Esta semana a menos de dos meses de que se realice la elección presidencial, el PRI nacional cambia a su dirigente, Enrique Ochoa Reza. Este cambio no es menor, aquella persona había estructurado toda una estrategia beligerante (al menos en el ámbito discursivo) sobre la campaña de su principal adversario político, Andrés Manuel López Obrador.

Como parte de una gran campaña de desprestigio, Ocho Reza, pasó varios meses invirtiendo su tiempo en denostar a AMLO. Lo hacía desde cualquier tribuna, aprovechaba todos los micrófonos y trataba de convencer a todo aquel que lo escuchaba, para remarcar lo que a su juicio sería patético para el país: el triunfo de AMLO.

Ese discurso no tuvo el impacto deseado. Al contrario, llenó de nubarrones el clima político (de por si complicado) valiéndose de las peores formas. Sostuvo que México sería similar a Venezuela por la inercia del populismo rampante de AMLO, sostuvo la hipótesis de que su candidato a la presidencia, José Antonio Meade, es competitivo en la contienda electoral cuando su tercera posición en las encuestas dista mucho de aquella interpretación.

En suma, invirtió más tiempo en hacer una contracampaña que en estructurar un plan propio que hiciera posible una plataforma política y social para su candidato. Ese error lo pagó caro. Los números en las preferencias electorales arrogan cada vez más distancia entre su candidato y el puntero. De tal manera que terminó por sepultar las mínimas posibilidades de triunfo para su partido. En pocas palabras, el daño ya está hecho y será muy difícil remontar tal inercia negativa.

Por desgracia, es bien sabido que cuando no le favorecen las cosas al PRI sale su peor rostro. Ahora, al frente del partido queda un viejo conocedor de la alquimia electoral. Este operador de triste memoria es René Juárez Cisneros quien fuera gobernador de Guerrero entre 1999 y 2005.

René Juárez sostuvo en su toma de protesta que proviene “de la entraña propia del PRI“, y es cierto. Es un político que se creó en las entrañas de su partido aprendiendo las peores formas que lo llevaron a ser considerado un “mapache electoral” en todo el país.

Este enroque parece llevar un mensaje muy claro; por principio de cuentas, viene a dar un viraje en la estrategia del PRI para tratar de hacer algo en estos últimos días que restan al 01 de julio. Pero por otro lado, muestra un último llamado a la militancia de años. El nuevo presidente del PRI se identifica con aquellos grupos tradicionales – e incluso caciquiles – del partido.

De hecho en su discurso se consideró “un militante más” ya que son momentos en que “todos son necesarios” ante los retos por enfrentar. Este puede ser un llamado desesperado a la militancia que no se sentía representada con la actual dirigencia nacional y sobre todo con el candidato a la presidencia José Antonio Meade.

Hay que ver cómo se gesta la nueva estrategia del PRI nacional. Es bien sabido que ese partido es muestra su peor rostro cuando las condiciones políticas le son adversas. Ojalá que el nuevo rumbo no venga a enrarecer más el humor social que existe en México en torno a la política electoral.

 

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