Ignacio César Cruz

El envejecimiento demográfico es un fenómeno que ocurre en todo el mundo, pero se expresa en forma heterogénea según las características de la Transición Demográfica (TD) ocurrida en sus diversas regiones.

La TD puede describirse como un proceso de larga duración, el cual transcurre entre dos situaciones o regímenes demográficos extremos. Uno, inicial, de bajo crecimiento poblacional con altas tasas de mortalidad y de fecundidad. Otro, final, igualmente de bajo crecimiento de la población pero también con niveles bajos en las tasas mencionadas.

Entre ambos extremos pueden identificarse dos momentos principales o curvas de inflexión: el descenso en la incidencia de mortalidad, en tanto que la fecundidad mantiene su impulso previo e incluso aumenta; y, el descenso posterior de la fecundidad. En los países en desarrollo el proceso es más reciente y transita con mayor rapidez, dejando poca oportunidad para atender de manera paralela rezagos preexistentes y nuevas demandas sociales.

A lo largo del proceso, la estructura por edad de la población se modifica gradualmente. Como se conserva el impulso en la fecundidad, primero crecen los grupos de población en edades tempranas. Luego, al disminuir la fecundidad, el ritmo de crecimiento demográfico decrece progresivamente y los grupos de mayor edad incrementan su volumen y peso relativo, por lo que se dice que la población “envejece”.

La TD es, sin embargo, un proceso complejo, y difiere en cuanto al momento en que inicio y al ritmo de los cambios en la fecundidad y la mortalidad para cada caso particular. Es decir, el comportamiento de la fecundidad y la mortalidad, sin perder de vista la actual influencia de la migración, afectan de manera diversa al crecimiento y la distribución por edades de la población, dando lugar a la disminución, estancamiento o expansión de diferentes grupos que, a su vez, articulan demandas sociales diferenciadas.

Conceptualizar al envejecimiento demográfico de manera individual o colectiva, implica relacionarlo con aspectos socialmente sensibles, particularmente cuando se trata de desarrollo y calidad de vida. Primordialmente tiene que ver con la dependencia, fragilidad y vulnerabilidad inherentes a las personas de edad avanzada en diversos ámbitos.

Entre los temas relevantes para el estudio del envejecimiento demográfico se encuentra su relación con el campo de la salud humana y el predominio de enfermedades crónico-degenerativas en edades avanzadas, así como condiciones de déficit funcional conforme se envejece. También es necesario aproximarse al estudio de su dependencia social y económica, o de las contribuciones que hacen a la sociedad con su actividad productiva o laboral. En este caso, el tema de la pobreza cobra especial relevancia atendiendo a la incidencia de dicho fenómeno social, por ejemplo, en lo que toca a los alcances del sistema de seguridad social en la vejez.

En el caso mexicano es posible observar que la población adulta de 60 años y más se quintuplicó en cinco décadas: pasó de 1.9 a 10.2 millones de personas entre 1960 y 2010. Pero se espera que se duplique en un par de décadas más, alcanzando un monto de 20.4 millones en 2030. Lo cual constituye un importante reto en términos de las demandas sociales mencionadas.

Por lo que toca al estado de Hidalgo, la prospectiva al 2030 indica que la población de 60 años y más representará alrededor de 15 por ciento del total de personas asentadas en la entidad. Se trata de comportamiento cercano a la media nacional (14.8 %), sin embargo, es pertinente apuntar que en el ámbito municipal existe una correlación positiva entre la proporción de adultos mayores y la incidencia de la pobreza, dando un matiz de alerta sobre lo que puede esperarse para este grupo de población. Matiz que, como individuos, familia y sociedad, nos lleva al dilema de elegir o no rutas adecuadas para armonizar envejecimiento y calidad de vida.