En Octubre pasado, estuve en la Casa del Niño Indígena de la comunidad de El Olivo, Ixmiquilpan, para presentar uno de los cortometrajes que con el tema de prevención del embarazo adolescente, hicieron jóvenes del CECYTE Capula.

Pasando la Central de Abastos, rumbo a El Cardenal, empecé a ver afuera de muchos comercios: misceláneas, talleres automotrices, verdulerías, refaccionarias; bidones de 20 litros de gasolina apilados uno sobre de otro, que fácilmente hacían juntos hasta 300 litros del combustible.

Incrédula pregunté a la joven a quien acompañaba, -¿eso es huachicol?-, -¡Sí, aquí lo encuentras por todos lados!-, – ¿pero y las autoridades?-, – no pues aquí todo mundo sabe-,- ¿y la Presidencia Municipal también?-,- ¡también!-.

Difícil entender la dinámica comunitaria que impone el crimen organizado, cuando, ahora, y cómo lo señala Ana Lilia Pérez en su libro “El Cartel Negro”, el robo de combustible es una actividad que les da ganancias mayores y más sencillas de obtener que el tráfico de estupefacientes, la trata, la prostitución forzada o cualquiera otra de sus diversos “negocios”.

En Hidalgo son varias zonas por donde pasan los ductos de Pemex, incluido el Valle del Mezquital, y donde los habitantes se han acostumbrado a convivir con los criminales (por la buena, porque les hacen partícipes de sus ganancias, o por la mala obligándolos a participar), y donde además le han perdido el respeto a esa volátil substancia energética, de ahí mi horror de ver los contenedores apilados como si nada.

La joven reportera Joselyn Sánchez de AM, quien estuvo antes y después de la explosión en San Primitivo, señala que ha visto en más de una ocasión personas quemadas, que es una constante en la región dedicada al robo de combustible.

Claro, lo ocurrido el viernes pasado superó cualquier expectativa, pero era sin duda, una tragedia anunciada.

La preguntas muchas: ¿quién perforó el ducto?, ¿quién convocó a los habitantes?, ¿cómo llegamos hasta éste punto en que la comunidad tomó tal riesgo?, ¿seguirán los habitantes de éstas zonas de Hidalgo colaborando con los huachicoleros?, ¿tendrán las garantías necesarias para denunciarlos sin consecuencias?

Será muy largo el camino en el combate al robo a la nación, criminales de cuello blanco, criminales en las mismas instituciones, criminales en todas las esferas de gobierno, criminales entre los grandes empresarios y criminales protegidos por la población, no se harán a un lado tan fácilmente.

Lo que sí es una lástima es que la cuerda siempre reviente por lo más delgado, los habitantes de Tlahuelilpan se expusieron de más por lo menos.

Estamos en el mundo del revés, lo que antes era malo, ahora es bueno, lo que antes era bueno ahora es malo.

 

De Eduardo Galeano:

“Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ni ayer ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.

Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies, los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos.

Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no profesan religiones, sino supersticiones, Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.

Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata”.

 

 

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