Doctora en Historia y directora del Colegio de Hidalgo, Rocío Ruíz de la Barrera comparte una faceta de su pasión por el estudio de la historia, que en el camino la acercó al servicio público y a ser pieza clave en el crecimiento de la educación media superior y superior en Hidalgo.

Originaria de Pachuca, Rocío Ruíz de la Barrera recuerda que desde la primaria, que cursó en la Escuela Inglesa porque su mamá decía “que la mejor escuela es la que está más cerca de la casa”, tuvo un gran profesor de historia de México e Hidalgo en la figura de Antonio Lechuga, “yo creo que la clase era muy amena, y además los libros de texto que teníamos en aquella época te invitaban a imaginar sobretodo como era ese pasado”.

Así que al llegar al tercer grado, realmente comenzó su inquietud por la historia, con los pasajes del descubrimiento de América, que veía en los dibujos hechos a mano de sus libros, ya que antes no se hacían a través de computadora, “era muy atractivo, así empecé a enamorarme de la historia desde la primaria”.

Siempre avecindada en el centro histórico de Pachuca, comparte que de igual manera en la secundaria continuo el interés por la historia, hasta llegar a la preparatoria, “cuando llegó el momento de estudiar la licenciatura, como que te empiezan a decir de qué vas a vivir, que tienes que tener otra cosa y como que la historia se ve un poco como pasatiempo o interesante en términos de cultura general, pero como que de la historia no vas a vivir”.

A pesar de ello, no cejó en perseguir su pasión, y como en Pachuca no había alguna alternativa de carrera que estuviera vinculada con la historia, además de que era impensable irse a vivir sola como mujer en la Ciudad de México, su familia le planteó que escogiera en provincia estudiar donde quisiera, y su elección fue en la ciudad de Puebla, en donde descubrió la carrera de Relaciones Internacionales e Historia, “y dije pues esa, porque esa tiene historia, sí me dejan ir a Puebla, había gente conocida en Puebla, y era el único lugar donde me iban a dejar ir y donde yo pudiera estar, entonces me fui a estudiar a Puebla”.

Así que marchó a Puebla a enrolarse en la Universidad de las Américas, donde estudió becada, por lo que tuvo que mantener buenas calificaciones, y aunque le comentaban si le interesaba ser diplomática, su interés real estaba en la parte de la historia, “porque obviamente debes de tener un marco de referencia histórica para poder mantener relaciones internacionales”.

Al concluir sus estudios, comparte, “ya era adulta, era una niña bien portada, entonces dije, ‘ahora sí, me voy a México’”, y se movió a la capital del país, a trabajar y estudiar en un campus de la misma universidad, donde comenzó su trabajo en la docencia y su inmersión en el ámbito de la educación.

De asistente, pasó a ser titular de asignaturas, coordinadora de carrera y de área, además de arrancar su preparación de posgrado, “como era en Estudios Latinoamericanos, tenía que ver con la Historia de América Latina, me enfoque en esa parte”.  Precisamente su labor en la educación le ayudó a conocer todo el proceso en la materia educativa en el quehacer universitario.

Al concluir la maestría, se decidió a solicitar su ingreso en el Colegio de México, para realizar su doctorado en Historia, donde pasó todos los procesos de evaluación y cubrió los requisitos, siendo aceptada y obteniendo el grado de doctora en 1995.

En el Colegio de México fue donde comenzó a realmente a hacer historia, explorando archivos, y como los horarios le acomodaban para ir a revisar archivos, reconoció que en Hidalgo hay una importante cantidad de archivos por explorar, por lo que se decidió a viajar cada tercer día al DF para tener tiempo de revisar archivos en Hidalgo.

Aunque fue una tarea difícil por el desgaste de horarios y viajes, además de lograr su doctorado, la inmersión en los archivos como el de la Compañía Real del Monte y Pachuca dio como fruto una tesis muy interesante, pues recuerda que una buena parte del archivo acababa de ser rescatada de Maestranza y de otras minas donde habían guardado cajas viejas y se rescataron documentos.

Al ver las carretillas que salían de libros y documentos, pidió revisarlos, pero a cambio de analizarlos, le solicitaron ayudar a limpiarlos del polvo, acomodarlos y clasificarlos, para poderlos utilizar, “acepté el reto, aunque significaba doble trabajo, porque no nada más iba a consultar”. Así resultó un trabajo sobre historia regional e historia económica en la segunda parte del siglo XIX, con el desarrollo del capitalismo en México.

De retorno en Pachuca, tocó puertas para ejercer la docencia, siendo catedrática en el Tec de  Monterrey y en la UAEH, y como fue parte del proceso del Sistema Nacional de Investigadores, en aquel tiempo sólo había tres personas en Hidalgo que pertenecían a este sistema, siendo ella una de esas investigadoras, y al conformarse una región de Investigación del Conacyt, con Puebla como sede, de los tres investigadores, a la primera que localizaron fue a ella y la designaron como enlace regional

En un evento oficial, conoció al maestro Luis Gerardo Ice, quien fungía como director de Educación Media Superior y Superior, mismo que la invitó a una reunión para ver cómo se iban a organizar para coordinar la parte que toca a la investigación. Como por ventura del destino, llegó a la junta, donde no llegaba aún el director, pero la hicieron pasar y participar en una reunión que abordaba la próxima apertura de la Universidad Tecnológica de Tulancingo, “allí me preguntaron mi opinión sobre un tema, expresé la misma, luego abordaron otro tema dentro de lo mismo y me preguntaron ¿y usted qué haría? Yo haría esto. Y para no hacer largo el cuento, a la vuelta de unas semanas me hicieron la invitación para que yo dirigiera la universidad”.

Y así llegó como encargada de despacho, pero se quedó como rectora por 6 años a levantar la UTT desde cero e iniciar su carrera en la administración pública, que siguió después arrancar también desde cero la Universidad Politécnica de Tulancingo, hasta llegar a la Subsecretaria de Educación Media Superior y Superior por invitación en el 2005, donde participó en los comités que constituyeron otras universidades en Hidalgo gracias a su experiencia y después convertirse en secretaria de Educación Pública de Hidalgo entre 2009-2011.

Luego de considerar haber cumplido su servicio social, pidió asumir el Colegio de Hidalgo, para regresar a su trabajo de historia e investigación, lugar que actualmente preside, donde ha logrado que tenga reconocimiento y aval nacional por la calidad de sus programas, al trabajar en un proyecto de largo plazo.

El Colegio de Hidalgo tiene reconocimiento en sus posgrados de calidad, con tres posgrados consolidados, mejorando planta académica y perfil de alumnos, que están en el padrón de Conacyt y que es evaluado objetivamente a nivel nacional, “es la satisfacción de verte en el padrón de excelencia y ver que tus profesores, tus alumnos y egresados tienen una carta de presentación y un desarrollo exitoso una vez que salen del colegio”.

Reconoce que la administración pública la ha absorbido, y aunque le ha quitado tiempo para producir bibliografía que es lo que quisiera, no obstante, ha logrado publicar libros a título personal y otros en equipo, dando a luz trabajos como “Breve Historia de Hidalgo” y el otro es “Hidalgo breve historia”, que apareció en el marco del aniversario del bicentenario de la Independencia.

El que más le ha dejado satisfecha, que hizo en equipo, es uno sobre Pachuca, editado en dos tomos titulado “Pachuca, Plata, Viento y Voluntad”. “Eso nos ha dejado un buen sabor de boca, y además un libro que aborda el tema de Historia Regional de Hidalgo para tercero de primaria, que también es una gran satisfacción”.

Rocío Ruiz comparte que pronto presentarán un libro de Cartografía Histórica de Hidalgo a mediados de febrero y además refiere el interés de hacer un trabajo sobre la ciudad de Tula, “hace falta trabajar varios de los municipios del estado para darles esa trascendencia”.