La manufactura aditiva, o impresión 3D como se le conoce comúnmente, facilita el proceso de innovación al poner en el emprendedor las herramientas necesarias para crear nuevas propuestas de valor.

La tecnología detrás de esas impresionantemente divertidas impresoras 3D existe desde hace más de 25 años y ha estado en un constante proceso de evolución desde entonces. Hoy cualquier persona en casa puede entrar a Amazon y pedir una por algo menos que el costo de una computadora de última generación. Al verlas funcionando y creando productos frente a nuestros ojos sin duda la mente aterriza en las posibilidades de imprimir lo que necesitamos en cualquier momento sin tener que salir de la casa para ir a la tienda más cercana. Y aunque sin duda eso suena interesante, las implicaciones para la innovación de esta tecnología son mucho mayores.

En donde quizás veamos el mayor impacto de la manufactura aditiva será en cambios radicales en los modelos de negocios. Imagine un futuro no muy lejano en el que su lavadora se descompone. Usted la conecta a internet (otra tendencia, internet de las cosas), se corre un diagnóstico y le dice: es necesario “reponer la parte 123”. Conecta entonces su impresora 3D y el programa de diagnóstico imprime la pieza faltante. Un tutorial de “hágalo usted mismo” le da las indicaciones finales. O imagine una empresa, una startup, en la que la fuerza de manufactura sean 10 o 20 impresoras trabajando sin cesar, creando productos hechos a la medida de un hueso roto o de un diente perdido. ¿Puede vislumbrar un futuro en el que un emprendedor simplemente se dedica a crear mediante esta tecnología nuevas interfaces (conexiones) para unir piezas de productos que nunca antes se habían puesto juntos? Esta posibilidad tan solo puede modificar la estrategia con la que un nuevo empresario se aproxima a un proveedor pues ya no sería necesario discutir por el costo de hacer nuevos moldes para si los de productos viejos (más baratas) solo necesitan un ajuste hecho con impresoras 3D.

La manufactura aditiva le da al emprendedor un poder que antes no tenía, le da un auténtico control sobre la totalidad de la estrategia de su producto. De verdad le permite ser creativo, crear algo nuevo donde antes no había nada.

 

Juan Esteban Sánchez Rodríguez

Dirección de Innovación y Emprendimiento

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