A 15 minutos del municipio de Tulancingo se vive una tradición milenaria que ha ido modernizándose con el tiempo, pero que aún conserva elementos esenciales como la música con flauta y tambores: el carnaval de Santa Ana Hueytlalpan, comunidad indígena con raíces otomíes que se rige por sus usos y costumbres.

Cada año, previo a la Semana Santa, durante cuatro días Santa Ana Hueytlalpan se llena de fiesta y diversión en sus cinco barrios: la Ciénega, Atlalpan, La Palma, Tecocuilco y La Luz, cuyos habitantes han visto de esta tradición una forma de competir para saber quién es el mejor en su organización con grupos musicales de renombre.

La vestimenta típica de los huehues -danzantes- la cambiaron por el uso de máscaras de personajes comerciales, políticos o artísticos. Su atuendo es de felpa de gran tamaño de distintos colores y su costo oscila entre los 400 pesos; en contraste, las mujeres visten su falda negra típica con listones de colores, fajilla de lana, blusas bordadas en colores verdes, azules, rojos y sombreros de charro.

Los huehues ocultan por completo su personalidad, cambian su voz para no ser reconocidos y utilizan ruidos como una forma de comunicarse. Bailan al son del tambor y la flauta pero también el de la chona y banda.

Anteriormente no había mujeres bailando en el carnaval, eran los hombres los que se disfrazaban de mujeres, aunque aún existen hombres jóvenes que se visten de esa forma.

Una fiesta llena de misticismo, una tradición que embriaga, en el que el alcohol no debe faltar para esta algarabía, ya que es lo normal danzar con la cerveza en mano, aguas locas, pulque y botellas de alcohol es su hidratación para continuar la fiesta.

Bailar girando un torito artesanal hecho a base de una estructura de madera por cuerpo y una cola real de toro es un reto que no cualquiera puede aguantar. En algunos barrios aún realizan la “descabezada”, que consiste colgar un gallo como piñata y la gente trata de alcanzarlo hasta que alguien pueda arrancarle el pescuezo, ya que es símbolo de trofeo.

 

Una fiesta milenaria

Para el delegado de la comunidad, Silvestre Cerón Tienda, es una tradición con más de 100 años de antigüedad y de las más importantes de Santa Ana Hueytlalpan, después de su fiesta patronal en el mes de julio y de la Feria del Mole en noviembre.

La fiesta comienza con el levantamiento de un poste de más de 15 metros sobre el cual ponen una bandera que identifica a cada uno de los barrios, las personas encargadas de dirigir este ritual son los mayordomos.

Informó que el carnaval se consolida gracias al apoyo económico que reciben por parte de los migrantes Santaneros que se encuentran en Estados Unidos, de los estados de California, Atlanta Georgia, por mencionar algunos. Y destacó que esta tradición traspasó fronteras, pues migrantes de Santa Ana Hueytlalpan en Estados Unidos celebran su propio carnaval.

Juan Tienda Cruz, conocido como “Tamborista de la Ciénega”, participa desde hace 25 años con su música: una flauta y un tambor son sus instrumentos para ambientar a los pobladores de su barrio. Él dice que sus raíces otomíes es la música que tocan.

Esta celebración reúne a familias y refuerza las raíces de la comunidad durante cuatro días de fiesta, bailando y disfrutando.

Gracias a las redes sociales, los pobladores de esta comunidad dejan precedentes, pues utilizan estas plataformas para dar difusión de su carnaval, y es un espacio de interacción entre migrantes y organizadores del evento, lo que ha permitido que llegue a más personas y conozcan cómo celebran esta temporada.

No obstante, el apoyo del gobierno municipal de Tulancingo a través de su dirección de Turismo impulsa la difusión y promoción de las costumbres y tradiciones de esta comunidad.

Félix Chávez San Juan, titular del área, dio a conocer que en la edición 2018 acudieron al estado de Tlaxcala para dar difusión. Una comparsa de Santa Ana Hueytlalpan vistió “La Magia del Carnaval de Hidalgo”, en la que participaron más de 60 municipios.

Dio a conocer que en la comunidad el 30 por ciento de sus habitantes habla el dialecto Otomí y que hay generaciones de niños y jóvenes que aún lo preservan.

“Es una comunidad que tiene mucha cultura, y en realidad la gente sale a trabajar fuera para realizar este carnaval; el primer día se concentran en la explanada principal de la localidad, posteriormente van a las competencias que organizan en cada uno de los barrios con grupos musicales de renombre”, explicó.

Con este tipo de actividades, aseguró el funcionario, se genera para Tulancingo una gran afluencia de turistas y una derrama económica de 300 mil pesos.

Este carnaval es una gran fiesta de colorido, en una comunidad apacible con una mezcla de fantasía, rituales, misticismo, tradición y modernización.