Putin, presentó como un hito y quedó bautizada como Sputnik V; acaso mayor significancia histórica al comparar a la vacuna contra el SARS-CoV-2 con otro suceso igualmente histórico, aunque con distinta trascendencia, como lo fue Sputnik I el primer satélite artificial lanzado entonces por la URSS, el 4 de octubre de 1957 y que abrió una nueva era espacial.

Al igual que el coronavirus está abriendo ahora otra nueva era geopolítica, geoeconómica y con profundas transformaciones a favor de la economía digital y de otro modo de interrelación productiva, laboral y también social.

A la fecha, 60 países han comprado Sputnik V igualmente conocida como Gam-Covid-Vac, del Centro Nacional de Investigación de Epidemiología y Microbiología Gamaleya de la Federación Rusa, además elaborada a base de vectores adenovirales humanos, suministrada en dos dosis, y que la revista británica The Lancet señaló por ser robusta al generar una eficacia inmunitaria superior al 90 por ciento.

A colación

México es uno de los países compradores de Sputnik V, de hecho, se animó con otros países de la región de América Latina para adquirir los viales, en un momento en que ni la OMS -todavía- daba su visto bueno y cuando ni Estados Unidos o bien la Unión Europea (UE) siquiera la han aprobado por sus respectivas agencias del medicamento.

La vacunación en el mundo ha iniciado en algunos países primero, como en el caso de Israel y de Reino Unido a finales del año pasado, pero la mayoría arrancaron sus respectivas campañas en 2021; en México se han suministrado 18.8 millones de vacunas a un total de 12.7 millones de personas.

En enero, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, habló vía telefónica con su homólogo ruso, el mandatario Vladimir Putin y fruto de ese encuentro verbal a los pocos días, el país azteca recibió las primeras 200 mil dosis de la Sputnik V; para abril, ya sumaban un millón 900 mil, las dosis entregadas por Rusia.

Los contratos adquiridos por las autoridades sanitarias mexicanas para la compra de la vacuna anticovid son los siguientes: 34.4 millones de dosis con Pfizer (EU); 79.4 millones con AstraZeneca (Reino Unido); con CanSino 35 millones (China); con Sputnik V (Rusia) 24 millones y con CoronoVac (China) un total de 10 millones.

Un hecho considerable es que, tanto Rusia como México, siempre han tenido una buena y sana relación bilateral a lo largo de los años, una relación inalterable, independientemente, del partido político que gobierne desde la primera silla de la nación.

A tierras aztecas, llegaron los cosmonautas rusos, Yuri Gagarin y Valentina Tereshkova, en octubre de 1963, invitados de honor del entonces presidente Adolfo López Mateos y eso que el hielo geopolítico se cortaba en dos en plena Guerra Fría; el país azteca siempre ha defendido la neutralidad y la Doctrina Estrada.

Precisamente hace unos días tuve la oportunidad de entrevistar en exclusiva al embajador de Rusia en México, Víktor Koronelli, una plática que abordaré con todo gusto en mi próxima columna. Mientras tanto, buen fin de semana…