Estados Unidos vive en sus carnes su propia odisea en tres actos tratando de evitar lo anunciado desde hace un par de décadas: la consolidación de China como la primera potencia económica global después de 2030.

De este lado del Atlántico ha llegado el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, convertido en adalid de la bandera de la democracia de mercado buscando, como diría Wagner, en su opera “el holandés errante” no el amor sino su propia redención, la de su país, a través de consolidar una nueva alianza con sus socios y aliados estratégicos desde finales de la Segunda Guerra Mundial.

Ha llegado motorizado, con un discurso revolucionado a favor de la unidad, todos para uno y uno para todos, con la convicción de que Occidente tiene la capacidad de frenar el ascenso de las autocracias, su expansión así como evitar que China sea la que imponga las reglas tanto del comercio como de la tecnología en el siglo 21.

América is back, así lo expresó el nuevo inquilino de la Casa Blanca apenas aterrizar en Londres para una gira que inicia, desde el 9 de junio hasta el 17 de junio próximo.

Ya fue recibido por el premier británico, Boris Johnson, y hoy inicia en Cornwall el convite con los líderes del G-7 formado por Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón y por supuesto Reino Unido todos enfocados en el Impuesto Mínimo Global, su punto máximo de celebración, aprobado para gravar con el 15 por ciento las ganancias de las multinacionales tecnológicas y digitales.

Después será recibido por la reina Isabel II en Windsor y al día siguiente en Bruselas verá al mandatario turco Recep Tayipp Erdogan y permanecerá hasta el 14 de junio para la reunión cumbre con la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

A colación

También en Bruselas habrá sendos encuentros con Charles Michel, presidente del Consejo Europeo así como con Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea; llega embelesado a la UE dispuesto a ofrecer un antídoto contra la amenaza creciente de las autocracias.

El día 16 de junio volará a Ginebra, Suiza para su primer cara a cara con el mandatario Vladimir Putin, en un momento muy agrio: un mes antes el presidente Biden señaló al líder ruso de ser un asesino ante una pregunta a bocajarro de un periodista de la cadena ABC.

Se llega además con el tema álgido de Ucrania, el encarcelamiento de Alexei Navalny, el apoyo de Putin a Bielorrusia en el secuestro de un avión comercial de Ryanair para detener a Román Protasevich, un periodista opositor de Lukashenko. Y en medio de acusaciones por parte de los servicios de inteligencia norteamericanos contra chinos, rusos, norcoreanos e iraníes por constantes ataques de ramsoware, de hackeo, de espionaje cibernético y de atentar digitalmente contra diversa infraestructura norteamericana.

Para el presidente Biden, según su versión publicada en el Washington Post, se está poniendo fin a la pandemia de covid-19 en todas partes, está presente igualmente la crisis climática y lo que él califica como “las actividades dañinas de los gobiernos de China y de Rusia”, todas estas aristas, considera el dignatario estadounidense deben ser lideradas en el mundo desde una posición de fuerzas conjuntas encabezadas por su país.

Nos centraremos en asegurar que las democracias de mercado, ni China ni nadie más, escriban las reglas del siglo 21 en torno al comercio y la tecnología y continuaremos persiguiendo el objetivo de una Europa, libre y en paz”, escribió Biden.

Con la OTAN, busca reafirmar el compromiso “inquebrantable” de EU en el artículo 5 de la Alianza que estipula que el ataque a uno de sus países miembros será considerado como una agresión contra todos y ameritará una respuesta coordinada y colectiva.

La Alianza Trasatlántica, creada el 4 de abril de 1949, bajo el Tratado de Washington, cuenta actualmente con 30 miembros y analiza la incorporación de Ucrania; y en toda su historia, el artículo 5 ha sido activado una sola vez tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, el entonces presidente estadounidense, George W Bush, invocó su activación.

Cabe señalar que en 2020 en plena gestación y expansión de la pandemia, la OTAN gastó un trillón de dólares, de los que solo Estados Unidos ejerció el 53% de ese total con 784 mil 952 millones de dólares.

Aquí en Europa se espera que en este tan significativo viaje del mandatario Biden con sus homólogos trasatlánticos deje de lado el mal sabor de boca vivido en los últimos cuatro años durante la administración Trump llenos de reproches por no hacer un mayor esfuerzo por incrementar el gasto militar.