Es bien sabido que la política en su esencia es conflicto. Uno de los pensadores más célebres de la materia, Carl Von Clausewitz, aseguró que la “La guerra es la continuación de la política por otros medios” refiriéndose a la similitud de las estrategias militares en torno a las negociaciones que se buscan en el ámbito político. Años más tarde, otro gran autor, Michel Foucault propuso invertir la máxima de Clausewitz, a una aseveración más controvertida pero más apegada a la dinámica social, dijo que en realidad “la política es la continuación de la guerra por otros medios”.

Puede utilizarse la dirección que sea (Clausewitz o Foucault) pero el punto es que efectivamente la guerra y la política se parecen demasiado. Son primas hermanas porque en el fondo son motivadas por las mismas pasiones: poder, dominación, hegemonía, control.

Tampoco hay que olvidar el enfoque marxista que sostenía que “la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases”. Es decir, se concebía el desarrollo de la humanidad como una constante confrontación entre grupos. Marx lo explicó de la siguiente manera: “… libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes”.

De tal manera, que el conflicto en política es algo natural. Está presente en todas las sociedades y etapas de nuestra historia. Eso parece incuestionable. Sin embargo, hay que analizar con detalle los motivos y los canales que utilizan los sectores inconformes de una sociedad. Y ahí es justamente donde quiero reflexionar sobre un caso en particular.

En los últimos días, presenciamos la inconformidad de algunos grupos que – de manera beligerante –  se manifestaron en el municipio de Mineral de la Reforma. Dichos eventos, dejan una serie de enseñanzas que me gustaría abordar.

Por principio de cuentas hay que tener claras las motivaciones que tienen esos grupos para encontrar – como último recurso – la confrontación con las autoridades municipales. Conociendo los agravios, es probable (y quisiera enfatizar en el término PROBABLE) que se justifique el método de las manifestaciones.

Esto es, sólo si las pistas institucionales han cerrado los caminos para resolver los conflictos, sólo si se ha tenido la indiferencia de los tomadores de decisiones y si no hay una solución real a la problemática planteada, se puede entender la manifestación de los grupos inconformes.

Pero, por el contrario, si estos mismos grupos encuentran como único canal aceptable la confrontación algo está mal. Es decir, nadie puede evitar el surgimiento de conflictos sociales en una población. Es parte de la inercia política como se dijo anteriormente. Pero lo que si podemos hacer es tener claridad en la resolución de conflictos.

Bajo este esquema, lo que ocurrió en días pasados en Mineral de la Reforma sirve de ejemplo para fortalecer la idea de que hace falta trabajar en los mecanismos necesarios para resolver la inconformidad de los grupos que se manifestaron con vehemencia a las afueras de la presidencia municipal.

Las autoridades de cualquier nivel (municipal, estatal o federal) deben de tener muy presente que la mejor manera de gobernar es a través del consenso, la negociación y la fuerza de la razón. Cuando surge un conflicto lo más recomendable es abrevar las condiciones necesarias para restablecer un diálogo.

El ambiente necesario para sentarse en una mesa a resolver conflictos lo debe de procurar el gobierno. Ellos son los principales interesados en conducir por el canal institucional las cosas que en principio se salieron de cause. Por tanto, es indispensable generar los códigos y capacitar a las personas para resolver conflictos y no hacerlos más complicados.

Esa enseñanza, que en principio parece básica, está ausente en el ayuntamiento de Mineral de la Reforma que muestra debilidad y ausencia en un conflicto que ya lo rebasó. Poniendo en entredicho a los cuerpos policiacos y la capacidad de negociación del Presidente Municipal.

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