La mañana del domingo, dejó esta dimensión aquel quien fuera uno de los grandes héroes del Club Pachuca, uno de sus entrenadores más recordados y más queridos, a quien la afición le guarda cariño y gratitud, porque de la mano de Benjamín “El Cuate” Fal, Pachuca volvió después de años de sufrimientos y penurias, a la primera división en 1992.

Benjamín Fal no sólo es una leyenda para el Club Pachuca, también fue un jugador destacado en el cuadro del Necaxa, donde fue delantero y consiguió un título de campeón de campeones, ante aquel campeonísimo Chivas, y con el tiempo, igual empezó en el banquillo necaxista, siendo asistente de José Antonio Roca.

Para los aficionados Tuzos, Benjamín Fal siempre estará marcado en el recuerdo, pues nadie olvida aquella temporada 1991-1992, donde los Tuzos fueron superlíderes con 41 puntos, volviendo a una final en la liga de plata, donde un año antes habían sucumbido en un tercer partido en Puebla ante el Atlante.

Pero ese fue el año del Pachuca. Luego de 19 años de sufrimientos, de tristezas y varias penurias, de finales perdidas antes Irapuato y Cobras, luego de haberse ido hasta la Segunda B tras haberse vetado el estadio Revolución, de regresar de nuevo a la segunda y caer en una gallarda final ante los Potros, por fin los Tuzos vencieron a todos sus fantasmas y en aquella tarde soleada, ante un estadio Revolución Mexicana repleto y un Cerro de Cubitos pintado de azul y blanco, ese día la afición gritó con el alma el gol de Manuel Padilla que regresó a Pachuca a la primera división.

Benjamín Fal fue el timonel que llevó a los Tuzos a esa final por el ascenso, en la que derrotaron al temible equipo que eran los Cañeros del Zacatepec.

Indelebles son los momentos de aquella sufrida tanda de penales, que “El Cuate” Fal prefirió no observar, porque se decía que padecía del corazón, por lo que se fue a rezar a los vestidores.

El héroe de aquel día, “El Superman” Rolando Soto, ya en la segunda tanda de tiros de castigo, detuvo un tiro penal y abrió la puerta para que Manuel Padilla anotara el último penal, el gol definitivo que selló el regresó de los Tuzos a la máxima división y con el cual la afición estalló en júbilo, los aficionados se abrazaba porque al fin había ocurrido el milagro, mientras Benjamín Fal estalló en llanto en el vestidor hasta donde le fue a avisar Padilla que habían ganado, para después salir a abrazar a todos sus jugadores que festejaban con la hinchada.

Tampoco la afición olvida su famosa chamarra roja, la de la suerte, con la cual ese día, Benjamín Fal escribió en letras de oro su nombre en la historia del club decano del futbol mexicano, y en las calles la gente que festejaba, incluso lo pedía para gobernador.

Apenas hace dos años, en junio de 2017, “El Cuate” Fal volvió al estadio Revolución Mexicana, con su legendaria chamarra roja, para volver a dirigir un partido con aquel cuadro leyenda que logró el ascenso en 1992. Fal recibió el abrazo de aquellos veteranos quienes siendo jóvenes, lograron de su mano uno de los títulos más ansiados en la historia del club, aquel Pachuca modesto, que nunca dejó de pelear para llegar a ser el gigante actual.

Divertido, Fal veía a sus pupilos de nuevo en el empastado del Revolución Mexicana, ahora cancha sintética, recordando esos días históricos en la memoria del club.

Son recuerdos muy bonitos, sobretodo ver a gente que hace muchos años no veía, la gente que te subió, el público que te ayudó. Da gustó estar aquí, aquí me sentaba yo, me recuerda muchos años y muchas cosas buenas”.

De todos sus recuerdos, teniendo al pie el trofeo dorado que conquistó en aquel entonces y que llevó el ex presidente José Luis Villuendas, trajo presente uno que compartió, “recuerdo que había un aficionado, que se la pasaba fregando allá en la esquina de la tribuna de sol. Se la pasaba jode y jode Ojala estuviera aquí, ¿saben qué le diría? Te perdono”, dijo entre risas un Fal sonriente, que recordaba sentado otra vez en el banquillo de los Tuzos, aquellos días que lo inmortalizaron en la historia del centenario club.