Europa lleva ya varias décadas lidiando con lo peor del populismo en América Latina: la presencia del dictador Hugo Chávez, en Venezuela, que antes de morir dejó un “heredero político” en Nicolás Maduro ha sido apenas el principio.

No asombra tampoco cómo está el caleidoscopio político en la región que prácticamente se ensombrece pintado del peor chovinismo desde que se tenga memoria, porque esto más bien parece 1960 o 1970.

Lo sé es 2022 y quizá por ello debería preocupar más porque esta historia que se repite como un mantra (o como una maldición dialéctica) nos la sabemos de sobra. Todo es demagogia y nada de avance ni para la clase media, ni mucho menos para las clases más pobres, que solo alcanzan a estirar el brazo para recibir un subsidio pero no una opción real para mejorar su calidad de vida y romper los atavismos.

Porque de eso va avanzar cuando se gobierna en crear oportunidades reales para crear sociedades más inclusivas y equitativas. Permitir que se rompa el atavismo y no perpetuarlo.

Andrés Manuel López Obrador no está contribuyendo, con su forma de gobernar, a crear mejores mecanismos de acceso al bienestar y a un futuro mejor para las clases tradicionalmente más marginadas. Solo las usa.

Su gobierno además está edifica un clima de polarización ciudadana –como ha pasado en Venezuela– y encima estigmatiza a los medios de comunicación y a los periodistas.

Este ejercicio cotidiano, todos los días desde la trinchera más alta del poder, léase la Presidencia de la República a través de Las Mañaneras, está estigmatizando la labor de los medios de comunicación y de los periodistas convirtiéndolos en enemigos públicos número uno en un momento delicadísimo porque México es, hoy por hoy, el país más peligroso del mundo para ejercer de periodista.

En lo que va del año son siete los reporteros asesinados más los que se sumarán en los próximos meses. El llamado de atención en el Parlamento Europeo de hace unos días al respecto del papel del presidente de México, López Obrador, en estigmatizar a los periodistas y su profesión no debería de quedar en saco roto.

La carta de respuesta elaborada por López Obrador tampoco sorprende. En Europa se sabe que el político originario de Tabasco es de inteligencia mediana, poco dado para salir al extranjero, huye de los eventos internacionales porque no habla inglés. Las personas poco cultivadas generalmente no tienen mucho de qué discutir, de qué aportar y prefieren encerrarse en su feudo. López Obrador lo hace.

A COLACIÓN

Solo faltan tres años para que se vaya. Nadie es inmortal a todos les llega su hora. México seguirá en pie y Europa lo hará, lo inaudito para los europarlamentarios que votaron a favor de este texto que llama la atención al gobierno mexicano y pide que investigue y castigue los crímenes contra periodistas y activistas es que esta vez públicamente sea el propio presidente el fustigador.

Hermann Tertsch, europarlamentario español, abordó en la tribuna que casos como los de López Obrador no se habían producido en ningún otro país porque él abiertamente se había erigido en perseguidor de la prensa en su contra y mostrándose, además, capaz de ordenar investigaciones fiscales.

Es inaudito. El presidente en lugar de proveer un marco de respeto institucional y de cero impunidad hace exactamente lo contrario: promueve el odio y fomenta que se derriben a los periodistas.

No es que sea solo un caso particular es que son varios. Todo aquel que no coincide en como él piensa es apartado, hecho a un lado, eso denota una profunda obcecación pero también la incapacidad de aceptar que existen otras opiniones diferentes.

Quedan tres años para que se vaya (ya hay quien pone en duda que quiera irse) y parece que vendrán los años más duros porque mengua el poder, porque ahora la atención está puesta en los sucesores políticos y en las elecciones. Y eso es algo que a López Obrador le disgusta. A Europa ya no le sorprende nada.