Son gobernantes de paja ante el dictador ruso, Vladimir Putin. Lo adelanté en columnas recientes: el primer ministro británico, Boris Johnson, estaba por caer, pendiendo de un hilo, porque los miembros de su propio Partido Conservador dejaron de creer en su liderazgo y simplemente lo querían echar fuera de Downing Street.

El periodista y político pelirrubio que en varias ocasiones ha sido comparado con Donald Trump –no solo por su físico también por sus ideas pragmáticas y su distorsión de la realidad– ha tenido que presentar su dimisión forzado por más de 60 renuncias de varios miembros de su Gabinete. No ha sido la oposición sino sus propios compañeros tories hartos de sus mentiras, de su falta de ética y de su escasa moral. Hartos de sus decisiones erróneas.

Al final, el tremendo escándalo del partygate, lo ha terminado devorando. Como Saturno a su hijo. Johnson ha dilapidado el enorme voto de confianza que lo llevó primero a sustituir a la rocosa primera ministra, Theresa May, aquel 24 de julio de 2019.

La sustituyó y luego fue reivindicado en el poder mediante las urnas en una votación importante porque obtuvo 365 diputados para el Partido Conservador, un resultado que no se veía desde la década de 1970.

A Johnson lo han devorado sus propios demonios, principalmente sus propias mentiras. Siete meses ha durado el culebrón de las fiestas ocultas en Downing Street; mientras al ciudadano se le impedía reunirse con los suyos para cortar la transmisión del SARS-CoV-2, el premier se divertía en su casona con la cubata a un lado en compañía de su gente de confianza. Gente que le traicionó por supuesto porque a la prensa británica fueron filtrados los chats en los que se pedía a los invitados que llevasen su propia bebida; y no faltaron tampoco los vídeos de Johnson bailando sin mascarilla mientras la ciudadanía cumplía  a cal y canto con la normativa de las restricciones.

Ya ni los mercados lo querían en el poder. Mientras corrían los rumores el jueves 7 de julio de la dimisión inminente del primer ministro Johnson, la  Bolsa de Londres subía y permanecía en verde; tras la confirmación por parte de él que dejaba el liderazgo del Partido Conservador y de ser también primer ministro, el FTSE-100 cerró con un alza del 1.14% y la libra se mantuvo estable en su cotización frente al dólar.

Se va el primer ministro del Brexit, no ha cumplido ni tres años en el gobierno. Hace unos días Johnson se reía a carcajada abierta, en la reunión del G-7 en Alemania, de las fotos de dictador ruso sin camisa y montando a caballo. Llegó incluso con frivolidad a decirle al primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, que él tenía un avión más grande que el suyo.

Sus comentarios fueron criticadísimos en los círculos más serios del análisis internacional  y en los grupos de  los asesores políticos. ¿Cómo alguien tan falto de seriedad y de respeto estaba tomando decisiones de enorme calado que podrían derivar en un gran conflicto con Rusia?

¿Qué sigue para Reino Unido? El proceso pasa porque los conservadores elijan a un nuevo líder y le avalen para ser primer ministro. Johnson ha nombrado un Gabinete temporal para los días de transición entre su salida y el nuevo liderazgo. Hay quien le apura para que sea rápido el proceso, aunque Johnson quiere que sea en otoño próximo.

A COLACIÓN

Hay una  notable debilidad política en los gobernantes que están tomando todas las decisiones –sin referendos de por medio– de cómo responder a la atroz invasión rusa a Ucrania, según lo determina Estados Unidos, para sus propios intereses.

Putin solo tiene que sentarse a esperar un cambio de ciclo político en las naciones de Occidente unidas para sancionarlo y condenarlo por su atroz ocupación militar. Esa es su principal apuesta.

Y que las sanciones sangrantes impuestas por varios países de América, Europa y Asia terminen provocando un dañino efecto boomerang en las sociedades y en la opinión pública que verá erosionadas sus expectativas. Y en la medida que la situación económica y social empeore y vuelva el monstruo de la recesión, en esa magnitud la polarización volverá a reflejarse en las urnas  favoreciendo a los polos. Y Putin solo tendrá que frotarse las manos.

La salida de Johnson es tan solo el principio de las grietas que asoman en otros liderazgos: en Francia, Emmanuel Macron, ha perdido la mayoría absoluta y sus próximos cinco nuevos años de gobierno anticipan la ingobernabilidad.

En el primer round ya intentaron una moción de censura  los socialistas, comunistas, ecologistas y la Francia Insumisa –un total de 149 diputados–  y  Macron se ha salvado por los pelos porque no han conseguido eco suficiente en la Asamblea Nacional.

Después del verano, vendrá la gran prueba de fuego de Joe Biden. El mandatario estadounidense vive un desgaste frenético en un país convertido en enemigo de sí mismo.

Prácticamente Biden tiene todo en contra. La polarización de la sociedad norteamericana solo favorece el retorno de Donald Trump o de los émulos de Trump. Los republicanos siguen mostrando un músculo desafiante, para mayor prueba, lo que está aconteciendo con la Ley del Aborto.

La involución de las políticas y del pensamiento en Estados Unidos es altamente preocupante e insisto, Putin a sus casi setenta años solo tiene que sentarse a esperar la caída, uno a uno, de los líderes que lo han desafiado por su criminal invasión.

 

@claudialunapale