¿Otoño caliente o solo apariencia?

Jorge Esqueda Hernández

El pasado mes de octubre fue el escenario de múltiples protestas a nivel mundial que han despertado varias interpretaciones, pero habría que ir con cautela para evitar decepciones, aunque sí existe una certeza: los gobiernos, de todo signo, han sido reprobados por manifestantes donde una cabeza rebelde líder en concreto no aparece.

Los movimientos, si hemos de tener una visión amplia, empezaron hace un año en Francia con el movimiento de los chalecos amarillos, donde trabajadores del volante pero también automovilistas comunes, empezaron las protestas tras una alza a los combustibles, que pronto alumbró otros motivos: edad de jubilación más tardía, bajos salarios y pensiones, y un trasfondo: el evidente malestar contra el presidente Emmanuel Macron, quien año y medio antes había llegado portando la esperanza de la renovación de la clase política francesa y sus usos. Un año después los ferrocarrileros, por ejemplo, siguen en este otoño con los paros pues su situación no se ha arreglado.

Siguió Argelia en febrero, con la característica de que hasta las últimas manifestaciones todo fue pacífico. El presidente Abdelaziz Bouteflika renunció luego de intentar relegirse, anunciar luego que sí lo haría pero hasta ser electo y convocar a elecciones casi de inmediato. Al final entendió, o las movilizaciones lo hicieron entender, que su tiempo se había acabado, aunque el malestar popular sigue este noviembre.

Líbano es otro ejemplo de malestar ciudadano donde los años por la guerra civil del siglo pasado no acaban de superarse, en parte por inesperada llegada de los refugiados sirios en huida de la guerra civil en ese país y la presencia del extremismo del Estado Islámico, pero también por la falta de eficiencia gubernamental para lidiar con esos problemas y la baja económica de los años recientes, con el disparador de un impuesto a las llamadas de voz vía internet.

Irak parece ser el ejemplo más claro de la ineficiencia de los gobiernos para lidiar con los problemas. Saliendo apenas de la guerra contra la intervención militar encabezada por Estados Unidos que en 2003 capturó a Sadam Hussein y terminó con su gobierno, la clase política iraquí, permeada por los tintes religiosos como la libanesa, tardó un año en formar gobierno luego de las elecciones de 2018 y luego virtualmente entorpeció al entrante primer ministro Adil Abdul-Mahdi. Más allá de las rencillas políticas entre grupos chiítas musulmanes, sigue pendiente sacar al país de los destrozos de la guerra y reencaminarlo al crecimiento.

En América Latina, Ecuador, Chile, Bolivia y Venezuela protagonizan la inconformidad. Mención aparte merece Venezuela, donde la presencia de un político joven como Juan Guaido, con el apoyo de numerosos países de la región y sobre todo de Estados Unidos, fue insuficiente para sacar del poder a Nicolás Maduro. La pregunta es: ¿Qué tan real es la crisis humanitaria y económica que vive ese país que el heredero de Hugo Chávez no ha caído? En un primer diagnóstico, se parece concluir que la guerra de propaganda dejó atrás a los factores reales de crisis y por eso la Revolución Bolivariana se mantiene.

En Bolivia la gestión de Evo Morales está a prueba porque sus no malos resultados económicos parecen ser insuficientes para soportar un cuarto periodo presidencial. En Ecuador rencillas políticas entre el presidente Lenín Moreno y su antecesor Rafael Correa, están en el trasfondo de la reciente crisis.

La situación es más complicada en Chile, el ejemplo del neoliberalismo en América Latina. Un impuesto, este a los transportes, sacó a la luz que los sueldos son bajos y en particular, que las pensiones del nuevo sistema –similar a nuestras Afores- son insuficientes para vivir la vejez. Y a eso se añade la gestión del presidente Sebastián Piñera, que a decir de sus críticos, está blindado por sus millones para entender la negativa situación de sus gobernados.

En todos los casos no hay aceptación por la población al sistema económico en que viven, pero sí claros cuestionamientos a puntos específicos: altos impuestos, bajos salarios y pensiones de vejez insuficientes, todo responsabilidad de una clase política que sale reprobada.

Se trata de situaciones para reflexionar, aprender y no repetir.

De salida: Muy agradecido con el equipo de trabajo de Síntesis por recibirme en esta que es, desde hoy, mi casa editorial. Espero estar al nivel de su reconocida calidad.

j_esqueda8@hotmail.