Durante un discurso sobre política exterior, el Sumo Pontífice de la iglesia católica arremetió contra la gestación subrogada, tachándola de «deplorable» y una amenaza a la dignidad humana. Afirmó que la vida de un bebé no debe ser un objeto comercial y llamó a la comunidad internacional a considerar prohibir universalmente esta práctica.

En sus propias palabras: “Considero deplorable la práctica de la llamada maternidad subrogada, que ofende gravemente la dignidad de la mujer y del niño y se basa en la explotación de la situación de necesidad material de la madre”.

Estas declaraciones surgen en un contexto donde el alquiler de vientres ha generado un intenso debate ético. La práctica, que implica que una mujer geste un bebé para otra persona, ha ganado terreno en las últimas décadas, desencadenando diversas opiniones en la sociedad y en instituciones religiosas.

El pontífice subrayó que «un hijo es siempre un don y nunca el objeto de un contrato», reforzando su postura en contra de esta práctica. Sin embargo, existe una excepción para padres homosexuales, quienes, ante la doctrina del Vaticano, tienen permitido bautizar a sus hijos concebidos mediante la gestación por contrato.