La pandemia por COVID-19 es una situación que está afectando al mundo en muchos frentes, la lucha de los médicos y los sistemas de salud contra esta enfermedad, además de la denodada batalla de los propios enfermos por recuperarse, pero además, junto a ellos, pero en la distancia, la de las familias que con una mezcla de angustia y esperanza, están al pendientes de su evolución, con la impotencia de sólo poder esperar y confiar en el esfuerzo del personal médico con sus pacientes.
Alejandro Capilla es hijo de uno de los primeros pacientes que contrajo el coronavirus en el país. Su padre, don Mario, trabajaba con él dando servicios a turistas en la Ciudad de México, sin embargo, la enfermedad lo sorprendió, no sólo a él, sino a toda la familia, que libró junto a su patriarca una batalla que desafortunadamente culminó en la partida de don Mario.
Alejandro, trabajaba junto a su padre para dar atención a turistas nacionales y extranjeros. Hilando en el tiempo, considera que su padre se pudo haber contagiado, luego de que un turista español le pidió hacer un viaje a Pemex, pero antes esa persona le había pedido comprar mascarillas y gel antibacterial. Aunque le cuestionaron al extranjero si estaba enfermo, respondió que llevaba porque allá no tenían. Le compraron todo y lo movilizó un par de días y se fue. “Esto es una semana antes de que mi papá empiece a presentar malestares”.
Reconoce que al ser uno de los primeros casos, influyó bastante, pues su padre tenía situación de riesgo, por diabetes e hipertensión, “yo no sé si haber sido de los primeros casos nos influyó para que él no lograra salir. ¿Por qué? Pues porque se desconocía del todo y bien a bien cómo eran los procesos, a pesar de las experiencias en otros países, pues cada raza somos distintos”.
Comparte que días antes de ingresar a un hospital, su padre comenzó con un dolor de estómago, mientras trabajaban juntos, “yo le digo la clásica, ‘échate un pepto bismol’. A pesar de que trabajamos juntos, la verdad es que cada quien anda por su lado, y después no me dijo si se sentía bien o mal. Ya al final, cuando empezamos a parar, por la contingencia, me dijo que se sentía muy mal”.
Refiere que don Mario estuvo toda una semana en su casa con diferentes síntomas, con problemas estomacales, ya que evacuaba agua, “después le vienen situaciones como dolor de riñón, mucho cansancio, mucho dolor físico, como cuando tienes una gripa fuerte, y luego tuvo un par de episodios de fiebre fuerte, entonces ue cuando empezamos a preocuparnos un poco más que pudiera ser esto”.
Sin embargo, sus problemas estomacales los hicieron descartar que fuera Covid-19, “pensábamos que era una infección diferente, porque nadie había dicho nada de esto”. Lo llevaron con un médico general, pero consideró que se trataba de la próstata. Como salió un poco inflamada, le aconsejaron a su padre consultar a un especialista en el tema, en un nosocomio privado. Fue llevado por su mamá y su hermana y el especialista al observarlo, pidió que lo detuvieran. “Se veía más mal que los primeros días, se veía como cansado, agitado, ya no podía respirar bien. Yo no lo había visto por trabajo, pero mi hermana me mandó un mensaje, avisando ‘parece que tiene Covid-19. Está internado y me están pidiendo que lo traslademos a otro hospital”.
La única prueba que le habían hecho en ese lugar a su papá, fue una placa torácica, la cual consultó con conocidos, quienes le señalaron que de entrada, sí tenía neumonía. Así que empezó a movilizar para ver en dónde podía trasladar a su papá. Mencionó que aún no había saturación de hospitales, y aunque en principio pensaron en el INER, a final de cuentas lo derivaron al Hospital Juárez, donde un conocido le dijo que el Juárez también era Hospital Covid.

“Fue un batallar para conseguir una ambulancia que lo quisiera trasladar, porque pedían una cantidad importante para trasladarlo para los uniformes especiales. A final conseguimos algo a precio promedio, con los estándares que pedían, y nos fuimos al Juárez”.

Comenta que en el Hospital Juárez lo recibieron pero no como Covid, sino que se dieron cuenta hasta que le aplicaron una prueba respiratoria y su saturación no era suficiente, “ni siquiera ellos tenían claros los síntomas, entonces fue algo fortuito, fue un batallar en una enfermedad que realmente desconocíamos todos, médicos, especialistas, familia. Incluso cuando yo hablo con él y le comentó la situación, puso cara de sorprendido, pues no tenía idea de qué estaba pasando realmente”.

“Tengo tan claro su rostro de sorpresa, que creo que era el de todos. De nosotros, de los médicos, de él. Eran síntomas que nos decían que era otra cosa, pero al final, yo entiendo ahorita que son síntomas tan ambiguos, que casi cualquier síntoma te lleva hacia allá si tienes problemas de respiración o fiebre”.

Fue luego de 12 días, que llegaron los resultados de positivo por Covid-19, pues se aventaron más de 10 días sin saber qué tenía, “yo vi mucha gente presionar para que les dijeran, pero a mí me daba lo mismo si lo tiene o no, yo necesitaba que lo atendieran y que lo curaran. Al final del día, a todos los que llegaban con problemas respiratorios, los atendían por Covid básicamente, porque lo tenían que descartar”.
Recuerda que el medicamento que se les estaba entregando era tan fuerte, que les mencionaban podía atacar la neumonía por Covid como cualquier otro malestar respiratorio, el cual se empezó a volver escaso, como fue el caso de la hidroxicloroquina.

Recomendaciones a familias
Los médicos pidieron que la persona que menos contacto hubiera tenido con el paciente, fuera la que estuviera de guardia en las afueras del nosocomio para lo que se ofreciera, “y ese fui yo, que estuve de planta. A mi mamá se le pidió que se fuera de cuarentena y a mi hermana. Mi hermana estuvo 14 días aislada de sus hijas”.
Recuerda que la familia convivió al principio de sus síntomas estomacales, en un domingo familiar, pero no tuvieron nunca sospechas. Convivió con él, pero fue el que menos, y aplicaron la cuarentena de ese modo. Como él ya había pasado 15 días de ello, y no presentaba síntomas, fue que permaneció en guardia, al pendiente de su padre.
Como familiares, les comentaron que en caso de tener un dato sospechoso, se comunicaran, lo que sucedió con su cuñado, pero al final de cuentas fue descartado.
En la guardia que mantuvo, recuerda que los únicos traslados que observó fue de pacientes al Hospital de las Américas en Ecatepec y al Belisario Domínguez, en Iztapalapa, de enfermos que tenían reporte de mejoría y cerca de ser dado de alta, “lamentablemente yo supe de casos de esos, que parecía iban a ser dados de alta, tuvieron crisis y recayeron”.

La vida en la espera
Alejandro comparte que fue una experiencia extraña, por el fenómeno que significa esta pandemia, porque vio gente deliberando si el gobierno estaba haciendo bien o mal, o deliberando si el Covid existe o no existe, “sobretodo al ser los primeros casos, algunos me platicaban que su familiar tenía EPOC, ‘entró por una crisis de EPOC, no por esto, no tiene Covid’. Estaban en procesos de negación”, refiere, mientras hace una pausa, al recordarlo.
Sin embargo, también comenta que se dio un proceso de organización entre los familiares, en el cual incidió, pues al ser pocos en el inicio, hicieron una red vía whatsapp los primeros 6 u 8 familiares que aguardaban noticias, “había muchas señoras grandes, al inicio, de los primeros ocho, había tres señoras de avanzada edad, de 70 años, una de ellas metió a su hijo ahí y luego a su esposo en la Clínica 29 del IMSS, imagínate, por la misma enfermedad y al mismo tiempo”.
Entonces, esa red que conformaron era de solidaridad, “de otra manera, era como volverte loco, tratar de entender esto solo, en estos espacios, aunque tuvieras que estar ahí esperando las horas, leyendo o teniendo alguna actividad, el estar ahí aislado era muy complicado”.

“Esta red nos ayudó, el tejer estos lazos solidarios entre los que estábamos ahí, creo que nos ayudó bastante. Nos servía para buscar medicamento, por ejemplo, un amigo dice que hay en tal lado, fulanito que en este lado, y con esa información se trasladaban a buscarlo en otros lados, y cuando había alguien que lo necesitaba, pues también a buscar. Entonces es un espacio, donde no nos dejamos caer”.

Alejandro comparte que cuando alguien se sentía mal, cuando le daban una mala noticia del estado de su familiar, tenía a alguien que lo levantara, pues de otra manera, hubiera estado solo ahí, “recibir la información aislado, sin tu familia o alguien que te apoye, porque el resto de tu familia no puede estar ahí, tú tienes que estar ahí, solo, solamente se permite una persona, entonces no había la posibilidad de sentir ese acompañamiento de tu familia. Como no lo hay, cuando falleció, el acompañamiento que tuve familiar y de los amigos fue por mensajes, todo fue a distancia”.
Explica que en este caso, los familiares de los otros pacientes fungen como una nueva familia que ayuda a sostenerse. A pesar de que el tiempo es pesado, reconoce que había días en que no les daban información. A veces les daban las 11 o 12 de la noche, no había informes y decidían mejor dormirse, para luego al día siguiente despertar, con el mal humor de la intendencia, que debía sanitizar los espacios, por lo que los familiares tenían que recoger sus cosas para permitir la limpieza.
“Son momentos pesados, como cualquier otro hospital, pero con mucha incertidumbre, porque no sabes qué te van a decir”.

Un adiós sin despedida

Alejandro recuerda que su papá, don Mario, estuvo estable durante todo el tiempo que estuvo internado en el Hospital Juárez, en la Ciudad de México. Una noche antes, tuvo una crisis, y se fue.
Comparte también que una chica, de 27 años, su esposo tenía igual 27 años, y tuvo tres paros en un lapso de 48 horas, por lo que se hacían a la idea de su partida, “todavía duró casi una semana, un poco menos, pero se aventó casi tres días luchando. Ella estaba devastada cuando le dijeron lo de los paros”.
Había esperanza, sin embargo, porque hubo una persona que tuvo 5 paros en 48 horas y logró salir de pie. Fue el primero que llegó y salió a la semana de perder a su padre.
“Es la información que te llega, tanto negativa como positiva, que cuando es positiva, pues celebras en conjunto, pero cuando es negativa, cuando tienes estas caídas, a todos nos derrumbaban, además de todo, Eso era vivir ahí, incertidumbre colectiva”, recuerda con voz trémula.

Beber un cáliz
Alejandro toma fuerza para continuar un relato difícil, pues es parte de su historia personal. Manifiesta que es mucho la incredulidad del hecho, “he comentado mucho con familiares, conocidos y amistades, que pareciera que es un sueño, una pesadilla, o que estoy en un libro y que estoy leyendo todo esto. Te decía, la última vez que lo vi, fue horas antes de ingresar al Juárez. Te diría que todo esto no paso, no existió, no es real y cuando me dan la noticia, obviamente tampoco lo puedo ver. No me entregan el cuerpo de manera habitual, en que tú vez a tu familiar, que abres el féretro y lo puedes tocar ¿no?”.
Expone que está cierto de ello, porque conoce gente adentro del Juárez que jamás le mentiría, y tener la certeza de “que este es mi papá”.
“Y eso me sirvió para confortar a toda la gente, decirles que la persona que estaba adentro es de toda mi confianza y que tuvieran la seguridad de que sus familiares estaban en las mejores manos”, dijo, refiriéndose no sólo a su familia, sino a quienes acompañaron sus guardias afuera del hospital, “he sabido de muchos brotes en otros lados de descontento, pero donde estuve, en el Hospital Juárez no”.
Comparte que en el día que le dieron la noticia de su padre, afuera festejaban a uno de los familiares que aguardaba por su cumpleaños, “particularmente ese día me había despertado muy optimista, y cuando me llaman, pues era en un horario fuera de lo habitual y yo ni cuenta me di de que me llamaban. ‘Capilla, a ti te están buscando’. Pues voy, un poco con ese optimismo que me había levantado, como pensando que iba a venir una muy buena noticia”.
Sin embargo, al ver la cara de los doctores, se dio cuenta que la situación no estaba bien. “me explican quiénes son, aunque a ellos particularmente no me había tocado verlos, me explican donde habían estado, la situación de mi papá, qué sabían, me preguntan yo que sabía, me responden ‘ok, correcto’. Les dije que todo había estado igual y que yo sabía que lo iban a pasar a piso. Me respondieron que no, que mi papá no iba a pasar piso, que había tenido una crisis y que había pasado muy mal la noche”.
Reconoció que lo tomó como si le advirtieran de cualquier eventualidad, “creemos que viendo la situación, a la mejor no pasa de unas horas”, le dijeron.

“Eso me cayó como un balde de agua fría, no esperaba una situación así. Mi papá se aventó 15 días estable, con avances lentos, pero avances al final del día. Y de repente gira todo. Estos 15 días de esfuerzo, de estabilidad, ¿no sirvieron? No lo podía creer”.

Le cayó de sorpresa, porque su padre siempre estuvo estable y no tenía los vaivenes de otros pacientes que habían entrado en paro o en crisis. Había cualquier posibilidad sobre su salud, pero era muy poca en sentido positivo.
Alejandro señala que se refugió con su prima, para tratar de saber qué hacer, porque preparar a su mamá para una noticia como está, le resultaba muy difícil, no quería decírselo. Así que buscó la manera de plantearlo a su hermana, sin que su mamá se diera cuenta, pero al momento de la llamada, de nueva cuenta la gente con la que aguardaba fuera del hospital lo buscó para decirle que lo estaban llamando los médicos, “y allí ya me lo imaginaba”.
“Me meto al hospital, el doctor vino a mi encuentro y desde que vi su cara, ya sabía. Y me dijo, ‘en el momento que estaba hablando con usted la primera vez, en ese momento estaba falleciendo su papá’”.

Incertidumbre
Alejandro resopla ante el recuerdo. Considera que todo fue tan rápido, que lo tuvo que digerir y sacarlo en el momento, tratando de entender qué era lo que seguía, porque ese es otro pesar, todo el proceso posterior. “desconocíamos que era todo lo que venía, si hay o no velaciones, si hay entierro o no, todo eso lo tuvimos que descubrir con el pasar de la noticia”.
“Tu papá no se merecía irse sin un velorio”, le dijo en el pesar su mamá. “Yo creo que nadie se merece algo así”, reflexiona, “fue alterar nuestros procesos funerarios, nuestros acompañamientos, aunque no sé cómo hubiera vivido con un tumulto de gente este acompañamiento de despedir a mí papá”.

Reflexiones como familia
Cada familia tiene marcas, pero Alex comenta que en su familia han tenido pérdidas repentinas, como la de su tío en San Juanico. Lo mismo ocurrió con su papá, pues había dado señales de estabilidad, y de pronto, se fue.
Aún recuerda que al comienza del proceso que vive el país, él mismo le había dicho a su papá que tendría que estar encerrado como todos en cuarentena y en menos de 20 días todo acabó. “Creo que todavía no lo logro asimilar del todo, porque aún no enfrento mi realidad”.
“Yo trabajaba con mi papá, y cuando yo regresé a ese café, a tomar café como lo hacía todas las mañanas, ahí creo que voy a enfrentar mi golpe de realidad”.
Hace recordar al entrevistador un capítulo de Malcom. Hal, al momento de perder a su padre, le toma días, y de pronto, un bolígrafo, le hace caer en cuenta de su pérdida.
Alejandro considera que este trago amargo, le ha enseñado que hasta en los peores momentos se puede encontrar gente solidaria, “lo que viví alrededor mío, una cantidad de personas, que me conocen por segundas personas, moviéndose para conseguir en principio medicamento, preguntando por la salud de mi papá, siguiendo mis narraciones, gente que llegó después de una pérdida en el tiempo de contacto, todos me contactan a partir de lo que yo vivo, un mensaje, una llamada, un post, toda una serie de personas, que me vuelven a demostrar que ahí estoy”, comparte conmovido.
La solidaridad lo ha dejado impactado, porque hay gente que lo ha buscado, que le ha llamado posterior a que se fue del hospital, y que mediante esos grupos de whatsapp, se han logrado sostener y dar ánimo y confortarse unos y otros, para sentirse acompañados, “sólo tú, solo los que estuvimos ahí, saben lo que estoy sintiendo”.
Aunque a todos en su familia les duele igual, la experiencia de compartir el pesar con otros, antes desconocidos, ahora cercanos en el dolor, hace que Alejandro lo haya experimentado diferente, “yo veía a la enfermedad caminando junto a mí en ese hospital”.

“A pesar del miedo, en el momento en que hay un fallecido, llegan y te abrazan, te dan el pésame, te acompañan en tu dolor, a pesar del riesgo, era un acompañamiento de corazón, venía desde adentro”.

-¿Te recuerda a esa solidaridad del 85?
-Sí. Sí lo llegué a pensar. Lo llegué a platicar con alguien, que se sentía como en esos fenómenos del sismo del 85 y quizá en menor medida con lo que pasó en el 2017.
Tras esos días en el hospital, Alejandro pone en la balanza la solidaridad, pero también reprocha que haya gente que aún no sea consciente de la situación y desatienda las indicaciones, “hay un 50 que se protege y otro 50 que no, pero ese 50 que no es consciente pone en riesgo a todos”.
Por otro lado, es sabedor que en algún momento, algunos de los integrantes de su familia quizá requieran acompañamiento con algún tanatólogo o terapia, pero su pensamiento está más con su pequeño hijo, quien debe afrontar la partida de su abuelo, además de la de un tío, por otra causa, “creo que mucha gente sí va a necesitar de estos espacios”.

Un recuerdo para siempre
Alejandro quiere recordar de una manera muy especial a su padre, a don Mario. Obviamente, piensan reunirse para rendirle una suerte de homenaje en familia a su debido momento. Sin embargo, sin adornarse, menciona que al estar en el Hospital Juárez, junto con su hermana, comenzaron a tejer esta idea de solidarizarse, de crear un grupo, de apoyarse entre los familiares de los pacientes internados por Covid 19 y formar una red de apoyo.
“Me doy cuenta que lo estoy recordando en cada vivencia, que su enseñanza fue tan fuerte, quien me conoce sabe qué tipo de formas de vida tengo en cuanto a la visión social. Cuando me fui del hospital y la gente se despidió, lamentó que por qué a mí, ahí me di cuenta que llegué a mucha gente. Algo que para mí parecía tan sencillo, como fue armar esta red, que le significó mucho a la gente, a los que estuvimos ahí para sostenernos, nos contuvo de tal manera, que ahora puedo decir lo que significó. Siempre he sabido cómo fue mi padre, pero yo me di cuenta, que siempre me enseñó a ser solidario”.
“Mi padre siempre buscó apoyar a quien menos tenía, siempre le tendió la mano al que acababa de conocer y necesitaba comer, y mi papá si tenía la forma de ayudarlo, le ayudaba. Así lo pretendo recordar, así lo pretendo revivir. Incluso le dije a mi hermana, ‘allí ha estado su espíritu, sin que nos diéramos cuenta, replicamos lo que él hubiera hecho’”.