¿Sabías que aproximadamente el 80% de los problemas en las relaciones están relacionados con interpretaciones incorrectas en la comunicación?

Esto es, que según cómo nos comunicamos nos relacionamos, si el diálogo, los mensajes verbales y no verbales son eficientes estos benefician la dinámica de la relación.

Sin importar el estado de ánimo en el que estamos es necesario encontrar una forma de comunicarnos adecuadamente. Dejar de creer que porque no pronunciamos palabra alguna no dijimos nada.

El lenguaje es tan poderoso que puede transformar, construir o destruir y tan rico que tiene un sinfín de manifestaciones: las palabras, las miradas, el lenguaje del cuerpo: el de las caricias, los besos… los abrazos. El que nos arropa y el que también puede lastimarnos.

Es curioso, pero, difícilmente podemos amar profunda y permanentemente a alguien a quien no tocamos, sin embargo, si podemos lastimar sin haber tocado un cabello… a través de las palabras o el lenguaje no verbal.

Las frases, las bromas o las burlas, que alguna vez se disfrazan de etiquetas son pequeños grandes argumentos para que una persona se sienta de una forma o de otra; para bien o para mal.

No mirar a una persona es la mayor demostración de violencia no verbal. El invisibilizarla lleva el mensaje: tú no existes o no me importas. El no concentrarse en la persona y evadirla realizando otras acciones… el no escucharla o no abreviar el espacio físico entre ustedes, tiene un significado.

Claro, no se trata de ir analizándonos unos a otros y generando juicios basados en una idea personal, de hecho, vivir de acuerdo a lo que interpretamos puede generarnos fuertes dolores de cabeza y lamentaciones, ya que estaremos respondiendo en base a nuestra agenda personal más que a la realidad. Sin lugar a dudas, pocas acciones tienen tanto peso y son tan maravillosas como el uso del lenguaje…

Pero, ¿Cómo nos comunicamos? Las personas tenemos distintos estilos y preferencias, algunas necesitan tocar físicamente, otros prefieren escuchar, a unos cuantos les gusta mirar y a muchos hablar.

Saber que la gente se comunica y expresa distinto puede disminuir nuestras diferencias en el momento de acercarnos unos a otros, o por lo menos, en cuanto a las personas más significativas.

Lo que decimos al final genera nuestra realidad, produce un sentimiento y tiene un impacto en los que nos rodean y los que rodean a otros…Lo que nos decimos nos hace sentir bien o mal y nos lleva a actuar a favor o en contra de nosotros mismos. Lo que no decimos termina por actuarse… o el cuerpo lo manifiesta.

Es por medio del lenguaje que se puede construir o destruir, que se puede producir alegría o llanto. Por eso… eso lo que tú dices tiene un impacto mil veces más grande de lo que imaginas, en ti, en tu salud, en la medida de tus sueños y en concretarlos o no.

Tiene que ver con la calidad de las relaciones que mantienes, con las que permanecen o con las que terminan y como terminan. Eso que tú dices genera tu realidad: la interna y la externa.

No, no solo por lo que llaman “decretar” sino porque produce un efecto en ti que te lleva a actuar o a no hacerlo.

Y en el exterior porque la traducción que hacemos de la realidad hacia nosotros mismo también nos produce ciertos sentimientos, bienestar o malestar.

De acuerdo a cómo nos comunicamos, a la calidad y los temas que abordamos en las conversaciones, su frecuencia y el tono estamos estableciendo una dinámica con la persona con la que hablamos. Si nos hablamos con cariño y con respeto es muestra también de la relación que tenemos con la persona que somos y con lo que creemos que merecemos.

La calidad de la comunicación depende del lenguaje que utilizamos y de cómo lo decodificamos, por eso, también necesitamos hablar de lo que hablamos, preguntando y aclarando si la interpretación que estamos haciendo es cercana a lo que nos está diciendo el otro.

Cuanto hablemos o cuanto expresemos tiene que ver, sobre todo, con características personales, hay quien habla mucho y dice poco y quien poco habla y dice todo.

Lo importante es darle la dimensión que tiene el lenguaje en todas las áreas de nuestra vida, revisar que estamos diciendo, tener claro que queremos decir y preguntar más antes de interpretar lo que alguien dijo.

No hay que tenerle miedo a las palabras, solo hay que saber cuáles pueden herir más que un cuchillo, guardar silencio cuando sea mejor que lo que vamos a decir y hablarle a los otros como quisiéramos que nos hablaran hasta que tengamos más conocimiento de cómo es que le gusta que le hablen.

Evitar en lo posible usar el silencio como castigo… Y no ofender. Revisar el diálogo interno y tratarnos con amor y con respeto. Hablar de lo que hablamos y pensar sobre lo que pensamos… Si prestamos más atención a eso que decimos, nos decimos o no decimos vamos a comprender y poder cambiar aquello que sentimos y no nos va bien.

Hay que distinguir que impera en nuestros diálogos, que conversaciones sobresalen en nuestras relaciones… en que abundamos y en que estamos faltando. Eso que tú dices… dice mucho de ti… ¿Lo pensé o lo dije?

 

Twitter: @Lorepatchen

Psicoterapia y Coaching. Conferencista.