La maestra Irma Millán Noble arriba este año a su 50 aniversario de trayectoria en la danza, pasión que inicio desde su tierna infancia a los 5 años de edad, y desde entonces primero como bailarina ejecutante y después como maestra de danza y gimnasia, ha ganado un sin fin de premios y reconocimientos, aunque lo más valioso para ella es el cariño y los gratos recuerdos que comparte con sus alumnos a lo largo de este tiempo.

Recuerda que sus inicios fueron en el ballet, principalmente, llegando a ser bailarina ejecutante de ballet clásico, para lo cual contó con el apoyo y aliento incondicional de su madre, aunque la figura de su padre, de profesión militar, también influyó mucho en su formación.

Recuerda que además del baile, independientemente de sus estudios en la escuela normal, como maestra de primaria y como especialista en niños de lento aprendizaje, también hizo estudios como maestra de danza folclórica, especializándose en danzas indígenas y prehispánicas, “lógicamente en baile regional”.

Asegura que la inquietud de la danza, el crecimiento de esta disciplina también vino acompañada con el jazz, por lo que se fue a Estados Unidos a estudiar con el maestro Luigi, creador de la técnica que lleva su nombre.

Irma Millán reconoce que además de estos estudios, también está al pendiente de las nuevas tendencias, como fue el surgimiento del hip hop, de la danza del jazz, el techno, por lo que tuvo que aprenderlos también sobre el camino, “la verdad es que mi formación clásica, y luego vienen esas técnicas, luego pongo una escuela, entonces la verdad es que todas las clases las daba yo”.

Reconoce que la inquietud por el baile también la inclinó hacia la gimnasia, de la cual es entrenadora, por lo que para llevar a sus alumnos a competiciones, además de ser entrenadora, fue juez y presidenta de la asociación de gimnasia en el estado, “tenía que tomar todos mis cursos fuera para poder llevar a mis alumnos a los campeonatos”.

Incluso reconoce que tiene un premio al mérito deportivo, siendo escogida por la federación de este deporte para tomar un curso en la Universidad de Séneca para tener un carnet internacional de juez y de entrenadora, “fuimos tres maestros en el país y a mí me dieron esa oportunidad”.

En la gimnasia incursionó con sus alumnos durante nueve campeonatos internacionales, pero decidió retirarse porque era muy demandante el entrenamiento para estos atletas, además de que los campeonatos se empataban en fechas con sus festivales de danza en junio.

Precisamente al terminar su etapa como bailarina ejecutante solista, al casarse y tener a sus bebés, se mudó con su esposo de Pachuca a Ciudad Juárez, donde puso su primera escuela, comenzando a impartir clase a cuatro niños, “llegué a Juárez e inscribí a mis hijos en el kínder, y platicando con el director, me prestó su escuela para dar clases”.

Posteriormente se mudó a la Ciudad de México, donde consiguió una plaza en el Teatro Hidalgo, pero le comenzó a ser difícil acomodarse al trajín de una ciudad que le demandaba tiempo para el trabajo, los traslados y sus hijos.

Así que regresó a Pachuca con toda la familia y como quería trabajar de nuevo, se enfiló a la Dirección de Educación, donde encontró a dos de sus maestras con a las cuales tiene gran afecto, quienes casualmente proponían a un director recién llegado, un programa que tenía que ver con su formación dancística, pues sus maestras solicitaban que en las escuelas primarias alguien con su perfil fuera a dar clases de baile y danza.

Así que se quedó con una plaza, para atender a siete escuelas, además de obtener una plaza del Instituto Hidalguenses de Bellas Artes, “se me abrió todo en torno de la danza, por eso creo que uno está destinado y si sigues tu pasión, eres feliz”.

Reconoce que la vida como ejecutante es muy cortita, porque cada día las niñas avanzan muy rápido y las chiquitas comienzan a bailar mucho mejor que las grandes, “entonces tienes que ver qué es lo que vas a hacer. A mí me satisface mucho ver el avance de los niños, yo creo que mi formación de docente ya la tenía también y mi destino era enseñar a bailar”.

Recuerda que al llevar a los niños a concursar, también daba clases particulares en lugares que le prestaban, además de que cuando iba a los concursos, siempre llevaba niños indígenas del Valle del Mezquital y de escuelas oficiales, pero descubrió que muchos estados llevaban a pequeños de escuelas particulares, “yo llevaba a mis niños preparados para que ganaran lo que iban a presentar”.

Su escuela nació un poco por sus hijos, porque podía tenerlos a todos, y en Pachuca comenzó en saloncitos, instalándose en la calle de Victoria, luego pasó a la Colonia Morelos, donde tenía un salón de duela, para después pasar a la Casa del Médico Hidalguense, donde estuvo muchos años.

El impulso de crecer la llevo a hacerse de un crédito, para llevar su escuela a su ubicación actual, en la colonia Santa Julia, reconociendo que el comienzo fue difícil, pues la calle estaba muy fea, había muchos vagos, pero poco a poco la situación mejoró y el lugar y sus instalaciones son de primer nivel.

Irma Millán reconoce que su oficina estaba tapizada de reconocimientos, pero ya la ahogaban y decidió retirarlos, aunque destaca que su mayor reconocimiento y satisfacción en estos 50 años de trayectoria es ver el crecimiento de sus alumnos, “que si tienen tres años y ya están haciendo cualquier cosa, para mí es lo máximo, claro, si los voy a llevar a concursar, ahí ya mi visión es de juez, cambia totalmente”.

No obstante, la satisfacción también es ver a sus alumnos triunfar y que regresen con sus hijos y con sus nietos, “eso me da una satisfacción súper enorme”, comparte emocionada

“Hubo un premio que me dieron que a mí en lo personal me ha gustado mucho, es compartir con muchas mujeres en Monterrey, donde me dieron un premio de Mujer en la Cultura a nivel nacional, y ver a otras mujeres de muchas ramas como empresarias, científicas, y cuando me vi rodeada de tanta mujer talentosa y prospera, que ha luchado porque no es tan fácil para las mujeres las cosas, eso fue una satisfacción muy diferente a lo demás, además Yoli me dio un premio por trayectoria, y la verdad, cuando vi la cantidad de gente, dije ‘Dios mío, en donde me vine a meter’, me siento muy afortunada”.    

Por ello, para festejar sus 50 años de trayectoria, más que una presentación, que puede resultar cansada para los participantes, Irma Millán quiere hacer un festejo, al que quiere invitar a todos sus ex alumnos, para compartir y recordar con ellos todos esos momentos gracias a la danza, pues agradece a los padres que se los hayan prestado un momento para verlos crecer y desarrollarse.