La lección de Culiacán

Es cierto que no era necesario un derramamiento de sangre en Culiacán, Sinaloa, porque el hilo rojo de ese líquido orgánico se hubiera extendido a otros puntos del país, generando una tragedia inimaginable con cuantiosos daños en materia económica, de seguridad, de infraestructura, de salud y, sobre todo, de tranquilidad social.

También es verdad que el crimen organizado de la rama del narcotráfico desde hace mucho tiempo sentó sus reales en dicha zona, de donde han surgido capos tan poderosos y temerarios como Joaquín “el Chapo” Guzmán, cuyo control y poderío trascienden las más estrictitas medidas de seguridad que se le impusieron al líder del cártel de Sinaloa en su reclusión en la prisión federal estadunidense de ADX Florence, en Colorado.

Precisamente por el arraigo que tiene el narcotráfico en Sinaloa, por las redes de complicidad que ha establecido con la sociedad más necesitada, con gobernantes, con políticos, con jefes policiacos y con algunos miembros del poder Judicial, principalmente, era previsible que la captura del hijo de Guzmán Loera, Ovidio Guzmán López, generara una reacción tan violenta de parte del narco como la que presenciamos el jueves anterior.

Por esa razón no se justifica que se haya echado a andar un operativo de captura inferior en armamento y personal al que tiene el narco y que los responsables de la estrategia no hayan sido capaces de dimensionar la respuesta que tendrían los citados grupos delincuenciales de la región sinaloense, entre otros.

Es decir que la reacción que tuvieron los cárteles de la droga fue inmediata y contundente, pues se trataba de liberar al “hijo del patrón” y ante dicha postura, que consistió en una amenaza de ataque simultáneo que se generaría por diferentes flancos, el gobierno federal tuvo que dejar ir al detenido.

En caso contrario las consecuencias hubieran sido desastrosas, lamentables, cruentas y de una gran tristeza y desolación.

Ahora queda la tarea para el gobierno federal de considerar la posibilidad de despenalizar el uso de ciertas drogas, para que, como dijo el filósofo estadunidense Noam Chomsky, “si no existiera la ilegalidad en el consumo de drogas o la cantidad de consumo que existe en Estados Unidos, los narcos no tendrían el poder que tienen”.

Durante una videoconferencia que se transmitió el sábado pasado en la Feria Internacional del Libro del Zócalo, en la CDMX, Chomsky señaló que hace cuatro o cinco años, en una reunión de países de todo el continente, Estados Unidos y Canadá se opusieron a la descriminalización de las drogas”, pese a que tiene “una enorme cantidad de consumo y por tanto una enorme cantidad de personas consideradas criminales por consumir drogas”.

Por otro lado, indicó que “México, siendo productor y exportador (de drogas) hacia Estados Unidos, se está cayendo en pedazos debido a la violencia que genera la criminalización de las drogas”.

El Senado mexicano, por su parte, inició ya acciones relativas a la despenalización de la mariguana, y si eso se logra se estaría hablando de un avance para minimizar el poderío de los capos de la droga, aunque quede pendiente el tráfico de armando de Estados Unidos a México, tema que volvieron a tratar López Obrador y Trump a raíz del caso Culiacán.

Más allá de los discursos de parte de las autoridades de ambos países es preciso que se actué de manera coordinada para contener a los cárteles de la droga, con todas las conexiones políticas y económicas que tienen.

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