Los grupos étnicos moradores de México por lo general se les conoce con el nombre entregado por el grupo étnico dominante, de igual manera, la lengua hablada por ellos se les conoce de esa forma. Sin embargo, nativos y hablantes se definen por ellos mismos de otro modo. Para efectos de presente artículo solo destaco tres ejemplos como referencia: tarascos es término utilizado por los españoles, su lengua es tarasca, por ser adoradores del dios: “Taras”. Los nativos de una región de Michoacán, Estado de México y Jalisco, se definen por purépechas, término proveniente de p’urhé o p’uré que significa “gente o persona”.
La etnia Otomí es nombre impuesto por nahuas, su lengua es el otomí, los hablantes se identifican por ñähñu, su lengua es hñähñu, sus variantes son: ñätho, ñuhu, hñöhñö o nya hnyu. Zapoteca es nombre otorgado por mexicas, su lengua es el zapoteco, los mismos hablantes se definen por: binnizá (binni: gente; zá: nubes, “gente de nubes”) y nombran a su lengua diidxazá (diixza: palabra, lengua; zá: nubes, “lengua de las nubes”). Es decir, entre ellos es: el pueblo de las nubes.
Estos y más grupos defienden su identidad, por eso, retoman sus nombres distintivos, de la misma manera que su habla. Porque mantienen sus propias costumbres, tradiciones, rituales religiosos y forma especial de interpretar su biósfera anímica, psíquica y de creencias. Por la solidez de esa identidad sigue permanente los grupos originarios.
Por la firmeza de la identidad étnica, los pueblos mantienen inquebrantable su existencia, en esto tiene razón las sabias palabras plasmadas en la obra: Nuestras Identidades escrita por Luz María Chápela, eminente investigadora, profesora y autora de 150 obras y materiales pedagógicos para niños, he aquí en su culto léxico:
“Cuando tenemos una identidad fuerte, sabemos lo que somos, conocemos nuestros defectos, nuestras limitaciones, nuestros miedos, o la manera en que nos afecta los fracasos. Y conocemos también nuestra fortaleza, nuestras mejores cualidades y muchas de las potencialidades que, todavía, no hemos realizado. Cuando tenemos una identidad fuerte, tenemos también un destino y un rumbo conocido cómo, por qué y hacia dónde vamos”.
Además, Luz María Chápela estudio sociología y entre sus múltiples contribuciones a la cultura, fue activa colaboradora de la Feria Internacional de la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (FILIJ).
Nativos de la etnia zapoteca de la región del Istmo han llevado a la práctica este alentador párrafo, entre ellos Andrés Henestrosa, Víctor de la Cruz, Macario Matus, Irma Pineda Santiago, y el emblemático Francisco Toledo. Entre otros, quienes ponen en alto su habla y su grupo racial.
La recomendación de Luz María Chápela ha sido captado por el joven zapoteco Ricardo Pablo Pedro, primer mexicano de origen étnico al haber sido matriculado para estudiar la licenciatura en química en la Universidad Nacional Autónoma de México UNAM, continuado sus estudios para obtener la maestría en la misma ciencia y haber obtenido el grado académico de Doctor en Química, en el prestigiado Instituto Tecnológico de Massachusetts.
El emblemático Ricardo Pablo Pedro rompe con el mandato que impera entre los lugareños de Tehuantepec: “naces pobre y mueres pobre.” Con férrea voluntad, sacrificios, desvelos, y hambres pudo estudiar la Preparatoria en el estado de Morelos, participa en la olimpiada del conocimiento en el área de Química y obtiene el tercer lugar. Al saber que otros de sus colegiales presentarían examen de admisión en la UNAM, él participa en el examen de admisión, y obtiene su lugar.
En su estancia en la gran urbe de concreto afronta penalidades, para sobrevivir vendió dulces, entre sus compañeros unos excluían, por fortuna encontró almas nobles quienes le bridaron su apoyo, en sus palabras: “Algunos me invitaban a comer, pero mi dieta esencialmente fue a base de bolillos o torta de tamal con agua, y cuando no resistía el hambre mejor me dormía y asunto arreglado”.
Las vivencias padecidas y conocimiento adquiridos las comparte a través de conferencias que dicta para otros estudiantes, en una dictada en la Máxima Casa de Estudios. Externó: “…me he dado cuenta de que los universitarios tenemos suficiente potencial, la UNAM lo tiene: esta universidad nos da todo, y todo es prácticamente gratis, por eso, hay que esforzarnos, no decir, “no puedo”, arriesgarnos, salir de la zona de confort”.
Esperemos que sus palabras encuentren eco, que ocurran experiencias similares, para que constaten que la ciencia que aspiren estudiar y la fuerza de voluntad contribuyen a consolidar el ideal; porque el destino se construye, así, como se crea el sentido a la vida.