El pasado 1 de julio entró en funcionamiento en la Unión Europea, el llamado Certificado Verde Digital (en inglés figura como Digital Covid Certificate) también conocido como pasaporte covid o pasaporte sanitario como documento de certificación sanitaria.
El cometido es garantizar la libre movilidad dentro de la UE de sus ciudadanos sin tener que hacer cuarentenas y crear un tránsito seguro sin que se propague más el SARS-CoV-2.
Para obtenerlo es necesario demostrar que se está vacunado o bien existen anticuerpos porque se ha pasado la enfermedad o se tiene una PCR negativa con 72 horas de antelación al viaje. Y si bien viene en formato papel o de código QR, en los aeropuertos le están dando prioridad a que sea leído por QR.
Originalmente se dijo que solo sería utilizado por aquellas personas que desearan viajar a otros países del espacio europeo, sin embargo, antes de cumplirse un mes de su aplicación los gobiernos dan un paso más allá imponiendo que este pase sanitario sea presentado para tener vía libre para entrar a una discoteca, a un bar, a un restaurante y en general a la hostelería.
Así lo han ido anunciando de forma escalonada Grecia, Portugal, Bélgica, Italia, Francia, Reino Unido e Irlanda ha dicho que también estudia utilizarlo para este fin; en Alemania se lo están pensando y en España ante la elevada incidencia del coronavirus, ha sido primero Galicia y después Canarias, los que exigen la presentación del pase sanitario para disfrutar del ocio y para comer en un sitio.
Algunos bares, discotecas y restaurantes gallegos han firmado convenios con diversos laboratorios para realizar, in situ, test de antígenos a los clientes potenciales que quieran acceder a sus locales sorprendidos estos últimos por medidas recién adoptadas al calor de los contagios.
Así por veinte euros, algunos bares ofrecen una copa y un test de antígenos, si la persona da negativo quince minutos después de la prueba verificada por un técnico de laboratorio, podrá entrar y beberse su copa y disfrutar de la noche… si da positivo será enviada al hospital.
En Canarias, de último momento, el Tribunal Superior de Justicia, tumbó la imposición de este salvoconducto sanitario como obligatoriedad para que los clientes puedan acceder a la hostelería o bien a sitios de ocio nocturno bajo el argumento del derecho a la libertad individual y a preservar los datos personales de salud.
A colación
En Francia, hace unos días, el Senado avaló la propuesta del presidente Emmanuel Macron, pero suavizando un poco el texto a como originalmente se ventiló por televisión: “El pase sanitario solo estará vigente hasta el final del estado de alarma, el próximo 31 de octubre; no será necesario para entrar a un centro comercial pero si para eventos culturales, museos, bares, restaurantes o eventos deportivos. Las personas que no estén vacunadas pero tengan una PCR negativa podrán estar en terrazas de bares y restaurantes y por último, el Senado ha dejado bien claro que no se podrá despedir a los empleados que no estén inmunizados pero si serán sancionados”.
En efecto está matizado, porque el mandatario galo, había prácticamente amenazado a sus conciudadanos que todavía se resisten a ser vacunados contra el coronavirus con incluso no poder cobrar la nómina, ser despedidos o no ser contratados para trabajar. Y hasta pretendía la locura de que, a partir de agosto, hubiese que enseñar el pase sanitario hasta para ir a un centro comercial para hacer la compra o bien subirse a un transporte público.
Yo sé que estamos en una pandemia contra un enemigo invisible que está causando todo tipo de estragos y que este brote maldito ha cambiado nuestras vidas para siempre; pero también hay que aceptar que somos personas con voluntad propia, derechos inalienables, con una personalidad jurídica y que, cada uno de nosotros, tenemos la libertad de decidir si queremos o no inmunizarnos. Sé que el criterio general más aceptable indica que, por responsabilidad hay que inmunizarse, pero repito no todos tenemos el mismo pensamiento, ni asumimos la misma posición, ante los problemas.
Hay gente que no quiere vacunarse y quizá no lo haga aunque el pase sanitario termine imponiéndose hasta para salir a la calle porque hay pensamientos culturales distintos, cuestiones religiosas o bien creencias personales acerca de las vacunas y hasta de los medicamentos. La gente tiene derecho a decir que no… también por muy estúpido que suene, tiene derecho a contagiarse de covid-19 si es su deseo.
Por otro lado, entiendo el reverso de la moneda, con gobernantes que todos los días reciben informes acerca de la incidencia, los muertos, los nuevos enfermos graves, la presión hospitalaria y el agotamiento de los médicos. Esa es la parte dolorosa y ya llevamos más de un año así.
No cabe duda que, la pandemia, ha puesto a los gobiernos y en suma a los seres humanos ante varias disyuntivas: salvar la bolsa o la vida; los límites de la libertad individual respecto de un riesgo colectivo y el bienestar común. Hasta en Estados Unidos, el presidente Biden advirtió que todos los empleados federales deberán vacunarse sí o sí. Lo urgente es derrotar al coronavirus antes de que una mutación lo impida…