¿Qué es el amor? ¿No es acaso admirar al otro pese a sus defectos y virtudes? ¿No es apreciar tanto su apariencia física como intelectual? ¿No es acaso esa entrega pasional y desmedida hacia el otro? ¿Distingue de sexos o edad el amor? ¿Poder llamar por tu nombre a la persona amada no es muestra de equidad, admiración e identificación?

La respuesta a estas preguntas la da la historia de Elio, un joven judío de 17 años hijo de un arqueólogo, disfruta del verano de 1983 en la casa de campo de sus padres en Italia mientras disfruta de diferentes pasiones que lo dotan de personalidad: devorar libros y tocar instrumentos musicales.

Elio vive su tiempo libre sin preocupaciones hasta que llega a vivir por un tiempo el nuevo ayudante de su padre, el despreocupado Oliver, con quien Elio tendrá que convivir su día a día mientras lo ayuda a adaptarse a esta provincia italiana.

“Llámame por tu nombre”, basada en la novela de André Aciman, es el quinto largometraje de ficción del cineasta y documentalista italiano Luca Guadagnino (Io sono l’amore, 2009), en el cual explorará con este coming of age las cualidades del amor.

En la etapa de su despertar sexual vemos a Elio flirtear y “estrenarse” con una linda chica de esta provincia, sin embargo el contacto constante con Oliver y la personalidad y aspecto físico de este, lo hacen comenzar a sentirse atraído por él.

La relación de ambos inicia en una amistad que evoluciona a un interesante juego de poder, donde se enfrenta la precoz personalidad intelectual de Elio para lograr acercarse a un, aunque atrevido y desgarbado, vacilante y temeroso Oliver, quien constantemente duda ante todo, de esta relación “atípica” y fuera una aceptación moral.

En uno de sus tantos encuentros pasionales, Oliver toma de la cara a Oliver y le murmura “llámame por tu nombre y yo te llamaré por el mío”; Oliver ha cedido, se ve reflejado en este joven atrevido pero aún inexperto, con miedos, ideologías aún cambiantes, pero sobre todo, en busca de un crecimiento emocional.

Guadagnino no es morboso pero sí provocativo con su manejo de cámara. Le gusta jugar con la desnudez de sus personajes, incluso se hace referencia en la cinta a esculturas romanas y su perfección, el deseo que provoca esta cualidad en ellas y como se conecta con ambos personajes en este descubrimiento.

Existe el juego intelectual, el juego erótico, pero también las dudas, las ataduras mentales y los posibles prejuicios de los que pudieran ser señalados ambos en esta relación, la cual no se ve más que destinada al fracaso o a ser un mero recuerdo de verano.

La delicadeza visual con la que el director italiano retrata este idílico amor es visualmente memorable, la fotografía del tailandés Sayombhu Mukdeeprom es sutil y poética así como la música original del cantautor y músico estadounidense Sufjan Stevens, quien en sus líricas esconde pequeñas odas al amor y sus diferentes escenarios.

El viaje de Elio junto a Oliver es uno cinematográficamente memorable, con secuencias, sí, por momentos incómodas, pero por otro lado tristes y por otros momentos de felicidad y comicidad, pero que demuestran esta representación del amor alejado de los prejuicios sobre las preferencias sexuales o la edad.

Hablo de estos prejuicios sociales que la misma novela de Aciman rompe, y lo hace con uno de los que tal vez será de los momentos cinematográficos más memorables del cine este año, el discurso del padre de Elio (Michael Stuhlbarg) sobre este amor sin prejuicios, sobre aprovechar lo que la juventud brinda y la invitación a vivir con sus altas y bajas, del amor verdadero cuando se logra encontrar.

“Llámame por tu nombre” es una cinta contemplativa, preciosista, con una gran producción, con las grandes actuaciones de Timotheé Chalamet como Elio y Armie Hammer como Oliver, quienes se entregan a sus personajes; pero sobre todo es una oda al amor alejada del cliché y regocijada en la poesía visual, musical y literaria. ¡Imperdible!

 

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