Ginebra, Suiza.- Para el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, el mensaje para su homólogo ruso, Vladimir Putin, ha sido “alto y claro” porque había que decirle, cara a cara, que hará “lo que tenga que hacer” para defender y proteger a su país; este primer vis à vis, en palabras del propio dignatario norteamericano, no ha sido otra cosa que business: “No somos viejos amigos, ha sido puro trabajo”.

De la pasada reunión en Ginebra, el presidente ruso negó que tuviese un carácter hostil, de hecho, ambos acordaron restablecer a sus respectivos embajadores tanto en Washington, como en Moscú. Putin calificó el diálogo bilateral de constructivo con “una larga lista de prioridades” en la que uno y otro país deberán encontrar un marco de entendimiento.

Recién en marzo pasado, en una entrevista para la ABC, el inquilino de la Casa Blanca respondió que creía que Putin es “un asesino”, afirmación que desató a los pocos días la salida de Anatoli Antonov, embajador de Rusia en Washington, llamado por el Kremlin para evaluar el tono de las relaciones entre la Unión Americana y la Federación de Rusia.

Para abril, el presidente Biden autorizó la expulsión de diez diplomáticos rusos, lo que en concomitancia provocó, la respuesta en la misma tesitura por parte de Putin sacando del país a diez diplomáticos estadounidenses y pidiéndole al embajador norteamericano, John Sullivan, su vuelta a Estados Unidos.

Ya en mayo, a pesar de tener la fecha de la cumbre pactada entre ambos dignatarios, en los días previos Rusia colocó a la Unión Americana en la lista de países hostiles una represalia por la retórica antirrusa en la Casa Blanca y por las nuevas sanciones a Rusia como el bloqueo de las exportaciones de productos para elaborar armas químicas.

Así se ha llegado al primer cara a cara entre Biden y Putin, con un escenario de rispideces previas, sumadas a una larga lista de asuntos acumulados en los últimos años entre las dos naciones.

En palabras de Biden, dichas a su homólogo ruso, su país no busca “una nueva Guerra Fría” y en cambio, varias veces, durante su interlocución mencionó de forma insistente la necesidad de tener una cooperación estratégica.

A colación

La cumbre de Ginebra ha sido constructiva va a permitir que dos países relevantes en la geopolítica y geoestrategia puedan volver a la senda de la diplomacia aunque no converjan en ninguno de los grandes temas salvo el relacionado con el cambio climático, el control de las armas nucleares y ahora, bajo la presión de Biden, buscar una cooperación en ciberseguridad.

¿Cuánto va a durar el imperio de la diplomacia entre ambos? Puede que se construya una nueva relación de cara a 2030 o bien que dinamite en cinco minutos.

Hay diálogo político entre ambos presidentes, porque se reconocen como personas con un liderazgo de largo tiempo lo que les permite tener un lenguaje, aunque los dos tienen una personalidad que choca la una con la otra; Biden, durante el almuerzo habló de su familia, de su madre y de los valores que ella le había inculcado.

Fundamentalmente es un demócrata y se estrella con la personalidad de Putin que ve en él a un hombre pragmático, sin embargo, cada uno tiene sus propios intereses.

No habían pasado ni cinco minutos después de concluir el evento bilateral y Biden ya había calificado de “ridículo” a Putin por señalar –ante los periodistas en Ginebra– que en Estados Unidos también tienen problemas de libertades civiles y políticas aduciendo el asalto al Capitolio.

Joe Biden es tan antiPutin, como lo era Barack Obama a lo largo de los ochos años que duró de presidente de Estados Unidos, tiempo en el que Rusia fue enviada a la congeladora de los encuentros selectos como el del Grupo de los 7, tras la anexión de Crimea.

Ese cortocircuito ha quedado nuevamente en evidencia en Ginebra, entre Biden y Putin; cada segundo fue una milimétrica lucha de fuerzas y de reproches, para ver quién de los dos, imponía su personal visión acerca de la geopolítica.

Si bien, el escenario elegido no podía ser más neutral, la cordillera de montañas que abrazan a la tranquila ciudad suiza son tan escarpadas y extensas, que desde el avión parecen acariciar a los viajeros y son literalmente tan rocosas como lo es, en este momento, la relación calcárea entre rusos y norteamericanos.