Hace casi dos semanas la diputada federal Gloria Romero León organizó en Pachuca el foro sobre Paridad total. Ahí estuvieron presentes las senadoras Xóchitl Gálvez y Kenia López Rabadán; esta última, artífice y promotora principal de la iniciativa que ya fue aprobada en el pleno del Congreso de la Unión.

La paridad total significa que en los tres niveles de gobierno, federal, estatal y municipal habrá de haber un número igual de hombres que de mujeres tomando las decisiones que seguramente redundarán en un mejor gobierno.

Se abre así la posibilidad de que una mujer sea presidenta de México, y no sólo eso, sino que habrá un número igual de gobernadores que de gobernadoras, de secretarios y secretarias, directores y directoras de área, jefes y jefas de oficina, presidentas y presidentes municipales, síndicas, síndicos, regidoras, regidores y así sucesivamente.

Era una deuda ancestral con la mitad de la población de este país. No caigo en la afirmación simplista de que las mujeres hacemos mejor las cosas que los hombres. No, las hacemos de manera distinta y en muchísimos casos eso ya es una enorme ventaja, digo, hemos tenido verdaderos barbajanes en la presidencia, en las gubernaturas y en las alcaldías, no podemos hacer lo mismo las mujeres.

Ahora corresponde a cada estado la aprobación. Creo que ahí es donde se podría topar con posturas cavernícolas. La Ciudad de México está considerada ya como la Isla de los Derechos Humanos; en muchos de los estados el machismo más recalcitrante campea, pero lo cierto es que México no puede ni debe quedarse atrás en el cumplimiento de los derechos humanos más elementales.

Por supuesto ya hay mujeres perfectamente capaces y preparadas para ocupar cualquier puesto de decisión, aun así hay que anticiparse a la violencia que incrementará contra nosotras, porque estoy segura de que muchos hombres vomitarán verde.

Ya tuvimos una probadita de lo que son capaces de hacer y de dejar de hacer. En las pasadas elecciones, compañeros de los propios partidos hicieron campaña contra sus compañeras y votaron en sentido inverso, dejaron a las candidatas sin recursos, las amenazaron a ellas y sus familias, hasta asesinatos de aspirantes e incluso algunas ya electas.

La antropóloga feminista española Almudena Hernando, asegura que cuanto más avanzan las mujeres, más reacción violenta habrá desde el orden patriarcal. En su libro, Hernando no plantea una lucha por la igualdad, igualándonos a los hombres, sino que sostiene que el modelo para la igualdad es el modelo que desarrollamos las mujeres. En suma, sugiere que los hombres tendrían que ser más como somos las mujeres. En ese sentido, tilda de ingenua la pretensión del sistema patriarcal de alcanzar la individualidad total de los hombres. No es posible porque les faltarían los afectos, tienen literal un hoyo negro y necesitan a las mujeres, porque la parte relacional de vínculo es imprescindible para la existencia de cualquier ser humano. “Porque aquello que da sentido a la vida, es sentirla”, asegura.

En la modernidad, dice, los hombres patriarcales van a pedir a las mujeres dos cosas totalmente contradictorias: Que ellas se individualicen para que entren al mercado de producción y sobre todo de consumo y, a la vez que no se individualicen para que les sigan atendiendo a ellos. Pero hoy en día, señala, las mujeres están optando por una individualidad independiente, esa que no depende de nadie que marque su destino, ni se depende de nadie subordinado que garantice el vínculo, porque ellas mismas lo desarrollan y ésta, asegura, es la identidad más potente que existe hasta el momento.

Por eso, ante el avance que supondrá para las mexicanas la paridad total, le pido a los mexicanos que se hagan algunas preguntas: ¿Por qué me enoja tanto que las mujeres avancen?, ¿por qué siento tal envidia y me comporto de manera tan mezquina cuando las mujeres se superan?, ¿por qué odio a las mujeres?

Si sus respuestas sólo refuerzan o justifican lo que se está cuestionando, yo les sugiero que busquen ayuda profesional; claro, psicólogas y psicólogos que manejen nuevas masculinidades, porque esa no es una manera ni sana ni digna de vivir.

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