Todos tenemos nuestro “2 de octubre”. Aquellos que lo vieron acontecer lo conservan de manera vívida a pesar del tiempo transcurrido. Los que aún no nacíamos lo tenemos indeleble a través de las historias, las que nos contaron, las que hemos leído; todas imposibles de olvidar.

“No olvidar” es la consigna de aque los libros que surgieron después de 1968. Más que el ejercicio literario del testimonio, de la crónica, incluso de la ficción, fueron estandartes que anunciaban a los cuatro vientos lo que nunca debería de ser olvidado. Aquí algunos que siguen ondeando con ímpetu entre los nuevos lectores:

 

Los días y los años

El admirado Rodolfo Palma Rojo me recordó este libro. Se trata de la primera novela de Luís González de Alba, la cual va más allá del testimonio sobre el movimiento estudiantil, para convertirse en una especie de diario de campaña que da cuenta de la movilización ciudadana a lo largo de un país cansado, ya desde entonces, del tácito estado de sitio en que se encontraba. Desde la mirada de un estudiante y miembro del consejo nacional de huelga, se trasluce la visión colectiva, la carga moral, filosófica y política de un enfrentamiento generacional entre la libertad y la opresión. Un análisis desde las entrañas del movimiento del que el lector no puede salir indemne.

 

Los símbolos transparentes

Un hidalguense que fue testigo de la masacre del 2 de octubre. Gonzalo Martré era director de la preparatoria número uno de la UNAM en 1968 y estaba presente en la plaza aquella tarde sangrienta. Este libro narra el momento preciso y traza una perspectiva del movimiento, desde las motivaciones de los estudiantes hasta la indiferencia persistente del gobierno. Ganador de un concurso que aseguraba su pronta publicación, durante décadas pesó sobre el libro la censura por atreverse a nombrar a los protagonistas por su nombre. Mención aparte merece la descripción cruda y detallada de los métodos de tortura que llevaron a muchos de los detenidos a la desaparición; a los sobrevivientes a la guerrilla o a las replicas rebeldes como la del jueves de corpus de 1971. Alfaguara publicó hace no mucho la “versión definitiva” de un libro definitivo desde su concepción.

 

68

Don Paco Ignacio Taibo padre, contaba que había decidió sacar del país a Paco II unos días antes del fatídico 2 de octubre. Sin dotes de clarividencia, el Gato Culto conocía de los alcances de la represión, los había vivido en carne propia.  Es entonces que la visión de Taibo segundo tiene el tamiz de la distancia, pero no de la lejanía con los principios y fundamentos de los estudiantes, sus pares. 40 años después, Paco Ignacio da respuesta a las preguntas formuladas ente las balas y los cuerpos inertes, releyendo sus notas de ese tiempo y reflexionando con la serenidad del ahora. En estas páginas vemos a un autor convencido de que olvidar de dónde venimos sería imperdonable y de que, como decía el Che, “sólo la verdad es revolucionaria y lo demás es de mentiras”. Un libro imprescindible para entenderlos acontecimientos de hace 50 años.

 

La plaza

Aparecida apenas tres años después del 68, Luis Spota expuso sin censura, imparcialmente y desde un punto de vista critico a los protagonistas del movimiento que estremeció desde sus cimientos a la sociedad mexicana. Narrado con la gran lucidez que le caracterizaba, este libro tomó como materia prima lo conocido por todos, para transformarlo en el retrato desgarrador de un país convulso. Vitupereado por propios y extraños, la publicación de esta obra la valió a Spota la expulsión del cerrado y elitista círculo (¿de entonces?) de la literatura mexicana, de la cual la historia le reivindicó convirtiéndolo en un clásico. Este libro me lo recuerda mi queridísimo colega Cesar Fernando Montes, gracias amigo.

Puerilmente creí que este recuento sería corto, pero me quedan en el tintero otros tantos títulos dignos de mencionar. Lo dejaremos para la próxima semana si el lector no tiene inconveniente. Mientras tanto, si usted se acuerda de otro libro sobre el movimiento estudiantil de 1968, sabe donde encontrarme. Hasta la próxima.