Mientras el presidente Emmanuel Macron celebraba con los suyos la victoria electoral, en las calles de París y también de Lyon, cientos de jóvenes protestaban violentamente contra él.

            La noche electoral se saldó con dos fallecidos, luego de que la policía francesa abatiera a dos ocupantes de un vehículo que pretendía irse contra un grupo de gendarmes.

            El fantasma del movimiento de los Chalecos Amarillos planea con ensombrecer  el nuevo quinquenio de Macron; el centrista es odiado en la calle, la muchachada no se identifica con él y no son pocos los que califican al presidente galo de soberbio y engreído. No conectan con él.

            No será fácil evitar nuevas protestas tumultuosas como las encabezadas por los Chalecos Amarillos que solo lograron desarticularse gracias a la declaración de pandemia el 14 de marzo de 2020 y las medidas de confinamientos tomadas por diversos países –entre éstos Francia– que obligaron a la gente a permanecer en sus casas mediante una serie de sanciones y decretos de estados de alarma y toques de queda.

            A Macron le aguardan cinco años difíciles. Hacía mucho que no se tenía un resultado tan malo en unas elecciones francesas, la democracia está sufriendo convulsiones no solo en Francia sino en muchos otros países con tiempos volátiles, confusos y enrarecidos por la guerra de Ucrania, por la pandemia y por la destrucción de muchos valores que suman y unifican.

Si bien ha logrado reelegirse corre el riesgo de tener un gobierno débil: la fecha clave para saber el rumbo de la gobernabilidad de los próximos años serán las elecciones legislativas del próximo 12 de junio de 2022 y el panorama puede ser sumamente complicado si la République en Marche! no saca a la gente de sus casas. Macron ha ganado porque la indiferencia decidió quedarse dormida y porque de la izquierda, más o menos moderada, del partido Francia Insumisa que lidera Jean-Luc Mélenchon  le votaron un 42% de sus correligionarios.

La guerra no está ganada pero se gana de batalla en batalla y Le Pen sabe que hacerse con el control del Legislativo es una baza estratégica para consolidar  una trinchera contra las políticas de Macron.

«Lanzamos esta noche la gran batalla electoral de las elecciones legislativas. Libraré esta batalla con todos aquellos que tengan la valentía de oponerse a Macron”, declaró Le Pen ante cientos de sus seguidores.

A COLACIÓN

No hay forma de respirar tranquilos en Europa por mucho tiempo, remarca Paul Taylor, porque hay que tener la mirada puesta en los próximos cinco años: “Vale la pena pensar en cómo Francia, el cofundador de la unión y pilar indispensable, puede evitar jugar a la ruleta rusa con el futuro de Europa cada cinco años”.

Para el analista político y escritor, con el colapso de los dos partidos que dominaron la política de la Quinta República de Francia desde 1958, los gaullistas de centro-derecha y los socialistas de centro-izquierda, el país se ha quedado efectivamente con un solo bloque centrista proeuropeo laxo por un lado y por el otro, es difuso con fuerzas eruptivas de anti-globalización, anti-UE, nacionalismo anti-inmigración y proteccionista.

Hay una postura anti-todo envalentonada que irá decidida a  conquistar el mayor número de escaños en las próximas legislativas y que ya suspira por la campaña de  2027.

Si Macron quiere tener a la jauría dormida deberá estructurar un amplísimo programa social, lo más incluyente posible y dar rápida respuesta a las presiones para mejorar el acceso educativo; por facilitar el acceso a la vivienda y por acelerar los mecanismos para que fluyan las contrataciones laborales.

El grupo Asesores Financieros en España destaca que Francia mantiene, hasta el momento, una inflación controlada convirtiéndose así en un caso interesante gracias a que  la energía nuclear es la principal fuente energética, tras la crisis petrolera de 1973.

Si en su primer período de gobierno Macron se desempeñó bajo una visión liberal y reformista, para el nuevo quinquenio en el poder, anticipan que el mandatario galo  gobernará por “una senda claramente gaullista” bajo el énfasis de la autosuficiencia, la defensa y la intervención del Estado.

También se espera una mayor ampliación de la política social francesa con fuertes subvenciones e incentivos para que aumente la contratación laboral dirigida primordialmente a los jóvenes y amortiguar el impacto de la inflación en el poder adquisitivo.