¿Un México a prueba de balas?

Sí que han cambiado en 40 años los anuncios de los autos en nuestro país; desde aquél sedan VW con su cinta y su pluma demostrando que si la guerra entre apaches y gringos se hubiese dado en coches, los apaches también hubieran elegido un sedán, hasta nuestros días, cuando aparece el Tesla Cybertruck, con su diseño “a prueba de balas”.

Y es que estos ejemplos describen a la perfección cómo evolucionó la seguridad -¿o la inseguridad?-, en nuestro país en las últimas cuatro décadas, hasta convertirse en nuestros días en el tema más candente e irresuelto que pone en riesgo cada vez más la aceptación del presidente Andrés Manuel López Obrador, la cual cayó –de acuerdo al encuestador Roy Campos-, de 63.7 por ciento a finales de septiembre, a 57.2 por ciento el viernes anterior.

Cinco puntos porcentuales que representan a millones de mexicanos, cuya confianza en el presidente disminuyó, o se desplomó, después de los hechos ocurridos en Culiacán, el asesinato de las mujeres y los niños Lebarón, el recate de Evo Morales y las masacres que, con Guardia Nacional o sin ella, no se frenan en el país.

Tocó la popularidad presidencial su punto más bajo el viernes anterior, del casi primer año de gestión, en lo que debe ser considerado por el equipo de López Obrador y por el propio presidente como una lucezota amarilla, aunque aún rebase con mucho la pobre aceptación que tuvieron Calderón o Peña Nieto.

Quiero imaginarme que ya sin los reflectores encima, sin las preguntas –obviamente concertadas- de un grupo de reporteros en las conferencia mañaneras, y de las molestas de aquellos periodistas con tendencias reaccionarias, según él, el presidente López Obrador debe reflexionar sobre cómo la inseguridad, que en su eternizada campaña electoral aseguró resolver en 100 días, puede dar al traste con muchos de sus objetivos largamente trazados.

Quiero pensar que con su inteligencia –indiscutible-, viveza y fabulosa memoria, el presidente debe aceptar la necesidad de modificar las formas de alcanzar el objetivo de poner fin a la violencia, criminalidad e inseguridad en el país, y que con entregar pensiones a los ancianos y becas a los estudiantes pobres no será suficiente.

Pero entonces, de llegar a aceptar la necesidad de rectificar el rumbo, el presidente tiene dos opciones: o la hace por la vía económica, es decir, reactivando la economía, generando empleos y bienestar económico generalizado, sin centrarse solo en los que menos tienen, o autoriza a la Guardia Nacional a ejercer su fuerza -¿o para qué fue creada?- contra delincuentes que ponen en riesgo la seguridad de los mexicanos.

Indudablemente la primera es la mejor opción. Construir infraestructura por todo el país, sin centrarla en puntos “estratégicos”, vendría aparejada de un bienestar económico que aminora la violencia y que, sin necesidad de “apoyos oficiales”, eleva la calidad de vida de la población.

O de plano, que los recorridos de convoyes de la Guardia Nacional, fuertemente perpetrados, dejen de ser solo una imagen de lo que pudiera ser y se les permita ejercer la función para la que fue creada: garantizar la seguridad de los mexicanos. Que la idea de no combatir la violencia con violencia no frene la actuación del cuerpo de seguridad más importante con que cuenta el país.

La inseguridad en el país crece, y crece aún en paraísos como Hidalgo, a la par de que cae la aceptación en el presidente que acepta, acepta y acepta, que el principal problema por resolver es la inseguridad, pero quien ha dado órdenes a su cuerpo de seguridad élite, la Guardia Nacional, de no responder con violencia, ni siquiera cuando están siendo amenazados de muerte.

Una situación a la que responde el mercado con Tesla Cybertruck y su diseño “a prueba de balas”. ¿Y los que no tenemos para comprarlo?

dolores.michel@gmail.com